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Así se vive una crisis económica en Argentina

Los argentinos están dejando de hacer gastos que consideran “innecesarios”. El país aún no parece reaccionar a las medidas de salvamento que han llegado desde el Estado.

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Cerrar su librería, dejar de ir a cine y mandar a cambiar su carro de combustión de gasolina a gas natural son ejemplos de lo que han hecho algunos ciudadanos en Argentina para mitigar la crisis económica que ya tiene rostro de recesión.

“Acá me estoy ganando 15.300 pesos al mes, eso en Colombia es más o menos 1,3 millones de pesos. Por lo que gasto, está bien. Sigue siendo un buen sueldo si lo comparo con lo que ganaba en Colombia”, asegura Paola Galindo, colombiana que desde hace cuatro meses vende artículos deportivos en una tienda del centro de Buenos Aires.

Aún así en estas 16 semanas ha tenido que ajustarse el pantalón. “En apenas cuatro meses con mi esposo hemos empezado a dejar de ir a cine y comer por fuera de la casa”.

Lo que cuenta Paola se explica porque la inflación, según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos de la República Argentina (Indec), va en 45,9 %.

Juan Guerrero, peruano residente en Argentina desde hace 12 años y quien trabaja como mesero, dice: “El restaurante ahora depende del turismo. Cuando empecé a trabajar, una parrilla se podía comprar por 80; hoy son 690 pesos (58.600 pesos al cambio de ayer)”. El restaurante está ubicado en una zona comercial parecida a El Hueco. La situación no es fácil, un estudio de la Universidad de Avellaneda encontró que mientras en 2016 el salario mínimo argentino llegaba a ser de 437 dólares, hoy se sitúa en 253 dólares.

La devaluación de la moneda local ha sido uno de los empujones de la recesión. Al 30 de agosto de este año, y según el Banco Central Argentino, esta iba en 110 %, de ahí la necesidad de conseguir dólares y por ello el auge de los “voceadores de las casas de cambio”.

En una sola cuadra de la calle Florida, en el centro bonaerense, se pueden contar hasta cuatro o cinco voceadores de casas de cambio, a los que les pagan por cada cliente que lleven. Entre ellos está Edwin (pidió cambiar su nombre por su situación de ilegalidad), un colombiano que llegó hace dos semanas a Argentina atraído por la idea de estudiar para ser técnico de fútbol. “No gano mucho, pero me ha servido para lo básico”.

La máxima es rebuscársela. Así lo ha entendido Julio César Ayala, un agrónomo que en sus ratos libres maneja Uber. “Empecé hace 3 meses para tener algo extra”. Ayala entendió además que cambiando su vehículo de gasolina a gas natural podía ganarse otro par de pesos. “Con 100 pesos (8.400 pesos colombianos) lleno el tanque y con lo que gano, que son casi 2 mil pesos (180.000) tengo para reponer la suba de los servicios públicos”. Julio César, profesor de cultivo de huertas, pagaba hace un año unos 7.600 pesos colombianos por el servicio de energía, hoy destina 22 mil.

Julio César puede ser un tranquilo conductor de Uber, gracias a que la semana pasada la Corte Suprema de Justicia de Argentina abrió la puerta para empezar a fijar una regulación para Uber al decir que se trata de un contrato comercial entre privados.

Y en vista de esa coyuntura, Carolina Gauto no descarta empezar a manejar Uber. Carolina es administradora de una venta de libros desde hace 10 años, librería que en su entrada tiene un cartel donde se lee: Liquidación total por cierre. “Caímos 45 % en ventas. Solíamos ser un país interesado por la literatura impresa, ahora es otro gasto del que se debe prescindir”. La Encuesta Nacional de Consumos Culturales mostró que el consumo de libros per cápita en Argentina pasó de 3 a 1,5 en 2017.

A la espera se está de lo que ocurra con las medidas del presidente Mauricio Macri: reducción presupuestal y un crédito de 57.100 millones de dólares del FMI. La proyección del Banco Mundial lapida que la economía tendrá una caída de 2,5 % en 2018 (ver ¿Qué sigue?).

 

El Colombiano

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