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Proteccionismo y el alto costo de proteger la industria local

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El hecho de que China y Estados Unidos, las dos economías más importantes del mundo, se enfrentaran en una disputa por cerrarse fronteras comerciales supuso un problema importante para el buen desarrollo de las finanzas tanto de países desarrollados como emergentes.

De ahí que el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización para le Cooperación y Desarrollo Económicos (Ocde) y el Banco Mundial (BM) se dieran a la tarea de analizar la problemática de ese fenómeno proteccionista, más allá del contexto político para poner el ojo sobre lo que significa el cierre de fronteras para la economía mundial.

Ese nuevo proteccionismo económico, que según el Banco Central Europeo pondrá en riesgo el crecimiento económico mundial, si bien en el último año ha tenido como protagonista a Estados Unidos y China, se expande como un mal que toca a otras potencias mundiales y economías en vías de desarrollo.

Esa tensión internacional, según Raúl Ávila, profesor de economía en la Universidad de Nacional, se transforma en nerviosismo y resguardo comercial. “En estos ciclos es cuando se empieza a ver cómo los gobiernos se ajustan en el gasto por necesidad o esperando a que las tensiones comerciales mejoren, deciden endeudarse más, lo que termina siendo un riesgo muy grande para la estabilidad financiera de una nación”.

Además, de acuerdo a como lo explica Ávila, el nerviosismo se deriva en proteccionismo, pero como medida de resguardo, como escape ante el riesgo que representa que un país desarrollado, como Suiza, se anime a comprar productos agrícola o derivados de materias primas a países como Colombia.

“Y a eso hay que sumarle que la confianza inversionista se empieza a ver fortalecida en monedas que sean menos volátiles, monedas que pueden tener menos descensos peligrosos. Las bolsas de valores locales, las empresas que viven de las ventas externas también se ven seriamente afectadas por el fenómeno”, agregó Ávila.

A reducir la dependencia

Y ante esa necesidad de depender lo menos posible de lo que ocurra con la incertidumbre por enfrentamientos comerciales entre potencias, o la reducción en el plan de expansión comercial de algunas de las abastecedoras mundiales, surge la idea de que los países se encarrilen en la tarea de encontrar la autosuficiencia, ya sea mediante el suministro de materias primas, o en la producción de alimentos.

Un ejemplo icónico de esa transformación lo tiene Estados Unidos. Nación que recientemente pasó de ser uno de los compradores de petróleo más importantes, a uno de los productores más destacados del material. El 19 de septiembre del año pasado, la nación norteamericana se convirtió en la mayor productora de crudo, incluso por encima de países como Arabia Saudita (ver Claves).

La jugada en su momento supuso un movimiento importante para el gobierno de Donald Trump en la medida en que ya no dependía de naciones como Venezuela, Colombia, o incluso Rusia para contar con la oferta suficiente del material para copar la demanda que le generaba su país. Luego de llegar a una producción promedio diaria de 11 millones de barriles, Estados Unidos cerró parte de sus acuerdos internacionales para esa actividad.

“Y además de eso lo puso con mando en la Organización de Países Exportadores de Petróleo. Le dio más fortaleza y algo muy importante: tener gran parte de la participación en la forma como se mueven los precios del petróleo. Se hizo fuerte en uno de los pendientes que siempre ha tenido, y desde allí puede maniobrar con mayor facilidad para buscar robustecer su economía desde otros frentes”, le dijo en su momento Amylkar Acosta, exministro de Minas y Energía, a EL COLOMBIANO.

¿Cae el modelo liberal?

Sin embargo, este tipo de prácticas que al final se transforman en escudos para proteger a los productores locales no supone en sí un problema para mantener el orden comercial mundial, al menos así lo cree Arturo Guillén, miembro de la Red Eurolatinoamericana Celso Furtado.

Este economista afirmó a través del informe: “El gobierno de Trump frente a la crisis global y el estancamiento económico”, que si bien las políticas proteccionistas del presidente estadounidense podrían generar una suerte de nerviosismo y crisis económica, no serían lo suficientemente fuertes como para desestabilizar ese orden económico tradicional.

“Es ilusorio pensar que el fortalecimiento del proteccionismo y el repliegue hacia lo nacional significan el fin de la globalización. El capital monopolista-financiero, tanto el que se mueve en la esfera financiera como el que se desplaza y deslocaliza en la esfera productiva hacia otros espacios geográficos requiere de los mercados externos para su reproducción y valorización”, según Guillén.

De hecho el experto propone que la idea del proteccionismo sea una oportunidad para que los acuerdos comerciales entre naciones se repiensen y sean construidos para buscar un equilibrio entre los intereses de las naciones pertenecientes al acuerdo. Esto, según Guillén, porque a medida que el tiempo avanza, las necesidades comerciales se transforman.

“No se trata de abandonar los acuerdos de libre comercio, sino de reenfocarlos por vías preferentemente bilaterales. Que el comercio internacional sea no solamente libre, sino justo. ¿Justo para quién?”, puntualizó el experto.

Tanto países desarrollados, como en vías de crecimiento, tienden a ser autosuficientes al menos en términos de alimentación. Esto quiere decir que buscan tener la oferta suficiente para proveer de comida a sus ciudadanos. En esa materia, Japón y Bolivia, además de Canadá y Estados Unidos, son los considerados expertos.

Sin embargo, esa práctica, si bien es necesaria pues de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, “aunque el número de personas que padecen hambre ha disminuido en un 5 % desde los primeros años de la década de los noventa, se estima que en países en desarrollo casi 800 millones todavía sufren hambre”. Esto genera que los productores de alimentos reduzcan sus opciones de ventas externas (ver Paréntesis).

“En ese plan sí hay una directriz clara y es que los países primero deberían preocuparse por lo que ocurra con sus ciudadanos para luego mirar qué productos pueden empezar a ser competitivos para las ventas internacionales. Y en la medida en que alimentos como el arroz, la carne, o algunos frutos no sean necesarios en un país, pues se cumple la meta de cerrar fronteras para centrar esfuerzos hacia otro objetivo”, añadió Ávila.

El rebusque

Aún así, para algunos analistas si bien ese proteccionismo exacerbado que se genera por tensiones políticas o líneas económicas muy rígidas genera una suerte de desequilibrio financiero para las naciones, también supone la oportunidad para que los países que buscan generar más opciones de crecimiento se centren en ello.

Es decir, si Colombia vio que con la salida de Venezuela del mapa comercial petrolero podía crecer y contar con más demanda de países que eran tradicionalmente compradores de esa nación, también debe saber cómo generar que su economía encuentre otras fuentes de financiamiento, ante la posibilidad de que Venezuela recupere el protagonismo en esa materia.

“Para ese punto, aquellas naciones que dependen de las materias primas para crecer, si bien no deben descuidar ese portafolio, también es necesario que sumen esfuerzos para ir más allá de lo que tradicionalmente han hecho. Las materias primas sí pueden ser una oportunidad de negocio, siempre y cuando generen un valor agregado. Tener una oferta innovadora de bienes y servicios sin duda abre fronteras comerciales”, recalcó Ramón Javier Mesa, profesor de economía en la Universidad de Antioquia.

Alicia Girón, experta en política y comercio exterior, explica en el texto “OMC, Apec, y TLCAN: Multilateralismo y proteccionismo”, (publicado dentro del repositorio de la Universidad Autónoma de México) cómo ese modelo de comercio internacional puede trascender fronteras y llegar hasta las políticas de expansión empresariales, exclusivas del sector privado, para luego materializarse.

“La concentración y centralización del capital está tomando un carisma diferente; el debate del proteccionismo tradicional está siendo transformado en un proteccionismo corporativo e institucional, mientras prevalece el fortalecimiento hegemónico a través de las decisiones institucionales para determinar el desarrollo de las próximas décadas. Un claro ejemplo es el discurso American First (América primero -lema de campaña presidencial de Donald Trump-)”, se lee en el texto

Girón llama la atención en que el proteccionismo contradice el concepto de globalización sobre el cual se sustenta gran parte de la política económica internacional. Lo que al final genera ralentizaciones y recesiones, fenómenos con consecuencias devastadoras principalmente para el ciudadano de a pie: “Hoy se fortalece la vanguardia del proteccionismo, cuyo camino acelerado va al fracaso total en tanto no responda a una realidad marcada por la integración estructural de los países” .

EN DEFINITIVA

El fenómeno puede ser un arma de doble filo para los países en desarrollo: o los quiebra o les obliga a generar nuevas fuentes de financiamiento para competir internacionalmente.

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