HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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Nuevo sectarismo

El 10 de mayo, cuando escribo esta columna, nos recuerda una fecha clave en la historia de Colombia. El momento en que un movimiento cívico le pone fin al gobierno de Rojas Pinilla, 1957, y abre el camino a un acuerdo bipartidista que termina con décadas de sectarismo político, en ocasiones acompañado de violencia que pudo llegar a manifestaciones increíbles de salvajismo.

Con pleno acatamiento de las Fuerzas Militares se introdujo el Frente Nacional, un pacto político que permitió, inicialmente por doce años y, luego, por dieciséis que de hecho se prolongaron hasta 1986, la responsabilidad compartida de las dos grandes colectividades políticas en el gobierno en todos sus niveles.

La administración Barco (1986-90), en virtud de la decisión conservadora de no participar en el gabinete, introdujo el esquema gobierno-partidos de oposición (ya existía otro partido, la Unión Patriótica, que había elegido senadores y representantes, entre ellos ‘Iván Márquez’) y así abrió el camino para reformular la Constitución Política por vía de la Asamblea Constituyente, magistralmente dirigida por el presidente César Gaviria (1990-1994). Así se replanteó una Constitución que tuvo vigencia por 105 años, excepcional en el mundo, entonces y ahora.

El Frente Nacional no solamente superó para siempre el sectarismo liberal-conservador sino que contribuyó a la presencia importante de la tecnocracia (época gloriosa del Departamento Nacional de Planeación, de la Junta Monetaria, del Comercio Exterior etc…) a la civilización de las costumbres políticas y, aunque se diga lo contrario, a la promoción de movimientos políticos muy apreciables como el Movimiento Revolucionario Liberal de López Michelsen o la Alianza Nacional Popular de Rojas Pinilla, Anapo. Camilo Torres no pudo armar el Frente Popular que se propuso. La Constitución del 91 abriría aún más las opciones y pronto llegamos a tener más de 60 partidos… ¡no era lo ideal!

Surgieron guerrillas de corte ideológico extremista, comunistas, maoístas, trostkistas. La guerra fría en todo su esplendor. Turbay (1978-1982), inició el primer esfuerzo de paz que no prosperó pero que Belisario Betancur retomó (1982-86) y que Barco y Gaviria continuarían con éxitos con el M-19 y otros. Y Samper y Pastrana y el propio Uribe, también, lo intentarían. Culminó exitosamente con Santos.

Y ahora aparte del Eln y el Epl, pendientes, ¡las mal llamadas disidencias de las Farc que según algunos ya reúnen cerca de cinco mil guerrilleros…!, ¡y los que saben dicen que por ahí anda el Eln ahora convertida en guerrilla colombo-venezolana!

No obstante este recorrido, ahora hemos inventado un nuevo sectarismo, el del SÍ y el NO; entonces uno recuerda esa fecha y se pregunta si se nos ocurriría algún mecanismo o fórmula política que permitiera gobernar y que fuera capaz de ayudarnos a confrontar las enormes amenazas que se ciernen sobre el país ahora respaldadas en más de 200 mil hectáreas de coca, la exportación del oro ilegalmente obtenido, el lavado de dinero, la megacorrupción y otros flagelos.

Al introducir el Testimonio Final, balance de su gobierno, Alfonso López Michelsen recordó el concepto que había inspirado su gestión: Sentido del Estado. Es la característica que debería inspirar el comportamiento de todas las fuerzas políticas. Sentido del Estado y no sentido de precario poder que está haciendo de nuestra democracia el paraíso de la vetocracia. Poder para vetar y no para crear, para progresar, para llegar a consensos constructivos.

​*ExMinistro de Estado

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