HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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Médicos en Año Rural salvan vidas pero arriesgan la propia

El calor, que alcanza en promedio 28 grados en el municipio de Hacarí (Norte de Santander), en la región de El Catatumbo, se mezcla con la zozobra y el temor por las balas e intimidaciones. Por fortuna, no bloquea su misión para salvar una vida o atender un herido sin importar el bando del que haga parte. Incluso, no duda en que arriesgaría la suya por salvar la de otros.

El mensaje se escucha en una voz tranquila y pausada, la de Cristian David Naranjo Patiño, médico de la Universidad Nacional quien desde hace seis meses realiza su año rural en este municipio de alrededor de 13.000 habitantes, en el hospital Emiro Quintero Cañizares. EL COLOMBIANO habló con él durante un recorrido que realizó en esta región del país, acompañando a la Defensoría del Pueblo.

En la zona, enclavada en el Catatumbo, converge un conflicto armado que se ha acentuado en los últimos años, en el que los protagonistas van desde la guerrilla del Eln, Los Pelusos, el Clan del Golfo, las disidencias del frente 33 de las Farc hasta, naturalmente, la Policía y el Ejército, que pretenden dar tranquilidad a los ciudadanos.

Marcado por la intimidación

No ha sido agredido físicamente, pero mientras ha atendido a varios pacientes, los familiares o amigos, con el fin de presionarlo para acelerar la atención, le dicen que “si me quería hacer meter un balazo” o el tan mentado “usted no sabe quién soy yo”.

Ese primer momento de presión e intimidación lo vivió a pocas semanas de desembarcarse en la que su madre califica una locura: ser médico en un lugar en el que el conflicto se mantiene vivo por el control territorial y las finanzas que representan los cultivos de coca.

Aunque nadie le ha puesto un dedo encima, recuerda que un odontólogo de la zona no puede contar lo mismo. Fue agredido a golpes. Otros colegas tuvieron que desplazarse por las amenazas de los grupos ilegales.

La historia, que por ahora más lo ha marcado profesionalmente se dio “con un paciente que llegó con sangrado rectal que no paraba y quien mostraba que tenía mucho dolor”, recuerda Naranjo Patiño, quien con su experiencia supo que era un paciente que no requería procedimiento quirúrgico, por lo que no lo envió hacia Ocaña, donde está ubicado el hospital de segundo nivel más cercano (a dos horas y en un camino fracturado), como lo exigían, entre violentas amenazas, los familiares.

“Hice las pruebas y efectivamente tenía una disentería bacteriana (infección por una ameba) que pudimos tratar, sin necesidad de enviarlo hasta Ocaña”.

El médico, aunque sabe que su madre lleva seis meses de intranquilidad, se mantiene en que con su profesión se tiene que formar para “trabajar bajo presión, bajo estrés, sin importar el riesgo” y, sobre todo, aprender a “desarrollar el ojo clínico”.

La zona en la que se encuentra, en la que trabaja con “las uñas en muchos casos”, le permite aprender a manejar situaciones sin necesidad de enviar exámenes más complejos o, en ocasiones, actuar sin tener a la mano la opinión de un especialista.

Medellín (El Colombiano). 

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