HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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Con la cabeza en el mar y los pies en la tierra: El sueño de ADImujer

 Lichi es una de las miles de personas que se movieron de su tierra huyendo de la guerra en Córdoba. Gracias a que un familiar ya estaba asentado en Santa Marta, llegó a estudiar, iba en el bus a la escuela y entre ires y venires, conoció al padre de sus 3 hijos y con quien cría a sus nietos como si también lo fueran.

“Este era mi hijo Luise, murió en un accidente de motocicleta” dice Lichi Eli Paternina al mostrar una fotografía sobre lienzo ubicada al centro del salón-comedor-oficina de su casa, en La Paz, un barrio al lado sur de la Troncal del Caribe, la gran vía que divide la zona de Pozos Colorados –una de las locaciones preferidas del turismo en Santa Marta– entre atractivas instalaciones hoteleras y comunidades sin alcantarillado.

Frente a la puerta de su casa, los pescadores afiliados a la Asociación para el Desarrollo Integral de la Mujer (ADImujer) –sí, hombres, ya sabrán por qué– limpian la pesca de la faena de los últimos días, despachan pedidos y esperan su paga. “Esto de cancelar los jornales debo hacerlo yo. Para manejar esos “chocoritos” [refiriéndose al computador] y llevar el archivo están ellas, otras asociadas, que saben de esas cosas… Yo me encargo de despachar turnos pesca, de gestionar cupos educativos y oportunidades para Adimujer”.

 “¿Sí ve eso allá?”, apunta Lichi con su dedo la parte alta de la pared y añade: “Son nuestra misión y nuestra visión. Siempre supe que debíamos organizarnos”. Fue consciente de ello cuando le solicitó a la cooperativa de pescadores a la que pertenecía su marido Martín que dejaran que las mujeres participaran y la respuesta fue “NO”.

Eso pasó hace ya años y la necesidad de contribuir, esas ganas de aprender y no depender hicieron que Lichi fuera buscando cómplices para crear su propia asociación que, si bien empodera a la mujer, incluye hombres que creen en lo mismo que ellas: el cuidado, el estudio y el trabajo honrado.

MARTÍN, EL PRIMER HOMBRE EN LA ASOCIACIÓN DE MUJERES

Martín fue el primer hombre afiliado entre tantas damas. Dice Lichi que al comienzo no fue fácil pues en la Costa los esposos acostumbran a tener a la mujer en la casa, cocinando, no mandando. Sonríe mientras lo mira de reojo y diciendo entre risas: “Él fue capaz”. Martín fue capaz de ver sus ganas de aportar, capaz de entender que la igualdad es importante no sólo para la mujer sino para su familia.

Será porque es bondadoso como el santo mulato del que heredó su nombre o porque juntos han tenido una buena vida, pero Lichi confiesa “nos casamos hace años, sin contar que estaba embarazada. ¡Mi vestido fue de terlenka, de lo más elegante del momento! Y desde entonces, estamos juntos. Él me enseñó a pescar porque yo venía del campo”.

EL RECORRIDO DE LICHI

Lichi es una de las miles de personas que se movieron de su tierra huyendo de la guerra en Córdoba. Gracias a que un familiar ya estaba asentado en Santa Marta, llegó a estudiar, iba en el bus a la escuela y entre ires y venires, conoció al padre de sus 3 hijos y con quien cría a sus nietos como si también lo fueran.

Con la misma habilidad con la que se maneja impecablemente su audiencia, Lichi terminó por graduarse validando y hoy tiene varias certificaciones de estudios en temas que le permiten hacer mejor las cosas: “De lo que he aprendido, tal vez lo más importante, es saber qué es ser líder. Saber que lo era, que hacemos cosas que aportan”.

 “Es increíble que aquí no haya alcantarillado o que haya días sin agua… pero nosotros estamos pensando más allá: en enseñar a pescar cuidando las especies para que nuestros nietos tengan qué comer en un futuro; en mejorar el conocimiento de los pescadores para que cuenten con mejores herramientas para su faena y en tener producto suficiente y de calidad para hacer negocios. Quiero que la pesca sea profesional y que nuestro trabajo de venta y transformación de pescado nos permita no sólo vivir sino invertir, crecer como personas y educar a la gente” dice Lichi con la confianza de quien lleva más de 10 años trabajándole a una meta.

 “Usted sabe que los hombres son flojos para el estudio… no sé por qué. En cambio, ya hemos graduado a varias de nuestras asociadas en la nocturna”. Incluso, se han inscrito a hacer diplomados sin ser profesionales, con la esperanza de cuidar lo propio, su espacio, su paulatina independencia económica, su posibilidad de transformar la realidad en la que viven.

Para eso trabaja ADImujer, para empoderar a las mujeres y dar un ejemplo renovado a los señores, a los jóvenes y a los niños; para generar ingresos que beneficien a las afiliadas y a los pescadores que manejan las lanchas; y muy especialmente, para dar la mano: “nos pagamos lo que hacemos, ahorramos, invertimos en educación y así todos estamos mejor en la casa y ayudamos a los del barrio”.

A las mujeres maltratadas, “les enseño la ruta y les socializo la ley para que sepan que no están solas, que no tienen que vivir así. Al amor hay que cultivarlo, echarle abonito. A mis hijos y nietos no les puedo dejar dinero ni oro, pero todo lo que les quede aquí [golpeando con el índice su cabeza] es suyo. Ese es el valor de la educación. Lo bonito de servir es ayudar a la gente que más lo necesita y yo lo hago compartiendo conocimiento” afirma Lichi.

SUEÑOS CON SABOR A MAR

Gracias a que un proyecto formulado por ADImujer fue seleccionado por Reconciliación Colombia, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional – USAID y Acdi/Voca, la asociación recibirá apoyo para aprender de salvamento, organizar su negocio y comprar equipos y dotación para hacer un mejor procesamiento de su pescado.

«Congelaremos y haremos embutidos. ¿Si probó ese antipasto? Se hace con lo que pescamos e ingredientes de primera”. Lichi está segura de que podrán vender sus productos algún día, cuando tengan Registro Invima, en uno de esos almacenes del centro comercial por el que pasan cruzando la Troncal para llegar a la playa donde están sus lanchas.

Son dos, una gestionada gracias a un comodato, otra comprada al igual que el motor grande con el que dejaron de navegar a remo. Bautizadas tras dos hijos fallecidos de las asociadas, las lanchas son el principal activo de la organización, el secreto para llegar y pescar con línea y anzuelos artesanales en aguas profundas al frente de Barranquilla.

Por la selección de su proyecto, ADImujer participará en la quinta versión de la Macrorrueda para la Reconciliación “La Sierra de Todos” los días 26 y 27 de noviembre en el Centro de Convenciones Estelar Santamar. Este evento, que tendrá lugar en el marco de Magdalena Crece, reunirá 40 proyectos sociales y productivos de los departamentos de Cesar, La Guajira y Magdalena, que aprovecharán su encuentro con empresarios y académicos del país para compartir experiencias y su sueño de cambiar comunidades.

Para Lichi, esos sueños son más graduaciones académicas, más bienestar y más reconocimientos para ADImujer, “porque los certificados, los trofeos, esos quedan para siempre, siempre podemos volver a ellos. Además, sueño con que ellas, las mujeres más jóvenes, puedan asumir esto y ayudarme cuando ya no pueda… Esto es de ellas, ¡que sigan!”.

Esa continuidad depende en gran medida de oportunidades de mentoría y negocio, de relaciones sólidas con actores relevantes para el desarrollo territorial. Conectar colombianos es uno de los propósitos de la Macrorrueda y de sus aliados -la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional – USAID, Acdi/Voca, la Cámara de Comercio de Santa Marta, Tras La Perla y otras empresas patrocinadoras-, quienes han unido esfuerzos para que organizaciones como ADImujer sigan abriendo caminos en lo que los entendidos llaman “la base de la pirámide”. Mientras llega a esta cita, nuevamente elegante y con su camiseta puesta, Lichi seguirá despachando faenas desde su salón-comedor-oficina en uno de esos lugares que a veces no vemos “al otro lado de la Troncal”.

Autor: Corporación Reconciliación Colombia

María Paula Matiz – Gestora Estratégica

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