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Carnaval de Río cerró con críticas a la corrupción

El carnaval del Río de Janeiro por su espectáculo sigue considerado como uno de los mejores del mundo./AFP

 

Ratas con maletas llenas de dinero, traficantes asaltando turistas, negros siendo discriminados… los desfiles del Carnaval de Río de Janeiro cerraron ayer lunes una de sus ediciones más políticas con una fuerte crítica a la corrupción, la violencia y la ola conservadora en Brasil.

«Oh patria amada, ¿por dónde andarás? Tus hijos ya no aguantan más», repetía el samba de Beija-flor, la escuela que se encargó de cerrar con esas imágenes los dos días de espectaculares desfiles en el Sambódromo en el que fue, sin duda, el más crítico de los 13 que se vieron.

Inspirada en la figura de Frankenstein, novela que cumple 200 años, la escuela de Nilópolis quiso ilustrar el «monstruo» corrupto, abandonado e intolerante en el que, desde su punto de vista, se ha convertido Brasil.

Las danzarines mostraron todo su talento y belleza.

 

Estuvo presente una réplica de la sede de Petrobras, origen del megaescándalo de corrupción en el país, en cuyos sótanos había varias personas entre rejas que conseguían salir pagando sobornos mientras, en otro punto, niños de la favela se veían abocados a vender caramelos en la calle o a ser víctimas de un tiroteo y quedar dentro de un ataúd.

La intolerancia racial, religiosa y sexual también tuvo espacio en este duro y teatralizado desfile de Beija-Flor, que contó con la participación estelar de la cantante drag queen Pabllo Vittar en un carro a favor de los derechos Lbgt en este país a la cabeza mundial del asesinato de transexuales.

«Este desfile habla mucho de Brasil. Estamos muy mal. Y los políticos van a tener que comenzar a ver que el pueblo no está satisfecho con ellos porque incluso en una fiesta como esta hay críticas políticas… Ojalá que esto mejore alguna cosa», dijo a la AFP Tulio Silva, un empresario de 43 años, disfrazado de «político vampiro».

El show final de Beija-Flor puso los pelos de punta a los más de 70.000 espectadores en el Sambódromo, que también vibraron este lunes con los coloridos desfiles de Portela -la vigente campeona junto a Mocidade- y de la «furiosa» Salgueiro y su homenaje a la mujer negra.

En su noche de estreno, el «mayor espectáculo de la tierra» ya había tenido buenas dosis de crítica política… entre plumas, lentejuelas y bailes sensuales.

El presidente conservador Michel Temer apareció retratado el domingo como un vampiro corrupto por Paraíso de Tuiuti, mientras que Mangueira, una de las escuelas más tradicionales, lanzó varios dardos contra el alcalde evangélico de Rio, Marcelo Crivella, a quien acusa querer aguar la fiesta del carnaval por sus convicciones religiosas.

El sambodromo estuvo lleno de lado y lado para ver el espectáculo.

 

El exobispo, que cortó a la mitad las subvenciones para los desfiles justificándose en la crisis financiera, se fue de viaje oficial a Europa y ninguneó por segundo año consecutivo el famoso espectáculo, siendo el primer edil en faltar a la cita desde que la pasarela de la samba se inauguró en 1984.

Paradójicamente, el alcalde de Sao Paulo y posible candidato presidencial, Joao Doria, sí quiso estar en la cita.

 

OLVIDAR LA CRISIS

El «¡Fora Crivella!» ha sonado con fuerza estos días dentro y fuera del Sambódromo porque el Carnaval, además de atraer a 1,5 millones de turistas y de generar más de 1.000 millones de dólares para la ciudad, da una tregua a las tragedias cotidianas de Rio, sumida en una dura crisis económica y de violencia.

«Uno viene aquí y se olvida de todos los problemas. Solo pensamos en disfrutar el Carnaval y ser felices», decía Paulo Ze da Silva, uno de los músicos de Unidos da Tijuca.

Sin embargo, la inseguridad de la ciudad no escapó de la fiesta.

El conocido sambista Moacyr Luz denunció que fue asaltado la víspera cuando llegaba al Sambódromo y fue despojado incluso de su disfraz.

La crisis económica, no obstante, apenas se ha notado en la pasarela de la samba, donde las escolas lucieron espectaculares, con disfraces y carros alegóricos con tanta pompa como de costumbre.

Hermosas mujeres hicieron parte de este espectáculo en Brasil.

 

Pero, pese al ambiente festivo, lo que se vivió durante dos largas noches y hasta el amanecer en el Sambódromo fue una dura competición. Los más de 3.000 integrantes de cada escuela de samba tenían un único objetivo: coronarse reinas del carnaval.

En una hora, más de 50 jueces examinaron los esfuerzos de todo un año y cada pequeño error se penaliza.

Paulo Roberto, un jubilado de 65 años vestido de indígena, estaba seguro que su Portela será bicampeona, pero en cualquier caso dejaba una reflexión al aire: «Río es esto, Río es samba».

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