HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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Las encuestas son como las morcillas….

No es nuevo que las encuestas generen inconformidad en quienes no salen bien librados en ellas. Finalmente la decisión la tienen los votantes en día de las elecciones, pero si llama poderosamente la atención los señalamientos que se han conocido respecto a la presunta entrega de dadivas en un eventual gobierno de uno de los candidatos beneficiados con los resultados de los sondeos de opinión hacía el dueño de una de las empresas que viene haciéndolos.

Hoy más que nunca está vigente aquella frase del inmolado Álvaro Gómez Hurtado a quien las encuestas jamás favorecieron, pero que fue certero, sarcástico y elocuente cuando afirmó: ´las encuestas son como las morcillas, deliciosas, y le gustan a todo el mundo, hasta cuando sepan como las hacen´.

Y la verdad es que por mucha ciencia y fórmulas matemáticas  que se inventen los llamados encuestadores, está demostrado que en las últimas elecciones, no solo en Colombia, sino también en los Estados Unidos y en Gran Bretaña, lo mismo que otras latitudes, se han escachado poniendo en duda la seriedad de esos estudios y la manera como tratan de influir en la opinión pública.

Demostrado está que las firmas encuestadoras no han acertado últimamente porque la gente las engaña, la gente no quiere soltar su verdadera decisión frente a un desconocido del que por anticipado saber que va a aprovechar su opinión con propósitos diversos donde el económico es el principal.

Las cifras de intenciones de voto por los principales candidatos presidenciales pareciera que esto estuviera definido, pero en el fondo estamos lejos, pero bien lejos de que la realidad sea la que con mucha insistencia se nos viene planteando.

A estas alturas del debate si valdría la pena preguntarse, ¿si 1.200 personas, o 2.400, como dicen las empresas que se han encuestado, representan a los 14 o 16 millones de ciudadanos que se espera concurran a las urnas?.  Lo que se ha visto o por lo menos los resultados que nos entregan esos estudios de opinión, es que supuestamente los colombianos ya definieron antes de ir a las urnas lo que quieren. Atrás quedan todas las consideraciones de tipo político, programático, lo que muchos llaman la maquinaria electoral, no hay voto de opinión que valga, ni consideraciones de tipo personal que pueda tener alguno de los candidatos. Aquí lo que se persigue es convencer al electorado que los resultados que se muestran es lo que finalmente va a ocurrir para no dejarle al ciudadano la oportunidad de pensar.

Por eso, nuestra recomendación al elector siempre ha sido la misma: cuando esté frente al tarjetón marque al candidato de sus preferencias, búrlese de las encuestas, hágale pistola al que le haya dado alguna dádiva por su decisión, y vote a conciencia. El momento más subliminal de la democracia es cuando el ciudadano está frente a la urna. Ahí es cuando el elector debe acordarse de lo que es mejor para su país, ciudad, departamento, su familia y la comunidad a la que pertenece.

Ahora bien, dos de los candidatos presidenciales en contienda, uno favorecido por las ´morcillas´ que se han hecho, y otro que se han  sentido perjudicado por las mismas, pidieron al Consejo Nacional Electoral investigar a las empresas encuestadoras. Esta es una solicitud que se hace en cada ejercicio democrático y ese organismo nunca toma las medidas conducentes a impedir que los estudios o sondeos de opinión sigan convirtiéndose en el negocio de cada momento electoral. Consideramos que han llegado el momento en que se le ponga tatequieto a los ´vendedores de ilusiones´ que a través de las encuestas buscan torcerle el cuello a la voluntad soberana de los electores.

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