HOY DIARIO DEL MAGDALENA
Líder en la región

ETA, una herencia envenenada para la izquierda separatista vasca

Una vez disuelta ETA, el combate exclusivamente político por la independencia del País Vasco queda en manos de la izquierda separatista, bien asentada en la región aunque todavía no se haya desprendido de la herencia sangrienta de la organización armada.

En la «declaración final» que puso fin a 59 años de existencia con un balance de más de 800 muertos, ETA, que se presenta como «organización socialista revolucionaria vasca de liberación nacional», delegó al «independentismo de izquierdas» la misión de conseguir «la constitución del Estado Vasco».

Un regalo envenenado para la izquierda «abertzale» («patriota» en vasco), reagrupada en la coalición Euskal Herria Bildu (Reunificar el País Vasco) y acusada desde su emergencia en los años 1970 de proximidad con ETA.

 

Su dirigente Arnaldo Otegi fue etarra en su juventud pero en los años 2000 defendió el fin de la violencia.

«La izquierda abertzale (…) tiene que asumir la responsabilidad de su pasado, porque si ETA existió durante tanto tiempo es porque ese mundo le buscaba respaldo social», reclamaba el viernes el socialista Patxi López, expresidente regional vasco.

 

La organización armada respaldó, de forma más o menos directa, la extinta coalición separatista Herri Batasuna interrumpiendo, por ejemplo, sus atentados antes de las contiendas electorales.

La izquierda abertzale por su parte llevaba las reivindicaciones de ETA al terreno político, reclamando la liberación de los etarras encarcelados o la flexibilización de sus condiciones de detención.

«Han intentado darle cobertura e intentado legitimar a ETA. Son el brazo civil de la banda terrorista», afirma Gaizka Fernández, historiador responsable del Memorial de Víctimas del Terrorismo.

 

¿Futuro radiante?

Ahora que la organización está disuelta, el politólogo suizo Oliver Strijbis les augura «un futuro bastante radiante».

Este problema de legitimidad es menor: ETA ya no está en su camino para obtener sus objetivos políticos».

Más aún ante la moderación de los nacionalistas del PNV en el poder regional, que apenas defienden el derecho de autodeterminación del País Vasco, lo que podría alejar al electorado independentista.

«Los diferentes ejemplos europeos muestran que el fin de la actividad armada y la posterior disolución de un grupo armado se hacen en beneficio del partido que es más próximo a su plan ideológico», asegura el sociólogo del País Vasco francés Eguzki Urteaga, citando los casos del Sinn Féin irlandés y los nacionalistas corsos.

 

De hecho, la izquierda abertzale ganó muchos apoyos en las elecciones legislativas de 2011 tras la renuncia definitiva a la violencia de ETA, obteniendo un 24,1% de los votos en el País Vasco.

En las regionales de 2012 se convirtieron en la segunda fuerza del Parlamento vasco con el 24,6% de los votos, posición que mantuvieron en 2016 pese a caer al 21,13%. 

Pero el último paso del grupo podría tener un impacto menor.

«Lo que se está oficializando es el entierro del cadáver pero el cadáver ya estaba ahí, el monstruo ya había muerto», afirma Fernández.

 

HERENCIA CONTROVERTIDA

Los fantasmas del pasado continúan persiguiendo a la izquierda abertzale.

Contra el criterio del gobierno español de Mariano Rajoy, que descarta contrapartidas a ETA por su disolución, reclama el acercamiento al País Vasco de los alrededor de 300 presos de ETA dispersos por España para favorecer el «proceso de paz».

 

Para ellos, que durante mucho tiempo reclamaron una amnistía total o condicional, es un paso atrás, señala Urteaga.

Al mismo tiempo continúan organizando ceremonias de bienvenida a antiguos «etarras» que salen de prisión ante la indignación de las asociaciones de víctimas.

«Les cuesta mucho reconocer que los 60 años de historia de ETA han sido un error (…) Entonces, a los terroristas, en vez de tratarlos como criminales, les siguen tratando como héroes», opina Fernández.

«Continuarán haciéndolo», dice Strijbis. «Hay una gran parte de la sociedad vasca que piensa que ETA tenía legitimidad con Franco y que sus miembros, o una franja más amplia de nacionalistas radicales, no fueron bien tratados por el Estado español».

«En el País Vasco, este debate se alargará. En el resto de España se disipará» a medida que se alejen los años negros, opina.

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