HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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La resiliencia del ‘Tigre’

“Nosotros tenemos la libertad interior de elegir cómo nos afectan las cosas”, Viktor Frankl, neurólogo y psiquiatra austríaco, fundador de la logoterapia, quien insistía en que aquellos que tienen un para qué vivir, resistirán los momentos adversos, una teoría que refleja los últimos cuatro años del capitán de la Selección Colombia de Fútbol de Mayores: Radamel Falcao García Zárate.

Durante cuatro años, el samario sufrió, cayó, luchó y se levantó como un grande, como un colombiano ejemplar, digno de admirar, como una persona de una raza especial, de una estirpe única que le permite mirar para adelante y, sin importar las adversidades, pasar de la tristeza a la felicidad, luego de un largo periodo de tiempo ligado a Dios, a su familia y a sus seres queridos.

 

El 11 de septiembre de 2013, Falcao le devolvió a Colombia un sueño que estuvo esquivo por tres lustros. Con sus dos goles contra Chile, en Barranquilla, el ‘Tigre’ le ofreció al país futbolero la alegría más grande del nuevo milenio: Clasificar a la Copa Mundial de la FIFA Brasil-2014.

Estaba en la cima de su carrera deportiva, en la cumbre como el mejor centro delantero del mundo, como figura de un proyecto ambicioso del Mónaco francés, pero siempre pensando en su sueño de niño, para el que había trabajado y aportado al máximo: La Copa Mundial de la FIFA.

Sin embargo, el 2014 fue fatal. El 23 de enero llegó lo impensado: la rodilla derecha dijo no, para dar inicio al peor sufrimiento del ‘Tigre’, al calvario de un salvador del fútbol, de quien había ‘liberado’ a los aficionados de un pecado de 16 años y tuvo que caer en una crucifixión deportiva que tardó un buen tiempo.

Luchó por cinco meses para estar, pero no estuvo. El 2 de junio de 2014, en una rueda de prensa dolorosa, la más triste de la era de José Pékerman en la Selección, se dio el anunció oficial: “Falcao queda por fuera de la lista final de 23 jugadores que estarán en Brasil-2014”. Todos lo sabían, pero todos conservaron la esperanza: “Hoy solo puedo sonreír por haberlo intentado hasta el final”, dijo el ‘Tigre’.

El 14 de junio de 2014, Falcao asistió a la tribuna occidental del estadio Mineirao de Belo Horizonte. Presenció la goleada 3-0 de Colombia sobre Grecia. Celebró los goles de Pablo Armero, Teófilo Gutiérrez y James Rodríguez. Se tomó una selfie con Freddy Guarín y Pascual Lescano. Estuvo en la foto del triunfo en el camerino con todos sus amigos. Y regresó a su camino personal.

Al otro día, festejó el Día del Padre con su esposa Lorelei Tarón y su pequeña Dominique. Viajó a Miami para descansar y retomar fuerzas durante varios días, tuvo vacaciones, pero sin descuidar su recuperación, iba al gimnasio, trotaba en las playas de la Ciudad del Sol y pensó en las decisiones que debía tomar.

En este momento el ‘Tigre’ debió resolver. Decían que ya era un exfutbolista, que no podría jugar más, que ya estaba para el retiro. Fue contratado por el Manchester United y en 29 partidos oficiales, marcó cuatro goles. Pero eso no fue lo peor, pasó al Chelsea y en otro año sólo estuvo en 12 compromisos, con un festejo personal. Fue un tiempo difícil, como la transición de un águila real a los 40 años.

Para poder vivir 70 años, cuando un águila cumple 40 debe decidir. Su pico alargado y puntiagudo comienza a curvarse apuntando contra el pecho, sus uñas ya no pueden agarrar las presas y debe determinar si se deja morir o lucha por vivir.

Debe ir a un monte, arrancar su pico, esperar que nazca uno nuevo y con este quitarse las uñas y las plumas, una dolorosa etapa de tiempo que tarda 150 días para, con un cuerpo renovado, efectuar el vuelo de la victoria y disfrutar durante 30 años más de su fuerza, visión y velocidad.

En el Reino Unido, en Manchester y Londres, el ‘Tigre’ sufrió esta transformación. Perdió su pico alto de rendimiento, se quitó las garras de goleador internacional y se despojó de la piel de estrella mundial, para ser uno más, un jugador normal, que no marcaba diferencia, que no brillaba con luz propia. Cinco goles en dos años, muy poco para Falcao.

Pero en Inglaterra, en medio de la crisis, cuando la tormenta deportiva arreciaba y el desierto intenso quemaba sus sueños, apareció un paraguas, un oasis llamado familia, a quienes se aferró para tener un fresco en su vida, para cambiar el pesado ambiente deportivo, por un fortalecimiento espiritual que lo llevó a acabar con esos días de transformación.

Entendió que allí no estaba su felicidad y sólo fue el monte en el que pasó su transición, para regresar al Mónaco y volver a emprender la construcción de un sueño, de un anhelo para el que tuvo cuatro años, con dos de dolor y dos de regresar, de volver a lucir, de nacer de nuevo para el mundo del fútbol.

Como el águila, tuvo la capacidad para vencer la adversidad, para dejar atrás la frustración, levantar la cabeza, luchar y avanzar a una segunda etapa en su vida, a una segunda oportunidad que lo premió en su esfuerzo, que lo resucitó de la ‘muerte’ deportiva a la que había sido sentenciado y pudo volver a rugir.

Regresó a Francia, el 24 de junio de 2016, volvió al lugar donde lo tuvo todo, pero también lo había perdido, con la expectativa de recomponer el camino, de creer que era posible y con dos motivaciones adicionales: Desirée y Annete, su segunda y tercera hija en medio de un matrimonio feliz, una familia ejemplar que lo acompañó en los peores momentos y ahora festeja en su regreso.

En su primer año de retorno al Mónaco, jugó 43 partidos y marcó 30 goles. En el segundo actuó en 36 y anotó 24 tantos, porque ya sólo podía pensar en que debía estar listo para la cita a la que clasificó con la tricolor el 10 de octubre de 2017 en Lima, frente a Perú. Su mirada estaba puesta en Rusia.

Se cuidó, habló menos que en 2014 y se concentró más. Ya lo primordial en su vida no es aquella frase que dijo antes de Brasil: “Nada más importa, sino el Mundial”. Ahora su lema es: “No sólo fútbol”. Aprendió la lección, resistió los momentos adversos, porque tenía un para qué jugar al fútbol, tenía por delante la Copa Mundial de la FIFA Rusia-2018.

El ‘Tigre’, Radamel Falcao García Zárate, le demostró al mundo que cuando se quiere, se puede, que a pesar de las dificultades, siempre hay una esperanza, que lo de Brasil fue el inicio de un desierto que lo destinó a la tierra prometida en Rusia, donde desde este martes 19 de junio podrá empezar a conquistar los terrenos de juego y cumplir un sueño que ya no sólo es personal, que se convirtió en la ilusión de todo un país que quiere verlo entrar a un estadio mundialista y rugir. Colombia quiere gritar el gol del ‘Tigre’ en Rusia.

KAZÁN, RUSIA (Colprensa).

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