HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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La transformación de Petro, lo que no le gusta a la gente

A la gente no le gusta de Gustavo Petro su discurso incendiario. Lo identifican como la extensión del ´chavismo´ y se le vincula muy a menudo como un ´alumno´ de la Venezuela de hoy. Todos esos señalamientos los rechaza.

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ARGEMIRO PIÑEROS MORENO

Gustavo Petro Urrego tiene razones de peso para tener el espacio que ya se ganó en la historia de la política de Colombia. La posibilidad de llegar a ganar la Presidencia de la República este domingo la empezó a construir hace poco más de 40 años, cuando ingresó a la guerrilla del M-19.

Corría la década de los 70 y en la Colombia política se empezaban a hacer comunes los nombres de líderes insurgentes como Álvaro Fayad, Carlos Toledo Plata, Iván Marino Ospina y Jaime Bateman Cayón, este último el jefe icónico del M-19, que nació como resultado de una protesta al fraude de las elecciones de 1970 en la que salió vencedor el conservador Misael Pastrana cuando en las urnas lo hizo el general Gustavo Rojas Pinilla, quien poco más de una década atrás había sido el último dictador que ha tenido el país.

Al lado de esos hombres, de los cuales muchos murieron en combate o atentados y otros como Bateman en un accidente aéreo, se empezó a abrir paso Gustavo Petro Urrego, un joven costeño que más desde lo ideológico que desde la actividad militar comenzaba a construir el perfil que años después le daría un gran protagonismo.

Con una negociación que se gestó en el gobierno del liberal Virgilio Barco, el M, como se le decía a este grupo guerrillero, dejó las armas en marzo de 1990 y de inmediato logró un amplio protagonismo que estuvo marcado por el asesinato de su candidato presidencial y líder, Carlos Pizarro, además de convertirse en el partido revelación que ganó la Asamblea Nacional Constituyente que convocó el presidente César Gaviria en 1991.

En ese momento, el joven Petro, que había llegado al M-19 en la última parte de la década de los setenta, ya era líder destacado de una fracción de la Alianza Democrática, el nombre que tomaron tras dejar las armas que empuñaron durante 20 años.

El entonces economista Gustavo Petro, que se formó académicamente en la Universidad Externado de Colombia, había tenido sus primeros pinos en la política cuando fue concejal del municipio de Zipaquirá, Cundinamarca, en 1984. Y fue esa población la que le ayudó a conseguir los votos que le llevaron por primera vez al Congreso de la República, al ganar en 1991 una curul en la Cámara de Representantes.

Desde ese momento, Petro mostró el liderazgo que consolidaría con el paso de los años. Desde la Comisión Tercera, que trataba los asuntos económicos, el joven congresista se empezó a convertir en la piedra en el zapato del Gobierno. Pero también, rápidamente, le llegó su primera derrota electoral cuando pretendió reelegirse en 1994, lo cual le llevó a dar un paso por la diplomacia durante algunos años.

Otro revés electoral lo tuvo cuando aspiró por primera vez a la Alcaldía de Bogotá en 1997, pero un año después, en 1998, logró regresar a la Cámara de Representantes en llave con quien por varios años fue su socio político, Antonio Navarro.

Esa curul, nuevamente en la Comisión III, fue la que le permitió consolidarse como una de las nuevas figuras de la política de izquierda. En el gobierno de Andrés Pastrana, destapó uno de los escándalos de corrupción financiera más grandes de la historia reciente del país: la quiebra de los bancos Andino y Pacífico, situación que fue tapada durante algún tiempo por las autoridades.

Ya con rumbo propio y con una Alianza Democrática que no tomó fuerza, Gustavo Petro tuvo en la primera década de este siglo el momento de su consolidación. Hizo parte de la coalición de sectores que crearon el actual partido Polo Democrático Alternativo, al que llegaron sectores como el Moir, la Anapo y el Partido Comunista.

La llegada al Polo y su paso al Senado, le abrieron camino en uno de los campos que le han identificado en los últimos años: ser uno de los dirigentes que más ha denunciado la relación entre el paramilitarismo y la política, al punto que una de sus peleas más fuertes la dio con el entonces fiscal general, Luis Camilo Osorio, como también de responsabilizar al expresidente de la República Álvaro Uribe de los llamados ‘falsos positivos’ y de apoyar la ‘parapolítica’, de donde vinieron debates famosos como el hecho al poder de la empresaria Enilse López, conocida como ‘La gata’.

Pero su irreverencia, su liderazgo, le llevaron a que rápidamente se fuera distanciando del Polo Democrático, partido con el cual llegó a su primera candidatura presidencial en 2010, en donde junto a Clara López como candidata vicepresidencial alcanzó poco más de 1.3 millones de votos. Unos meses después, dio un paso al costado del Polo y conformó su propia organización política, la cual en primera instancia llamó Movimiento Progresista, con el cual ganó la Alcaldía de Bogotá en 2012.

Aunque la capital del país ya traía una estela de alcaldes de izquierda, como Lucho Garzón y Samuel Moreno, fue la administración de Petro la que generó más controversias y enfrentamientos, que le llevaron incluso a que en 2013 el entonces procurador general, Alejandro Ordóñez, lo destituyera del cargo, pero él en medio de alegatos jurídicos nacionales e internacionales logró quedarse en el cargo hasta el fin de su periodo en 2015.

Esa graduación en las ligas mayores de la política, Gustavo Petro la maduró en los últimos dos años. Migró de su movimiento Progresistas a uno más robusto, Colombia Humana, con el que decidió enfrentar la elección presidencial del 2018 ondeando una bandera principal: la lucha a la corrupción, un discurso que caló entre los electores que le llevaron a ganar en primera instancia la consulta interpartidista en marzo y ubicarlo en la segunda plaza de la primera vuelta presidencial el 27 de mayo pasado.

Su compañera durante estos cuatro años –de ganar– sería Ángela María Robledo, la candidata a la Vicepresidencia de la República, quien asegura que su trabajo como líder feminista, por los derechos humanos y por la equidad social, le llevaron a encontrar identidad con Petro.

“Es desde ahí en donde me encuentro con el proyecto de la Colombia Humana hacia una era de paz (…) encontré en el programa de la Colombia Humana un compromiso enorme, no solo con apoyar el silencio de los fusiles, sino con buscar la paz positiva para dejar de ser uno de los países más desiguales del mundo y cumplir la Constitución del 91”, aseguró Robledo./Colprensa

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