HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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Sensatez y política

Creo en la sensatez de las personas, así algunos de sus actos no lo sean, especialmente cuando la sensatez particular no nos ampara de las insensateces colectivas. Igual creo que somos sensatamente desconfiados, lo cual confabula en alto grado contra la cooperación, que muchas y más veces prevalece a pesar de todo, como lo demuestra la historia de la humanidad al haber conseguido en su transcurrir desplegar rutas cooperativas que se imponen por sobre la desconfianza.

En política, desarrollamos o mejor adoptamos una actitud complicada. Creemos que es demasiado sencillo alcanzar el bien común y materializarlo, sustancialmente un asunto de escueta honestidad; pero si no lo logramos es porque la política está plagada de personas deshonestas y perversas que tienen como objetivo beneficiarse a sí mismos y a los suyos, connotando lo cual una relación con la política bastante ambivalente. De una parte. Esperamos y exigimos de ella todo el bien, y de otra, la satanizamos porque está llena de personas ruines. Al final, termina siendo la política una cloaca. No tenemos en exacta cuenta que es muchas veces esa sensatez la que conduce a un mal resultado, cual es generalizar, hacer que paguen justos por pecadores al terminar juzgando a todos, buenos, mediocres y malos políticos con el mismo rasero, lo que es injustificable debiendo ser selectivos en nuestras apreciaciones y pareceres, de conformidad con lo que cada quien es y hace.

No todos son malos ni incompetentes, eso es determinante tenerlo en cuenta. Lo que está bien, bien está sin más vueltas; y lo que está o se hace mal, mal estará. Nutrimos una perspectiva y óptica de la política, diría yo que ingenua, al creer que si estamos como estamos es porque los políticos han sido y son egoístas, codiciosos, avarientos, retorcidos o malévolos, y sin razón ninguna no nos detenemos a reflexionar por que no trasladamos a la política, como acontece en otros campos, la relación costos/beneficios de cada opción, en cuanto al sentido común respecta.

Los ciudadanos en general, lo que considero una gran falencia, no nos detenemos a pensar la política en tales términos y olvidamos fácilmente que es en este ámbito donde debemos tomar importantes decisiones. No obstante, posible sea que el dilema más difícil lo ofrezca, en el presente, la simpleza con que se quieren tomar los asuntos públicos por trascendentales que estos sean, al actuar olímpicamente en relación a que la verdad y la razón son una sola, totalmente de acuerdo con sus preferencias, y que en la otra orilla están los malos, los corruptos, los ladrones, los explotadores, los idiotas útiles, los lacayos, los sicofantes, Nada más absurdo y nada más falso frente a la realidad y la verdad verdadera de las cosas y de los acontecimientos.

No les importa a unos ni a otros el hecho de estar frente a un dilema entre la república y la democracia. Por ello debemos apartarnos de lo demagógico y abrazar lo tangible, lo expuesto a nuestros ojos, lo real, por cuanto la demagogia, que nada construye ni ha construido nunca y sí perjudica ostensiblemente, consiste en reforzar en la gente su tendencia al olvido de los problemas políticos por graves que estos sean; y más, tal como ofrecer simpleza donde no la hay, verdades de a puño donde no existen, en cambio, deberíamos saber sí, que hay que pensar, reflexionar y actuar cargando con nuestras vacilaciones, incertidumbres, camino a buscarles soluciones sobre bases ciertas y no quimeras, sin que reine el temor; ante ello, los invito analizar el voto presidencial del 17 de junio del 2018, en beneficio de Colombia, en pro de la Paz que nos merecemos para el bienestar colectivo. Éxitos.

*Jurista

 

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