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De marea amarilla a tsunami, la selección Colombia juega de local

Primero fue en Saransk, después en Kazán. Ahora es en Samara. Esta marea amarilla inunda aeropuertos, estaciones de tren y paradas de buses. Y, luego, se toma las calles antes de seguir camino a donde tiene su cita con la historia, los estadios de Rusia 2018 en donde juega la selección. Un auténtico tsunami.

¿De dónde sale tanto hincha colombiano? Es la pregunta que se deben hacer los ciudadanos de estas tres ciudades. Porque no pasan inadvertidas ni su presencia masiva ni la alegría que encarnan juntos música, sombreros vueltiaos, camisetas y cánticos.

Y es esa la misma pregunta que se hacen los propios nacionales que apostaron a apoyar en vivo y directo el sueño mundialista. Además, ¿cuántos son?

En torno a esto último, cualquier cálculo se queda corto. Pero no son menos de 30 mil, a juzgar por lo que se vio en los dos primeros partidos frente a Japón y Polonia. Con toda razón cantaban «¡ya lo ven, y ya lo ven, somos locales otra vez!», ante el asombro de las minúsculas hinchadas de esos rivales.

Pero lo más interesante quizás es saber de dónde vienen y cómo hacen para ir de un lado para otro, sin aparentes angustias.

Para comenzar,  Rusia no es un destino caro. Por el contrario, el costo de vida es muy parecido al de Colombia. E, incluso, hay más de un producto y servicio que resultan más económicos.

Además, el hecho de que Rusia no exija visa invitó a venir a más de un aficionado. Aunque la mirada exhaustiva de las autoridades migratorias de este país a la hora de pasar los controles en los puntos de ingreso no es de simple trámite.

«Me impresionó la forma cómo detallan de manera milimétrica el pasaporte. Y luego comprueban que el fan Id o carnet que da la FIFA a quienes tienen boletas para los partidos sea auténtico. Pero si algo me llamó la atención, fue la mirada glacial del funcionario, sin que fuera descortés ni mucho menos. Pero el tipo no estaba ahí para sonreír sino para hacer su tarea», dice Nancy, gerente de un importante establecimiento educativo en Bogotá.

Al igual que ella, y superada esa prueba inicial de escaneo, lo demás ha sido fácil. Tanto, como encontrar gente de todas las regiones. «Venimos de San Andrés y somos un grupo grande», dice Catalina a Colprensa, mientras que quienes la rodean no dejan duda del tamaño de la excursión.

«Yo no descartaba que me iba a encontrar por estas tierras con algún conocido pero lo que jamás imaginé es que diera con tantos paisanos y amigos», apunta Juan Carlos Quirama, abogado vallecaucano, mientras sostiene una bandera tricolor que lleva el nombre del municipio de donde proviene, Tuluá, en las calles de Samara.

«Moniquirá», «Villavicencio», «Bucaramanga», rezan otras que pasan por su lado, mientras no falta la consulta cultural :»paisano, ¿sabe cuál bus me sirve para ir al museo del espacio?».

O alguna de mayor urgencia: «¿Tiene idea dónde puedo cambiar dólares marcados?». Cómo se sabe, en esta nación hay resistencia, en particular de los bancos, para recibir los billetes que lleven alguna señal como las que tradicionalmente ponen las casas de cambio en nuestro país.

Pero superadas esas preocupaciones, los hinchas entran, juntos y muy entonados, en otro terreno que se ha vuelto cotidiano, el de los cánticos.

Y es que queda poco del muy entusiasta «¡Colombia!, ¡Colombia¡, ¡Colombia¡ del ayer. Ahora el asunto es de las consignas. Por ahora ganan, y de lejos, «El tigre Falcao», «El que no salte no es tricolor», «Está noche tenemos que ganar» y «Cada día te quiero más», títulos de algunas de ellas.

Pero si de mostrar cohesión y fuerza para alentar al equipo nacional se trata, el partido contra Polonia significa un antes y un después. «Que recuerde, nunca había visto tanta pasión en una tribuna durante un partido de la selección. Ni en Barranquilla ha pasado algo igual», señala Vladimir Durán, un cartagenero asiduo a los partidos de eliminatoria y ahora presente en la ronda inicial del mundial. «Se cantó de principio a fin, hasta influir en el desarrollo mismo del partido», asegura.

Durán forma parte de esos miles de colombianos que apostaron a los tres primeros partidos, sin importar el resultado final de esa serie, para emprender el regreso entre viernes y domingo, y volver a sus actividades laborales tras dos semanas largas de kilométricos viajes para estar al lado de Pékerman y sus muchachos.

Y si bien eso era previsible, la diáspora de hinchas provenientes de toda la geografía nacional, lo que resulta más difícil de calcular es cuántos colombianos de los millones que habitan en el exterior se pusieron cita en Rusia. Tanto para secundar al equipo como para reencontrarse con el país que tuvieron que dejar, por las razones que sea.

«Yo vengo de Australia. Me vine con un amigo. Trabajamos allá en construcción. Soy graduado en finanzas pero quise buscar nuevas oportunidades. Llevo tres años allí sin parar. No puedo quejarme, tengo buenos ingresos. Y ahorré para darme este gusto, el de ver a mi equipo».

Quién habla es Diego («me reservo el apellido»). Lo hace a bordo de un bus que esquiva los huecos de la carretera que lleva de Kazán a Samara. «Cuando termine la primera ronda nos marchamos. Vamos a hacer antes una parada en Vietnam y luego sí de vuelta al trabajo».

Anamaría Zambrano vive en Barcelona. Llegó justo a tiempo junto a su novio, un salvadoreño, para ver el partido ante Polonia. No será más. «Claro que después del regalo que me dieron con ese partidazo que jugaron tengo para toda la vida», exclama a las puertas del Kazán Arena, en medio del atronador festejo de sus compatriotas.

Toronto, Nueva York, Miami, Houston, Madrid… La lista de hace interminable. Ellos se sienten más colombianos que nadie. De hecho, lo son. Con sus camisetas de última generación y con las estrofas de los versos de barra que tampoco les resultan extraños.

Y ese es otro de los tantos milagros de este equipo: su capacidad de unir a estas otras dos Colombias. La que le pone el pecho a la brisa en el territorio y esa que vive fuera pero suda la tricolor en el extranjero para alcanzar sus sueños.

Samara, Rusia Colprensa.

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