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La importancia del autodominio

Tener la capacidad de mantener bajo control las emociones y los impulsos perjudiciales de nuestro carácter, nos ayuda a meditar y afrontar con calma los contratiempos y dificultades. Con razón Sócrates exigía a sus discípulos una única virtud: el autodominio.

Pero el Autodominio no es solamente controlar las ganas, los deseos, las pasiones, dominar los vicios, es también esforzarnos por ser correctos con nosotros mismos e intachables con los demás.  Implica ser honestos y consecuentes en nuestro cotidiano actuar, es aprender a encontrar el significado que trascienda al sentido común.

El autodominio es una aptitud y habilidad esencial que nos permite controlar nuestras emociones y no que éstas nos controlen a nosotros, quitándonos la posibilidad de elegir juiciosamente lo que queremos sentir y expresar en cada momento de nuestra vida. El autodominio nos da serenidad y la serenidad nos da entendimiento, paciencia y tolerancia.

Esforzarnos por cultivar el autodominio no solo nos ayuda a refrenar o controlar los pensamientos y las acciones sino algo muy importante en nuestras relaciones con los demás, el habla, porque como bien lo indicara Sigmund Freud: ”Uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla”.

El no ejercer autodominio en el habla puede dañar muchas cosas buenas y sumir a la persona en toda clase de dificultades que pueden generarle problemas, conflictos, malos entendidos, odios, rencores, provocar profundas heridas y peligrosas reacciones contrarias. Por ello es importante destacar lo que nos señala un Proverbio Bíblico: “La calma de la lengua es árbol de vida, pero el torcimiento en ella significa un quebrantamiento del espíritu”.   

Una palabra necia generalmente se dice para hacer daño, para destruir, ofender o machacar en lugar de ayudar, porque se dice sin dejarse guiar por el autodominio sino arrastrado, muchas veces, por la ira, la pasión, la imprudencia o una vaga presunción que termina en desafortunados insultos y hasta en  sarcasmos y burlas, que en nada contribuye a la buena relación que conduzca a una agradable y beneficiosa convivencia.

En estos tiempos, más de acción que de reflexión, es importante cultivar la cualidad del autodominio como un verdadero “fruto del espíritu de Dios” para mantener un pensamiento, un decir y un accionar moderados y acordes con los más sanos principios de lealtad para con nuestros semejantes y fieles a la mesura de nuestras propias convicciones.

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