HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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Fin a 10 años de sufrimiento

La Operación Jaque fue una de las más grandes derrotas en lo militar contra las Farc. Sin disparar un solo tiro, las Fuerzas Armadas de Colombia le arrebataron a la guerrilla a un grupo de secuestrados, entre ellos tres norteamericanos, y la excandidata presidencial Ingrid Betancuort.

 El miércoles 2 de julio del 2008, un helicóptero MI-17 de colores blanco y rojo aterrizó muy cerca del corregimiento Los Lindos, en el departamento del Guaviare, para romper, de una vez por todas, las cadenas de 15 personas que llevaban años (algunos más de diez) secuestradas por las Farc.

 

Los ocupantes de la aeronave, miembros de las Fuerzas Militares, extrajeron de la infamia a estos 15 plagiados sin usar un arma, arriesgando sus vidas, pero –sobre todo– engañando, como nunca antes, a una guerrilla que para entonces aún contaba con suficiente poder militar para controlar grandes extensiones de zonas selváticas del país. Operación Jaque fue el rótulo que se le asignó a este golpe militar, un digno y acertado nombre para la operación de inteligencia más importante en la historia de Colombia, que este lunes cumple diez años.

La intrépida misión logró retornar a la libertad a Íngrid Betancourt; a los estadounidenses Keith Stansell, Marc Gonsalves, Thomas Howes; a los integrantes de la Policía subintendente Armando Castellanos, cabo primero Julio Buitrago, el sargento segundo John Jairo Durán y el teniente Javier Rodríguez; así como a los soldados cabo primero William Pérez, cabo primero José Ricardo Marulanda, cabo primero Amaón Flórez, sargento segundo Erasmo Romero, cabo primero José Miguel Arteaga, el teniente Juan Carlos Berneo y el teniente Raimundo Malagón.

Aquel día, cuando subieron al helicóptero en medio de supuestos periodistas, médicos y miembros del Comité Internacional de la Cruz Roja (uno de los grandes lunares de la operación, pues se usaron los símbolos del organismo humanitario), ninguno de ellos sabía que se trataba de un rescate. Solo se percataron de ello cuando ya estaban en vuelo y los guerrilleros alias ‘César’ y alias ‘Gafas’, sus carceleros, fueron rápidamente dominados por los miembros de la Fuerza Pública que fingían ser una comitiva humanitaria. A algunos les tomó tiempo entenderlo, pero ya en ese momento dejaban atrás muchos años de sufrimiento.

En el aeropuerto militar de Catam en Bogotá los esperaban sus familiares, la cúpula militar y miembros del gobierno del presidente Álvaro Uribe. Entre ellos, el entonces ministro de Defensa, Juan Manuel Santos. Precisamente, para el hoy jefe de Estado, este resultado fue el punto de partida para que la guerrilla de las Farc empezara en serio a pensar en un proceso de negociación de paz, ante la desventaja militar y de inteligencia en la que se encontraban en ese momento.

«La Operación Jaque tuvo dos efectos diametralmente opuestos: para nuestras Fuerzas Militares, nuestro Ejército, fue una inyección de moral, entusiasmo, optimismo, de seguridad en sí mismos; por otro lado, para las Farc fue un golpe mortal a su moral, a su capacidad de seguir en esa guerra que libraron durante tantos años. Fue determinante como un factor adicional en la búsqueda de la paz, porque se trataba de quitarle a la guerrilla ese deseo de continuar la guerra», asegura el primer mandatario.

El presidente Santos destaca que durante la etapa de planificación, en el momento que se contempló qué hacer con los anillos de seguridad de las Farc que quedaban en tierra, unos 300 guerrilleros, fueron los generales Freddy Padilla, entonces comandante de las Fuerzas Militares, y Mario Montoya, del Ejército Nacional, los que recomendaron no atacar a los insurgentes.

«Fueron los propios generales los que recomendaron que la operación tenía que ser totalmente limpia, eso tiene más valor, más impacto en la moral de las Farc, que si hacemos una operación de rastrillo al final del rescate», cuenta el jefe de Estado.

Ahora, en este décimo aniversario, también viene a los recuerdos el rostro y la voz del entonces teniente Raimundo Malagón, hoy coronel del Ejército, cuando se dieron a conocer las imágenes del supuesto equipo periodístico que intervino en la operación, el cual solo lo dejó decir una frase que lo hizo memorable.

«Mis palabras ‘soy el teniente Malagón del glorioso Ejército Nacional’ son el vivo reflejo de lo que es un soldado colombiano, es el espíritu de la demostración de lo que fuimos durante 10 largos años. En medio de vejámenes, siempre nos mantuvimos con ese espíritu», dice el oficial diez años después.

Tras una década del rescate, Malagón aún sufre las consecuencias de aquella experiencia. Por años vio esporádicamente al sol, en medio de la densa selva, y ahora padece un cáncer en la piel del que tuvo que ser intervenido hace pocos días.

En lo sicológico, el coronel asegura hoy que su formación en casa, el entrenamiento que le dieron en el Ejército y el anhelo de conformar una familia le ayudaron a mantener la esperanza para continuar con su vida tras años de secuestro.

«En los primeros meses es muy difícil aceptar esa situación, de hecho muchas veces me despertaba a las cuatro y treinta, cinco de la mañana, estando convencido de que estaba dentro de la base militar con mis soldados, pero luego me daba cuenta de que estaba amarrado a dos cuerdas», cuenta el oficial.

Malagón, tras años de analizar ese momento en el que dice le devolvieron la vida, expresa su agradecimiento al personal de inteligencia que planificó la operación de rescate, en especial a aquel suboficial de comunicaciones que presentó la idea de realizar la infiltración.

«La Operación Jaque es una proeza que será recordada por tiempos inmemorables, es el caballo de troya de la modernidad. Tiene unos componentes grandísimos de planeación, estrategia, innovación, liderazgo y secreto, aspectos que la hacen una operación magistral. De hecho, la Escuela Superior de Guerra tiene un componente de estudio como un caso táctico de operaciones secretas», señala el coronel.

El oficial incluso recuerda que el nivel de secreto fue tal que los médicos y psicólogos que fueron designados para empezar a resocializarlos también se mostraron sorprendidos cuando notaron que en realidad no habían sido convocados para una jornada cívico militar sino para atenderlos a ellos. Situación similar a la que debió atravesar el personal que realizó el rescate, quienes estuvieron incomunicados ocho días antes de la operación.

Ahora Malagón continúa soñando, mantiene anhelos, quiere terminar el curso de inglés que realiza en la actualidad para luego estudiar ciencias políticas o derecho.

Otro de los miembros de la fuerza pública que regresó a la libertad gracias a la Operación Jaque fue el sargento de la Policía Julio Buitrago, quien realizó un proceso de readaptación diferente, el cual en lo social y familiar no fue tan complejo, a pesar de que cuando llegó quien era su pareja antes del secuestro ya había formado una nueva vida en el exterior.

El sargento cree que su formación y experiencia le ayudó a afrontar el secuestro y el retorno a la libertad. Él se crio en Boyacá, se unió a la Policía y fue designado a Barranquilla, en donde hay una cultura completamente diferente, luego pasó por diferentes unidades operativas y también hizo un curso de contraguerrilla en el Ejército.

«Creo que cada uno llevó esa parte acorde a como ha sido su vida. No soy psicólogo, pero de esta experiencia aprendí que si a uno en la vida le ha tocado sufrir para surgir, le queda más fácil la adaptación a la sociedad y creo que por esta razón gracias a Dios no me dio tan duro volver a empezar de cero», dice el suboficial, quien logró conformar un nuevo hogar.

Buitrago, cuando regresó a la ciudad, se sorprendió con los adelantos tecnológicos. Cuando se lo llevaron, lo normal eran los teléfonos fijos y los televisores de perilla, sin embargo, no se amilanó y aprovechó las becas que le ofreció la Policía Nacional para estudiar tecnología de mantenimiento aeronáutico en la Escuela de Aviación de San Sebastián de Mariquita, Tolima, y actualmente trabaja con los aviones DC 3 de Antinarcóticos.

A él se suma el coronel de la Policía Javier Rodríguez, quien relata que tras su regreso debió someterse a un intenso proceso de capacitación, con actualización tecnológica, manejo de sistemas y énfasis en la nueva normatividad para volver a tener personal a cargo, estudios que logró superar con éxito y ahora hace parte del Comando Operativo del Departamento de Policía del Meta.

«Ahora tenemos una Policía más organizada, más tecnológica, contamos con herramientas que hacen más fácil el control de la convivencia y seguridad ciudadana, gracias a la integración de mucho software a nivel institucional, y lo digo porque conozco varias Policías del hemisferio, por lo que puedo decir que Colombia está a la vanguardia de la integración tecnológica», expresa el coronel.

Cuando el oficial fue secuestrado estaba soltero, por lo que no debió enfrentar la problemática de tener un hogar a medias. Sin embargo, en lo personal tuvo que prepararse para volver a interactuar con sus familiares y amigos.

«Uno sentía que no encajaba, a veces uno se sentía extraño, al principio llegaba a ciertas reuniones sociales y hablaban de temas políticos o tecnológicos que yo desconocía, lo que me motivó a investigar sobre lo que había pasado en mi ausencia», narra el oficial.

En su caso, considera que la parte sicológica está superada, tiene cicatrices, pero no se siente afectado, sin embargo, aún mantiene secuelas en su salud relacionadas con problemas gástricos y en la espalda.

«Fueron muchos años caminando con equipos de campaña, cargando nuestras mochilas a la espalda, caídas que generaron problemas de columna que no tienen una recuperación completa», señala el coronel.

Para los once uniformados y los cuatro civiles liberados hace diez años en esta heroica misión, significó un renacer tras una larga pesadilla que concluyó con aquel rescate sin precedentes. Para la Fuerza Pública, dicha operación dividió su historia para iniciar una nueva etapa de dominio y fuerza sobre unas Farc debilitadas. “El fin del fin”, como lo denominó más tarde el general Freddy Padilla de León./Colprensa

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