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Países vecinos les cierran fronteras a las disidencias

“Perú llegó tarde a la fiesta”, así explica Kyle Johnson, analista para Colombia de Internacional Crisis Group, las 51 capturas que se presentaron durante la semana pasada en la frontera norte peruana.

Las detenciones se produjeron en un operativo antidrogas en la provincia de Putumayo, y entre los implicados había 40 colombianos.

 

Esa crítica situación de organizaciones ilegales de origen colombiano en territorio peruano obligó a declarar al gobierno de Martín Vizcarra el estado de excepción por 60 días, para obtener los recursos y personal necesarios para hacerle frente.

Mauro Medina, ministro del Interior de Perú, dijo que no hay certeza de que entre los capturados haya disidentes de las Farc, pero los investigadores del conflicto en Colombia confirman que en esa frontera ha operado históricamente esta guerrilla, quienes “bajan desde Guaviare hasta Amazonas. Esa triple frontera ha sido un sitio de narcotráfico, tráfico de armas, minería ilegal de oro y coltán. Puede haber gente del frente 48”, explicó Johnson.

 

Obviamente no se trata de un fenómeno nuevo. El 14 de mayo pasado, EL COLOMBIANO reveló cómo personas que se hacían llamar miembros de las Farc estaban reclutando menores de edad en el río Putumayo y en escuelas peruanas. De hecho, entre los capturados resultaron cuatro menores de edad.

“Lo de Perú ha sido algo del nivel tolerable por décadas, lo que sería distinto es esa presencia tan flagrante y grande de la disidencia, que es algo que nadie ha calculado a ese nivel. Es raro que haya tanta gente, por lo que puede haber una mezcla entre lo que serían disidencias y narcotraficantes peruanos y ecuatorianos”, dedujo el analista.

 

Esto porque las disidencias heredaron las redes de cooperación criminal con las que contaban las Farc, que en esa zona son usualmente familias de tradición narcotraficante.

 

LAS OTRAS FRONTERAS

Ecuador, Brasil y Venezuela han padecido también la expansión de las disidencias. El primero ha virado la relación bilateral y tomado una parte más activa en la lucha contra el crimen organizado; en cambio, los dos últimos, inmersos en graves problemas internos, han dejado el asunto para tratarlo después.

El 28 de junio, por ejemplo, el ministro del Interior ecuatoriano, Mauro Toscanini, confirmó que la Policía de su país detuvo a 52 personas presuntamente relacionadas con el frente Óliver Siniesterra, grupo disidente de las Farc liderado por Wálter Patricio Arizala, alias “Guacho”, quien secuestró y asesinó a cinco ciudadanos ecuatorianos y atentó con explosivos en la provincia de Mataje, en donde murieron cinco marinos.

 

Johnson señaló que el presidente Lenin Moreno tiene una política menos laxa con la criminalidad que la que tuvo Rafael Correa, que incluso permitió la construcción de campamentos guerrilleros en su territorio, como en el que murió “Raúl Reyes”.

Pero con Brasil y Venezuela las cosas son distintas. De acuerdo con Arlene Tickner, investigadora del Observatorio de Crimen Organizado, “las disidencias de las Farc que tenían vínculos con diferentes facetas del narcotráfico sencillamente han continuado haciendo lo que venían haciendo (…) Simplemente no soltaron el control sobre esas actividades”.

 

Y un estudio de Insight Crime reveló que las disidencias del Bloque Oriental siguen utilizado las rutas con Brasil y Venezuela. Ya son conocidos los nexos entre la disidencia de “Gentil Duarte” con el Primer Comando Capital (PCC), la mayor organización criminal del gigante suramericano.

De hecho, el 31 de marzo pasado el Ejército incautó 400 kilos de cocaína en el municipio El Encanto (Amazonas). El reporte militar confirmó que la droga estaría avaluada en $1.800 millones y pertenecería al Grupo Armado Organizado Residual Frente Primero. Tenían como destino Manaos (Brasil). Sin embargo no son significativas las noticias de la acción del Estado brasilero sobre esas estructuras.

Y de Venezuela, ni se diga. Las disidencias van y vienen entre ambos países, afirmó Johnson, pero la crisis económica y diplomática del vecino país no permite que haya colaboración binacional para enfrentar la problemática.

Queda un poco libre de disidencias la frontera con Panamá, que es dominada en el lado chocoano por el Eln y por el antioqueño por el Clan del Golfo, lo que seguramente se reconfigurará si el grupo de “Otoniel” se somete a la justicia.

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