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La mejor película

Pájaros de Verano, la cinta dirigida por Cristina Gallego y Ciro Guerra, que se estrenó en Colombia el 2 de Agosto y muestra la historia de una familia indígena que, en la Guajira de los años setenta, se vio inmersa en ese espiral trágico de ambición y de locura que trajo la bonanza marimbera es, sin lugar a dudas, una obra de arte.

Narrada principalmente en lenguaje wayú y actuada fundamentalmente por nativos, la película muestra ese entorno de magia, de supersticiones y de sueños; ese mundo donde el matriarcado reina pero el machismo es ley; esa historia del auge de la marihuana que, en la Guajira, como en todas partes, fue provocado e impulsado por el ansia de consumo de los gringos. (Eso es exactamente lo mismo que ha ocurrido con la coca; pero ese es otro cuento).

Esta historia, real, que narran Cristina Gallego y Ciro Guerra, comienza cuando Rahpayet Abuchaibe se enamora de Zaida, un miembro de una familia wayú, de apellido Pushaina, cuya madre, Úrsula, que no gusta de su posible yerno, le exige una enorme dote en chivos y collares para concederle la mano de su hija. Raphayet no tiene cómo obtener el dinero para hacerse a la dote. Y se marcha decepcionado…

Entonces aparecen los gringos: en una especie de cantina situada en medio del desierto guajiro, él escucha que unos estadounidenses pertenecientes a los Cuerpos de Paz, (un invento del Presidente Kennedy dizque para luchar contra el comunismo en América Latina), le preguntan con insistencia al cantinero si puede conseguirles marihuana… Empujado por el amor, Raphayet se levanta, les dice que él les suministra la hierba, y se va en busca de un jefe de otro clan wayú que siembra café y lo convence de que cambie el café por marimba, pues son mucho mayores las ganancias que puede obtener con ella.

Los gringos reciben felices la marihuana. Se la fuman. Se divierten con ella. Los americanos se involucran en el negocio: son ellos los que reciben los costales repletos de hierba que cargan en avionetas parqueadas en el desierto guajiro. El negocio crece. Comienza a llover dinero y, con él, surgen las exageraciones, las sandeces, la vulgaridad, el despilfarro y la corrupción que trae la plata fácil.

Luego se desborda la ambición. E invade el mundo guajiro y los valores wayú: los desfigura, los contamina… Y con la ambición, por supuesto, llega la violencia… Y comienzan los ajustes de cuentas, las muertes y las masacres…

Y, así, Cristina Gallego y Ciro Guerra, en medio de paisajes preciosos y de detalles fílmicos sorprendentes, como ese que capta varias veces la imagen de una especie de grillo enorme de colores, dibujan magistralmente la Guajira y su cultura, y retratan esa tragedia nuestra del maldito narcotráfico; tragedia inducida por el país del Norte; tragedia que nos arrebató a líderes tan importantes y tan difícilmente reemplazables como Luis Carlos Galán y Rodrigo Lara en la política, y Guillermo Cano en el periodismo; tragedia que muta, que crece, que no se acaba hasta tanto la coca la produzcan ellos, como producen ya la marihuana…

*Periodista y Escritora

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