HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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Reflexión dominical: La foto de nuestro país

Los corruptos no irrumpen, no llegan de la nada ni aparecen de repente. Les vamos dejando puertas abiertas, de a poco, y ellos las encuentran, de a poco. Por eso mismo, tampoco es cierto que nos sorprendan. Todos los días los vemos cerca, los conocemos, y aunque de vez en cuando nos asombre alguna de las formas que toman -ahora nos tienen boquiabiertos con su versión en las altas cortes y en las campañas presidenciales-, sabemos que siempre están a punto de abrirse un camino nuevo.

Los corruptos no son inconscientes, no están sometidos a su animalidad irrefrenable. Los corruptos se van haciendo, de a poco, van tomando opciones a voluntad, de a poco. Son hombres y mujeres ansiosos por salir de sus vacíos, de su falta de plenitud, como todos. Y se dejan tentar, de a poco. Tienen muchos deseos por cumplir y se quedan con el engaño de que todos pueden ser cumplidos -no saben que al final tampoco dormirán tranquilos en las noches-. Dan un paso, no pasa nada; otro paso, no pasa nada. Hasta que toman la decisión consciente de quitarnos todo, de arrebatarnos la oportunidad de vivir con dignidad, en resumen, toman la decisión de apropiarse de los demás. Porque ser corrupto es eso, querer comerse a los otros.

Las puertas que les vamos dejando abiertas son justo las causas de la corrupción. Esas causas son concretas, tienen nombre. No son ideas como “la falta de valores”, “la naturaleza corrupta del hombre”, ni “la crisis institucional”, estas no explican sino que resumen, no advierten sino que pasan la página, no aclaran sino que abstraen, no nos exigen una moral sino que nos expían a punta de moralina.

Hace menos de un mes, Fedesarrollo publicó un estudio escrito por Vivian Newman Pont y María Paula Ángel Arango, dos investigadoras de Dejusticia. Esta indagación hace un recorrido, entre otras cosas, por las condiciones que favorecen la corrupción, justamente las puertas que dejamos abiertas.

Asume que la corrupción se vale de 4 condiciones culturales. Primero, la debilidad institucional. Retoma que el Estado colombiano no ha llegado a la modernidad, no ha logrado subsumir bajo el imperio de su ley a la totalidad del territorio. Añadiría que esta imposibilidad del Estado es también sus ganas de imponerse a como dé lugar, a pesar de la falta de sintonía y de legitimidad con el pueblo que busca institucionalizar.

Segundo, el clientelismo. La perpetuación del modelo hacendatario que describió Fernando Guillén. Subsiste la fascinación por quedarnos a vivir en la vieja hacienda, donde está vivo el fetiche por el patrón, por el jefe, que abusa de nosotros pero no importa, porque todo lo otorga y todo lo provee, porque sabe nuestro nombre. En el estudio se describe al clientelismo como una red de lealtades para garantizar un intercambio de favores, pero las lealtades son asimétricas, en los que unos se comen a los otros y estos otros todavía creen que alguna promesa les van a cumplir, para no quedarse solo con las migajas.

El tercero es el narcotráfico, que conoce y justifica la ilegalidad que produce riqueza. El cuarto es la cultura de incumplimiento de normas, que no reconoce valor ni justicia en la ley.

El estudio también dice que existen 4 causa institucionales. Primero, los monopolios dentro del Estado; segundo, la discrecionalidad de los funcionarios. Se refiere a que los funcionarios pueden adelantar algunos procedimientos según su arbitrio y su visto bueno, sin ninguna norma que los limite o los guíe, solo bajo la lógica de las contraprestaciones. Sucede en esos monopolios que el Estado conserva para los políticos: la contratación pública (más grave en la contratación directa), el acceso a los empleos del Estado (más grave con los cargos provisionales o por prestación de servicios), la expedición de licencias o de permisos, entre otros.

Tercero, la falta de control social; cuarto, la falta de sanción. Se refiere a la falta de rendición de cuentas, la falta de acceso a la información de las entidades públicas, la falta de responsabilidad de los partidos, la falta de imparcialidad de las entidades de control por estar politizadas, la falta de coordinación entre estas.

Hablar las causas es estar cerca de las soluciones que le cortan el paso a los corruptos. Pero todavía nos cuesta nombrarlas. Esa es la foto de este país caníbal: los corruptos alistándose para comernos y nosotros con las puertas abiertas de par en par.

*Internacionalista

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