HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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La reforma urgente e indispensable

Hemos insistido por décadas en la urgencia de una profunda reforma a Justicia. Cuando fui viceministro de Justicia trabajé sin descanso en ello, junto con el ministro Fernando Londoño. Preparamos un proyecto de reforma integral hasta que las altas Cortes lo hicieron fracasar.

Hoy la reforma apremia más que nunca. Antes se destapaban crímenes de fiscales, jueces y magistrados de tribunales, de desfalcos contra el Estado. Pero el caso de tres ex presidentes de la Suprema en casos de corrupción es la tapa de la olla. Que la putrefacción saltara al más alto tribunal solo hace inocultable lo que ya se sabía.

No ayuda que el Gobierno y las aún sumisas mayorías del Congreso escojan los magistrados de la Corte Constitucional porque le aprobarán al Gobierno lo que haga, con el pretexto de “la paz”. Los magistrados de la Constitucional deben proteger la democracia y la Constitución, no ser serviles a Santos y a sus compinches de las Farc.

Nada es igual desde que el M19 asaltó el Palacio de Justicia y asesinara a los magistrados que aprobarían la extradición a los EEUU. Y desde que la Constitucional sustituyó la función constituyente del Congreso, desplazó el poder político del legislativo a los jueces constitucionales. Pero mucho va de esa discusión a esta inmundicia y podredumbre de corrupción.

La reforma es ya indispensable y con varios puntos: uno, la arquitectura de la rama. De los dos que había en la Constitución del 86 ahora hay innumerables altos tribunales, con gran costo y choques constantes entre ellos. Un único tribunal con una sala constitucional autónoma eliminaría los roces, haría más eficiente y coordinado el trabajo jurisprudencial y bajaría los costos; otro, quitarle funciones electorales a los altos magistrados que duran años para acordar nombres para postular o elegir, y los politizaron. Hay que subir las edades de ingreso y de salida de las cortes, y que las más altas magistraturas sean el culmen de una carrera jurídica y no un trampolín para hacer política o litigar luego ante sus antiguos colegas. Hay que prohibir el salto de magistrados entre los tribunales. Y definir una veda para nombrar parientes en los órganos de control y en el ejecutivo y para otorgar contratos esas entidades (Santos enmermeló a varios de la Constitucional). Y hay que crear mecanismos para rendir cuentas y para juzgar a los magistrados.

Se necesita también la seguridad jurídica y la celeridad en los fallos judiciales. Sin ellas es imposible una economía sana en el país. Y hay que trabajar con la Constitucional sobre el costo de sus sentencias, y sobre su jurisprudencia sobre derechos de poblaciones indígenas y afro, y la consulta previa.

Urge acercar la justicia al ciudadano mediante las casas de justicia y las comisarías e inspecciones de policía. Y es indispensable evaluar la formación jurídica. Hay más del doble de programas de derecho que hace diez años (18.811, y solo 39 son de alta calidad). No todo es modificaciones institucionales o normativas. Sin buenos abogados no habrá cambio posible. Como en casi todo, la clave está en las personas.

Se necesita también la seguridad jurídica y la celeridad en los fallos judiciales. Sin ellas es imposible una economía sana en el país.

*Abogado

 

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