HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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El Atanasio iluminó el camino de la estrella 29

Las filas inagotables e impacientes parecían no acabarse nunca, de vez en cuando pasaba fugaz una cinta en la cabeza o una bandera blanca con un punto verde o rojo justo en la mitad, un símbolo que inundó gran parte de la ciudad hace dos años y que quedó como recuerdo de tiempos inolvidables:_el viaje al Mundial de Clubes.

Hay recuerdos que duelen. Pero este, más que doler es como una necesidad latente de volver a materializarse una vez más, pero para llegar hasta allá hay que andar y desandar caminos como la noche de ayer en Atanasio.

La fe del hincha es inagotable. ¿Cuántas almas abatidas en las dos finales pasadas repitieron la procesión para ingresar al estadio y decidieron vivir otro momento de incertidumbre, plagado de yerros de la delantera verde y los punzantes peligros del Caldas?

Pero esta vez había algo diferente, algo en el aire, un entusiasmo que sale de alguna parte incierta y que lejos de apagarse con opciones dilapidadas, como la de Aldo Leao Ramírez, aumentaba como oleada de certezas colectivas.

Los cánticos dirigidos desde la tribuna sur jamás perdieron de foco su deber principal:_empujar a los once verdolagas en cancha cuando la tensión parecía absorverlos.

Por eso, quizás la nota baja de un espectáculo que demostró lo que tiene el fútbol colombiano por ofrecer, fue la hinchada manizaleña, que llegó masivamente a Medellín, sin embargo, prefirió en varios tramos del juego insultar con cánticos destemplados a la hinchada local que los acogió con aplomo.

Fue una pequeña nota discordante en una noche de esas que le recuerda hasta al más desilucionado de este deporte, por qué significa tanto en la vida cotidiana de tanta gente.

En un momento, tras el empate de Caldas, el estadio saltó en sincronía, incluyendo la afición del Once. Y  fue bellísimo ver que aunque los colores marcaban una diferencia, cuando la gente entiende de qué se trata esta fiesta todo vuelve a tomar sentido.

El Atanasio volvió a ser lo que siempre ha sido. En el entretiempo, con el marcador a favor por el gol de Vladimir Hernández, René Higuita se paseaba nervioso por los bajos de occidental. Con un rostro poco ajeno a él; serio, ansioso. “Hermano, es que tengo muchas ganas de que estos muchachos tengan revancha. Yo que madrugo a entrenar junto a ellos todos los días sé lo que han luchado y sufrido. Dios quiera que esta vez sí sea”, dijo con una sonrisa nerviosa.

Y fue posible porque la hinchada dejó fuera del estadio las ínfulas y los recelos. Cuando el equipo lo necesitó la tribuna vibró de una forma tal que hizo recordar esas noches coperas en las que Nacional le recordó al continente su nombre. Daniel Bocanegra desató la locura, ese grito reprimido desde hacía 16 meses desde la última consagración.

Pero, paciencia, falta un tramo largo para regresar allí. Como coinciden Estiven Vélez, Diego Toro y otros exjugadores presentes ayer, este proyecto está partiendo desde cero. El verde puede llegar de nuevo hasta ese destino que ya recorrió, pero necesitará más noches como la de anoche. Es buen inicio. 

 

Medellín El Colombiano

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