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México: nuevas expectativas políticas    

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 Se posesionó el pasado sábado Andrés Manuel López Obrador (AMLO) como presidente de México, para el periodo 2018-2024, bajo los focos del mundo expectante e inquieto en dirección a la gestión que el nuevo líder llama la Cuarta Transformación. El polémico mandatario toma las riendas del país centroamericano luego de varios intentos en los que o fue inhabilitado para participar, o perdió por estrecho margen las elecciones, en un país que no logra superar graves problemas sociales, de corrupción y de incidencia del narcotráfico en la vida cotidiana.

De hecho, AMLO recibe del saliente Enrique Peña Nieto un país en el que los homicidios han alcanzado niveles históricos, al punto de que el gobierno saliente fue calificado como el sexenio más violento desde que existen estadísticas. La desaparición forzada de 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, hace cuatro años, y los más de 37 mil desaparecidos reportados en el país, agravaron la situación y el reclamo social, y abrió las puertas a la llegada de la oposición. Las extorsiones y los secuestros también han crecido de manera exponencial, panorama que será el gran reto para el nuevo presidente. El mandatario también vendió la ilusión de cambio a los sectores más pobres del país, sobre todo a favor de los pueblos indígenas, de quienes recibió el bastón de mando.

Para atender los problemas de violencia, AMLO anunció la integración de una Guardia Nacional, con el respaldo de una consulta ciudadana, aunque analistas desestiman la efectividad de esa medida y piensan que debe darse un vuelco institucional profundo en esa materia. Si realmente quiere que históricamente su gobierno esté a la altura de la Independencia de 1821, de la Reforma liderada por Benito Juárez a mediados del siglo XIX y la Revolución contra el  régimen de Porfirio Díaz, como lo ha asegurado, tendrá que vencer a las mafias que dominan el país, tarea nada sencilla. Se teme, por esto, que en realidad termine siendo una transformación de cuarta, como lo vienen pregonando sus adversarios políticos.

No obstante, desde afuera lo que más interés despierta es lo que el mandatario hará con la economía, tomando en cuenta que la mayoría de aliados que tiene en el Congreso le permitirá impulsar las reformas que ha prometido, y que apuntan a cambiar de manera profunda el panorama tradicional en ese campo. Si bien desde su elección se dedicó a tranquilizar al sector privado, asegurando su lejanía del chavismo, la presencia de Nicolás Maduro en el acto de posesión genera bastantes interrogantes y preocupaciones. En el mismo sentido también inquieta su decisión de suspender la construcción del nuevo aeropuerto de Ciudad de México, que urge tener una moderna terminal aérea en una megaciudad como esa.

Se teme que México se convierta en epicentro de un nuevo populismo que irrespete los marcos legales y genere inseguridades jurídicas que incuben el caos. Ojalá predomine la sensatez, y que en lo referente a la crisis de migrantes centroamericanos hacia los Estados Unidos AMLO también logre actuar con gran ecuanimidad, que no solo ayude a proteger la vida de quienes buscan el llamado sueño americano, sino que establezca lazos de diálogo sensato con los norteamericanos que ayuden a una salida digna de la crisis humanitaria que comienza a tomar visos graves. Ojalá que todas las prevenciones que se tienen frente a su gobierno se queden solo en eso, y que México encuentre un nuevo camino menos violento, menos corrupto y más próspero por el bien de América y el mundo.     

 *Internacionalista.

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