HOY DIARIO DEL MAGDALENA
Líder en la región

Ciudades militarizadas

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Mucha polvareda levantó el debate provocado por la insinuación de sacar a las calles el personal del ejército para que cumpla misiones o funciones de policía. Y no es para sorprenderse,  pues no será  la primera ni última vez que se sugiera esta estrategia para combatir la delincuencia y tratar de orientar al ciudadano hacia un comportamiento responsable y ajustado a la ley.

Lo que si impresiona es el desconocimiento que sobre el tema tienen varias personas que posan de expertas y conocedoras de la  seguridad ciudadana; porque para nadie es un secreto que las misiones del ejército y la policía son diametralmente diferentes: el uno responde y defiende la soberanía, mientras la otra se entiende con el orden público interno. No vamos a profundizar sobre estos dos aspectos, y limitémonos a un análisis superficial pero, claro, de las connotaciones que estas propuestas de ser aceptadas pueden generar; no podemos perder de vista que el soldado representa la nación y su dignidad no puede ser mancillada; donde se para un soldado, la soberanía está asegurada, si ese  servidor es vilipendiado, es Colombia  la irrespetada. Por ello se debe preservar nuestro ejército de enfrentamientos con ciudadanos,  por situaciones  de inconformismo  o protestas sociales. El ejército siempre es y será una fuerza seria, reservada para situaciones de gran calado.

Es por ello que existen en la policía fuerzas de choque a quienes se forma y equipa para  enfrentar momentos difíciles con alteración del orden público, evitando  a toda costa la asistencia militar por las razones anteriormente expuestas, no se puede concebir a un soldado ejerciendo funciones de policía, no los imaginamos dirimiendo una riña, manejando un borrachito descontrolado, o mediando en un matrimonio con violencia familiar, mucho menos buscando ladrones en  residencia, o tratando de apaciguar un grupo de drogadictos energúmenos. Excúsenme lo pueril  de los ejemplos, pero quiero hacer énfasis en que su formación no está direccionada hacia esas problemáticas que necesitan experiencia, capacitación, templanza; un policía no se improvisa, pues a más de tener vocación, lo debe acompañar una gran dosis de abnegación.

Así como los policías no pueden desempañarse con solvencia defendiendo una frontera, por falta de entrenamiento e instrucción, es muy riesgoso destinar un grupo de soldados a misiones policiales especializadas. Una cosa es apoyar la fuerza púbica en actuaciones sociales y otras enfrentar situaciones donde las leyes no los amparan por infinidad de razones.

Señores alcaldes tengan mucha prudencia en estos temas, las leyes son claras y fijan responsabilidades a los miembros de la fuerza pública en su misión constitucional. Como lo dijimos en un comienzo, no vamos a profundizar en un debate sobre derecho de policía, innecesario para personas pensantes. Bástenos estas pocas consideraciones, y recuerden: militares en las calles, ciudad militarizada, ciudadanía preocupada e imagen deteriorada.

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