HOY DIARIO DEL MAGDALENA
Líder en la región

Hablar por hablar no construye 

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Habladores, por definición aquellos que hablan mucho, con impertinencia y molestia de quien los oye; aquellos que por imprudencia o malicia cuentan todo lo que ven y oyen; como también fanfarrón, valentón o mentiroso; son seres insustanciales, dañosos, perversos, maledicentes que han existido siempre, lo que no importaría si ello no obstaculizara, como en efecto cantidad de veces sucede, aspectos fundamentales de la vida en sociedad. Y lo es mayormente al aflorar problemas cuando sus afirmaciones gozan de credibilidad y se convierten en referentes verdaderos en quienes gobiernan y dirigen. Hablan por hablar de todo lo divino y humano, se ajustan a las circunstancias de conformidad con sus conveniencias, lo mismo que dominan y conocen temas y secretos.

Son sin duda una especie de encantadores de serpientes y se procuran lugares importantes en la sociedad en la que actúan. Son personajes centrales de un mundo necio que vive de vender imágenes según los pobres y peores diseños que imponen los “gurúes” de la ya muy manoseada psicología de masas. Esos habladores muchas veces lo dañan todo, al incidir ciertamente en quienes ya son o aspiran a dirigir los destinos de una comunidad. Cumplen su propia función, pero así mismo desdibujan y debilitan en real medida los objetivos y propósitos en los que debe centrarse ese dirigente o aspirante a serlo, haciéndolos caer en la trampa de los vendedores sibilinos de ilusiones que a la postre destruyen las esperanzas de los pobladores.

Hacen con sus consejas que dichos líderes, si así pudiesen llamarse, generen falsas expectativas y creen fantasmas de soluciones. Los inducen a recurrir a la retórica y a la improvisación, a conductas “non santas” con tal de que alcancen como fuere el poder que aspiran pelechar como pago de sus obsecuencias. Es definitivamente en la política donde ha adquirido plenitud la habladuría, como lo vemos de cuerpo entero en el populismo, don de la actitud popular es de aprobación.

No podemos seguir viviendo el tiempo de los habladores y mucho menos de las resultas que traducen sus mentiras y superficialidades, que generan y se convierten en elementos letales de la sensatez y el buen juicio. Importa que en todas partes, pero principalmente en los entornos políticos esa clase de adefesios desaparezcan y no sigan gozando de cabal salud. No se puede permitir más que los habladores prosperen en los más de los órdenes. Habladuría y populismo, de no ponérseles coto, darán al traste con las buenas y mejores intenciones que puedan existir, al tiempo que marcarán más temprano que tarde y más pronto que después, la deriva de nuestros pueblos,por cuyas razones debemos en Colombia,en el Magdalena y en Santa Marta actuar de conformidad con seriedad y responsabilidad en busca del beneficio colectivo.

*Jurista

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