HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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Bicentenario

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Es una oportunidad excepcional. La conmemoración de los 200 años de la batalla que consolidó la independencia de Colombia nos ofrece una buena razón para reflexionar con rigor constructivo y crítico sobre lo que hemos hecho como nación. Con mucha expectativa estoy atento a las contribuciones que en esta materia pueden hacer diferentes entidades y grupos de nuestra sociedad. En la medida que este sea un esfuerzo plural, diverso, nacional, departamental y municipal este repaso histórico se enriquecerá.

Universidades y tanques de pensamiento tienen mucho que aportar. Y el gobierno podrá beneficiarse en un buen momento de diagnósticos y proyecciones invaluables. Cada sector puede contar una historia que ayudará a reconstruir la confianza que se ha venido perdiendo. Confianza en las instituciones, en la vida política, en los dirigentes públicos y empresariales, en nuestras instituciones educativas.

Y, claro está, a devolvernos el optimismo, ahora desfalleciente, gracias a lo que hemos sido capaces de realizar en todos los campos, no obstante tremendas dificultades y situaciones altamente desfavorables. Quien repase lo que ha sido el desarrollo económico y social de Colombia en medio de amenazas a nuestra estabilidad, violencias de diverso tipo, crimen organizado en sus manifestaciones más terribles, corrupción creciente, altos niveles de inequidad, etc., no podrá menos de expresar su admiración.

Hace más de diez años con el apoyo del Banco Interamericano edité un libro que contó con la colaboración de expertos reconocidos en diversas áreas para describir un aspecto de esta historia. Luego lo complementé con la ayuda de Colciencias. ‘Fortalezas de Colombia’ se titula. Y buscaba demostrar precisamente cuáles eran los factores que habían permitido que nuestra democracia aguantara, esa es la palabra, que nuestra economía no hubiera sufrido grandes descalabros, que hubiera un desarrollo social notable, que no obstante los intentos insurgentes las instituciones, nuestro apego al derecho, hubieran prevalecido.

Estas y otras tradiciones dignas de recodar y de revigorizar explican que Colombia no sufra hoy los fenómenos cataclísmicos de Venezuela que tanto nos aventajaba en riqueza o los de otros países de la región que sucumbieron a los atractivos engañosos de revoluciones que poco o nada han aportado. O que se engolosinaron con regímenes dictatoriales que todavía constituyen por sus secuelas un peso duro de superar. Colombia tiene mucho de qué enorgullecerse sin caer en actitudes autocomplacientes. Tenemos mucho de qué lamentarnos y mucho, también, de qué vanagloriarnos.

Cada sector puede contar una historia con muchos signos para admirar. El comercio, la industria, el sector financiero, el de los seguros, el de la construcción, el del transporte, etc. Lo propio puede decirse del sector educativo que ha alcanzado un cubrimiento admirable y en algunos casos de excelencia. Del mundo de las artes y la cultura estamos más conscientes y orgullosos.

El sector agrícola tiene mucho que contar. Los cafeteros, los floristas, los de la industria láctea, etc. Algunos sectores han sido crimininalizados y es hora de que cuenten bien su historia en ediciones para un público masivo. Los ganaderos, los palmicultores, los bananeros.

La lucha contra las drogas ilícitas en todos sus eslabones tiene héroes y villanos. Ambos deben ser recordados para que esta dolorosa historia no sea olvidada y jamás vuelva a ocupar el lugar preeminente que infortunadamente tuvo y tiene ahora.

Y el mundo del derecho tiene mucho que decir en una región que no se caracteriza por el culto que ha debido profesarle Colombia, puede reivindicar temas como el de la acción de inconstitucionalidad o ahora, desde 1991, las decisiones de la Corte Constitucional que tanto prestigio internacional le han dado. O el de la tutela para la defensa de los derechos fundamentales.

¡Qué gran oportunidad!

*ExMinistro de Estado

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