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El ‘Síndrome de hubris’ en el cine y en la vida real

El síndrome de Hubris es típico de quienes llegan a ostentar el poder en el campo político, militar, religioso, empresarial, deportivo, familiar o en otros entes con mando sobre grupos de personas.

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Muy poco en realidad se ha comentado y escrito y sobre el ‘Síndrome de hubris’ y hace referencia a inconvenientes físicos, maneras y conductas que se suelen identificar en individuos que tienen “altos cargos” de gobiernos, especialmente en muchos jefes de Estado y su abuso del poder.

Una buena definición del poder es la que ofrece la Enciclopedia editada por Diderot en 1765: “El consentimiento de los hombres reunidos en sociedad, es el fundamento del poder. Aquél que no se ha establecido más que por la fuerza, no puede subsistir sino por la fuerza; jamás ella le puede legitimar, y los pueblos conservan siempre el derecho de reclamar contra ella”.

Ejemplos sobre el abuso del poder (democrático) se halla en “Sacco y Vanzetti” (Montaldo, 1971). En “Ciudadano Kane” (1941), un señor que dominaba un imperio a través de posesión de medios de comunicación, fábricas y atacado por ser comunista (y también fascista), se definía así mismo como un “americano”, codiciando ser presidente de la nación.

En América Latina, por ejemplo, identificamos a personajes como Maduro, Lula da Silva, Santos u Ortega, que sufren de este síndrome de hubris político y que se creen capaces de grandes obras, que de ellos se esperan grandes sucesos. Además, creen estar al corriente de todo (y en todos los escenarios) y mangonean más allá de los límites de una tradicional moral.

En el libro “El síndrome hubris: Bush, Blair y la intoxicación del poder”, publicado en 2011, se prevé el asunto. Su escritor David Owen construye los elementos psiquiátricos del síndrome hubris y son muy pocos los políticos que se escapan de ello. Sobre todo porque son capaces de dictar su propia Ley, si bien ambivalentes respecto a la amistad (el ejemplo lo encontramos en “Sed del mal” de Orson Welles).

En la mitología griega, la diosa Némesis (encargada de castigar a las personas que padecían hubris) hacía justicia ante los hechos realizados. Y es que si el hubris precede siempre a la sanción, la historia está destinada a repetirse (un Maduro como ejemplo una vez más). El concepto lo plantea el historiador inglés Ian Kershaw en sus dos volúmenes sobre la vida de Adolfo Hitler: “Hitler 1889-1936: Hubris” y “Hitler 1936-1945: Némesis”.

El cine lo ha mostrado siempre (aunque no parezca) en “Lula, el hijo de Brasil”, que cuenta los 35 primeros años de la vida del presidente y ex sindicalista, desde su nacimiento hasta el instante en que muere su madre y es recluido por los militares debido a sus actividades sindicales durante las huelgas de los metalúrgicos de São Paulo en 1980.

Son muchos los filmes a citar, pero de pronto “Macbeth” (1950), sería la quintaesencia sobre ese ejemplo de la ambición y desasosiego por apropiarse del poder. Que no se crean nuestros presidentes de América Latina (sean de derecha o izquierda) los fuera de serie y que en el contexto del cine, evocan a “Impulso criminal” (Richard Fleisher, 1959) donde dos personajes amorales creen haber realizado una contravención perfecta, aunque lo cierto es que han dejado pistas que los incriminan.

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