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Incertidumbre política en Venezuela

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El 23 de enero fue un día de quiebres y definiciones en Venezuela. A las movilizaciones convocadas por las fuerzas opositoras y por los sectores de población contrarios a la dictadura de Nicolás Maduro y su camarilla, y a las manifestaciones programadas por el régimen como contrapunto a las de la oposición, se sumó la declaración de Juan Guaidó asumiendo como presidente interino del país, y la casi instantánea postura de los países más importantes del continente reconociendo tal proclamación.

Guaidó fue elegido presidente de la Asamblea Nacional a principios de este mes. Es diputado opositor, y asumió el cargo de cabeza del poder legislativo que se encuentra despojado de sus atribuciones, por decisión coludida entre Nicolás Maduro y el Tribunal Supremo de Justicia, que la declaró en desacato y anula todos sus actos.

Hace varios días, Guaidó anunció que asumiría de forma interina la Presidencia, amparándose en el artículo 233 de la Constitución, la misma promulgada por Hugo Chávez con la intención expresa de perpetuar su régimen. Esta disposición constitucional habla de las faltas absolutas del presidente titular y las cláusulas de reemplazo. Se da la circunstancia de que todo lo que rodea el ejercicio del poder por parte de Maduro es anómalo institucionalmente, desde el momento mismo en que sustituyó al fallecido Chávez y terminó su mandato, para luego elegirse y reelegirse él mismo en elecciones plagadas de irregularidades.

Esa situación de anormalidad absoluta en la legitimidad del mandato de Maduro y su ejercicio, hace que sea también difícil el acople constitucional de la declaración de Guaidó. Su fuerza es más simbólica y deriva de la movilización política que pueda lograr, así como del reconocimiento internacional que en buena medida va a obtener.

Pensar que Maduro va a abandonar por lo pronto el poder, y que lo hará de manera pacífica, es pensar con el deseo. Entre otras cosas porque su sola voluntad no es suficiente ante la presión que tiene de toda la camarilla chavista, cuya supervivencia e inmunidad penal depende de que no haya un cambio en el mando. Los militares de alta graduación, en la mira de Estados Unidos por su complicidad o participación en el narcotráfico, también continuarán aferrados al actual régimen. Oficiales de mediano rango sí podrían estar pensando en un régimen de transición.

Y es este régimen de transición el que deberá empezar a construirse, pues el riesgo de una exacerbación de la violencia es alto. La tentación de los cuadros del chavismo más radical será la de atacar por todos los medios no solo a Guaidó sino a sus simpatizantes y redes de apoyo. El nerviosismo de la cúpula de Miraflores puede hacerlos incurrir en actos aún más represivos que los ya de por sí violentos que han ejercido contra la oposición.

Venezuela, de sufrir un régimen deslegitimado, sin reconocimiento de los principales países democráticos del mundo, entra a un período todavía más incierto. La precaria estructura estatal seguirá atendiendo la autoridad impuesta por Maduro y su gabinete, y el interino Guaidó se aferrará a la legitimidad de la Asamblea Nacional, pero sin posibilidades de tener las potestades efectivas del poder ejecutivo.

El punto de no retorno de Maduro y el chavismo ya fue cruzado. Que la pugna por el poder es un asunto interno de Venezuela ha sido desestimado por casi toda la comunidad internacional. A los venezolanos que aún quedan en su territorio les esperan semanas, meses, muy duros, tanto o más que los que ya han padecido hasta ahora.

*Internacionalista.

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