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Golpe de Estado o transición, el debate en Venezuela

Juan Guaidó y Nicolás maduro 
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Venezuela está, dependiendo del bando político que lo defina, ad-portas de un proceso de transición de un régimen dictatorial a uno democrático, o ante un golpe de Estado al dualidades: con dos jefes de Estado, dos parlamentos, dos tribunales de justicia y dos bandos diplomáticos en el ámbito internacional, cada día tiene dos versiones.

A lo que el oficialismo llama un “golpe orquestado por el imperialismo”, en palabras del propio Maduro, la oposición le dio el nombre de transición, proceso que, de acuerdo con el presidente interino Juan Guaidó –quien se juramentó como presidente interino ante la Asamblea Nacional y el pueblo –, requiere tres pasos: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres.

Ese camino hacia la democracia, que ahora es un voz a voz mundial, comenzó en las calles de Venezuela y el parlamento cuando Guaidó tomó posesión el 23 de enero, y terminó en los planes políticos de once estados integrantes del Grupo de Lima, 19 naciones de la Unión Europea, Canadá y Estados Unidos. Pero para que se le pueda llamar de esa forma es necesario considerar al régimen de Maduro como una dictadura, un asunto dispar entre los bandos. En un sistema de este tipo no hay participación, se silencian los medios, los detractores son reprimidos y se violan los derechos humanos (ver recuadro).

Los comicios de mayo de 2018 son el argumento del que parten oficialistas y opositores. Los primeros señalan que fue elegido mediante elecciones democráticas; los segundos, indican que en estos la mayoría de movimientos no participaron, el Consejo Nacional Electoral estaba integrado por simpatizantes del partido del gobierno, parte de la comunidad internacional no reconoció los resultados y Maduro apareció diez veces en el tarjetón, argumentado el número de grupos que lo respaldaban. Es decir, si usted toma la primera versión, reconocerá a Maduro como un presidente; de lo contrario, no lo hará.

Para el profesor de la escuela de Gobierno de la Universidad de los Andes y PhD en relaciones internacionales, Sebastián Bitar, “Maduro es un dictador porque está basado en un control militar del poder, los partidos ajenos al chavismo están excluidos, no hay procesos electorales creíbles y el Tribunal Supremo de Justicia –que debe proteger la Constitución– está ligado al régimen”. Él despojó de sus funciones a la Asamblea Nacional (de mayoría opositora) y creó un nuevo parlamento conformada por simpatizantes del chavismo.

En contraste, Juan Manuel Santana, profesor de Historia de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, indica que “en Venezuela no se le puede llamar transición democrática porque no hay una dictadura. Estamos ante un golpe de Estado oficiado por Estados Unidos y una persona que se ha autoproclamado como presidente”.

Es por estos contrastes que Venezuela está ante dos discursos que mueven sus fichas para aumentar su legitimidad: mientras Guaidó es un caminante de la calle, Maduro ahora pasa sus días en cuarteles militares. Y esta fase de cambios políticos, con dos personas que dicen ser presidente, hace que se abra el debate de si se está gestando un golpe de Estado al mandatario en ejercicio o es una transición. Sin embargo, solo puede existir la segunda si estamos bajo el escenario de una dictadura.

 

La senda de la transición

Este proceso significa el paso de una vía de hecho a un régimen normativo que puede ocurrir de una junta militar hacia la instalación de un modelo democrático, o que puede tener lugar como consecuencia de una negociación. Así lo explicaJohn Fernando Restrepo, decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Medellín.

“En este caso sería el paso de un régimen dictatorial hacia un sistema democrático”, comenta el experto. Pero la transición no llega solo porque la oposición la quiera. La legitimidad internacional, la movilización y el respaldo de las Fuerzas Armadas son indispensables.

Ahora la Venezuela de Guaidó tiene dos de estos componentes asegurados debido a los pronunciamientos de diferentes estados que lo reconocen como mandatario, el apoyo de la Organización de Estados Americanos (OEA), y las multitudinarias manifestaciones del pueblo que respalda su eventual mandato, pero le falta una pieza: las Fuerzas Armadas, esas que aún gritan fidelidad al régimen en actos públicos, pero de las que algunos de sus disidentes han comenzado a sublevarse.

Una vez se tengan los tres componentes anteriores y “cese la usurpación para que se pueda recuperar la democracia”, tal como lo reseña el abogado profesor de derecho administrativo de la Universidad Central de Venezuela, Rafael Chaverro —haciendo referencia a que los opositores llaman a Maduro usurpador del Palacio de Miraflores— iniciaría la eventual transición.

Analistas consultados para este artículo indicaron que no se puede predecir cómo sería ese proceso, cuándo se daría y cuáles serían sus implicaciones, y coincidieron en que las elecciones democráticas, libres y legítimas son el elemento que lo consolida. “Hay que reinstitucionalizar el país, dejar que el parlamento pueda elegir a los rectores del Consejo Nacional Electoral (labor que el Gobierno le ha impedido en los últimos quince años) y renovar el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), conforme a la constitución y las leyes”, explica Chaverro.

 

Escenarios de cambio

En la segunda mitad del Siglo XX, la América hispanohablante vivió procesos de transformación: los llamados dictadores cayeron y se abrió el camino para el cambio a un sistema democrático. “No podemos trazar un modelo, en cada caso ha sido diferente”, afirma Juan Marchena Fernández, PhD en Historia de América y profesor de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. Mientras la transición de Argentina estuvo trazada por una guerra (ver recuadro), “en Brasil, como en Chile, en el periodo de protestas fracasaron las luchas opositoras a través de movilizaciones masivas”, según escribió el sociólogo chileno Tomás Moulian en su artículo “Limitaciones de la transición a la democracia en Chile”.

Las transiciones pueden ser pacíficas o llevar a una Guerra Civil (Nicaragua). Algunas se dan producto de un diálogo entre opositores y oficialistas (Uruguay), de un golpe militar (Portugal), la muerte del caudillo (España), estar mediadas por una guerra internacional (Argentina) o elecciones (Brasil). En Chile, por ejemplo, fue el propio Pinochet quien llamó a un plebiscito para definir su continuidad en el poder, y logró establecer su estrategia de salida. Tiempo después pudo ejercer como senador de la República.

Cada caso tiene sus particularidades y para Fernández “en Venezuela se trata de una transición que no es directamente desde una dictadura, sino de un gobierno tremendamente ineficaz que no ha sido capaz de solucionar los problemas de la población”. Sin embargo, el vecino país tuvo un proceso de este tipo en la historia reciente con el fin del régimen del militar Marcos Pérez Jiménez (1952 a 1958), quien fue apartado del cargo mediante un Golpe de Estado y terminó exiliado en España protegido por el régimen de Francisco Franco.

Al preguntarle al abogado y profesor de derecho constitucional de la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas, Juan Manuel Rafalli, cómo sería la transición en Venezuela, indica que todo depende de la forma en que termine el régimen actual. Si Maduro deja el poder de manera repentina o hay una negociación, Juan Guaidó podría ejercer las funciones de presidente interino; si se convocan a comicios pronto, podría hacerse un proceso electoral; o incluso podría llegar a darse un cambio por un “golpe de fuerza”.

“Tiene que hacerse una elección verdadera, sin irregularidades, y Venezuela aún no está lista” e, incluso, podría tardar meses, teniendo en cuenta que el sistema está infectado, hay que actualizar el registro electoral, organizar las mesas en el exterior y hacer una actividad consular con los países aliados que puedan legitimar a personas que todavía no tengan una residencia definitiva.

Mientras las dos Venezuelas cuentan este proceso de cambios, los de un bando, la Asamblea Nacional, aprobaron el pasado martes el Estatuto para la Transición Democrática bajo la premisa de que “durante veinte años de Revolución Bolivariana se ha impuesto un sistema político alejado de los principios constitucionales y de la tradición republicana del país”. Y Maduro, con cada vez menos aliados en el ámbito internacional (China, Turquía y Rusia), sigue aduciendo un golpe “imperialista”.

El Colombiano

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