HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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Reconstruir Venezuela. Sí, muy bien. Pero, ¿cómo? ¿Y con quiénes?

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Desconocer que el Chavismo existe sería una insensatez. Llegó para quedarse. Pero lo hizo tan mal, ha sido tan brutal, tan corrupto, tan excluyente que preparó su propia desgracia. Sin embargo, la verdad es que ahí está. No es una fuerza política mayoritaria pero sí un factor disruptivo colosal, ahora y después.

¿Entonces? Ahí reside la virtud de la democracia que, por definición, busca no excluir a nadie sino darle a cada visión política lo que ella representa. Por eso, la solución está en las elecciones. Ese es el mandato constitucional que tiene el presidente Guaidó. Y la comunidad internacional debe prestarle máxima colaboración para que ese proceso electoral sea limpio y equitativo. Es así como se reparte el poder en la sociedad y ello sobre la base de unas reglas de juego aceptadas de buena fe por todos. O sea, sobre un acuerdo, lo que denominamos consenso, un acuerdo para estar en desacuerdo pero respetando lo fundamental: la libertad, la propiedad, el buen nombre, la separación de poderes y una Justicia eficaz e imparcial.

Nada nuevo. Lo obvio, lo que ha permitido construir sociedades políticas civilizadas, tranquilas, con vocación de progreso en todas partes. Aun después de violentas confrontaciones.

La declaración del Grupo de Lima en Bogotá contempla la puesta en marcha de un ‘Plan Rescate de Venezuela’ con la ayuda del Banco Interamericano de Desarrollo. Ojalá no se pase por alto que lo primero que hay que rescatar, mejor, reconstruir, son las instituciones políticas, particularmente las intangibles, como el consenso, el respeto a la oposición, las buenas maneras en la vida social, política y económica, el derecho a disentir en todos los campos sin quedar expuesto a la estigmatización y al ostracismo, y, sin duda, el derecho a participar, a influir en los asuntos públicos.

Es lo obvio, es lo que entiendo que se está diciendo cuando se habla de amnistía. Es decir, una invitación para volver a estar juntos en la tarea de gobernar a Venezuela, ahora de reconstruirla para aprovechar su enorme riqueza en beneficio de todos, sin exclusiones, sin ventajismos, sin privilegios.

El proyecto chavista, al estilo del modelo cubano, fracasó. Venezuela debe retornar al camino de la democracia, del pluralismo. Se reconoce que esa no ha sido su tradición histórica, a diferencia de Colombia. Pero a partir del ‘Pacto de Punto Fijo’ Venezuela mostró una vocación democrática admirable. Ni José Antonio Páez, ni los hermanos Monaga, ni Falcón, ni Antonio Guzmán Blanco, ni Joaquín Crespo, ni Cipriano Castro, ni la dictadura de 27 años de Juan Vicente Gómez, nos permiten decir otra cosa. Como afirma el profesor Malcolm Deas, “Venezuela era la tierra del cesarismo democrático, con el énfasis sobre el cesarismo”. El mismo historiador anota en un interesante texto sobre las elecciones venezolanas entre 1830-1900, que “…los gobiernos muestran una tendencia a repetir los actos de sus antecesores, incluso de antecesores bastante remotos”.

El autor recuerda el artículo 6º de la Constitución venezolana de 1830 que rezaba que el gobierno “es, siempre será, republicano, popular, representativo, responsable y alternativo”. Ojalá el proceso de reconstrucción política repita esta receta de profundo sentido democrático.

Malcolm Deas concluye recordando que las experiencias venezolanas “…democráticas y no democráticas, fueron más extremas”.

*ExMinistro de Estado

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