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El Carnaval de Río, contra viento y mareas

14 “Escolas De Samba” movilizan entre 2.500 y 4.000 personas, con indumentarias y coreografías ensayadas a lo largo del año y seis gigantescos carros alegóricos. /AFP

Ni las lluvias, ni los inconvenientes económicos y las política impidieron las tradicionales fiestas en Brasil, que iniciaron el domingo con una alta dosis de exuberancia y crítica social.

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El Carnaval de Río de Janeiro no se dejó amedrentar por tempestades, recortes presupuestarios ni olas conservadoras y se mantuvo en su edición 2019 como una explosión de colores, música y alegría, mostrando a la vez su voluntad de recoger el guante de la era Bolsonaro.

Los desfiles se abrieron el domingo, después de una lluvia torrencial que retrasó su inicio en casi una hora, y concluirán la madrugada de martes. En dos noches, 14 “escolas de samba” movilizan entre 2.500 y 4.000 personas, con indumentarias y coreografías ensayadas a lo largo del año y seis gigantescos carros alegóricos.

Los cortejos recorren los 700 metros de la pasarela del ‘Sambódromo’, sobre la Avenida Marqués de Sapucaí, rodeado de tribunas en las que caben -y que llenan- 72.000 espectadores; una obra diseñada por el arquitecto Oscar Niemeyer, el mismo que junto al urbanista Lucio Costa concibió y construyó Brasilia.

Cada ‘escola’ tiene hasta 75 minutos para mostrar su ‘carnavalesco’, una especie de demiurgo que debe lograr que el estruendo de baterías gigantescas y el avance del desfile, se combinen con el “enredo” (tema) escogido y respeten códigos que serán anotados por los severos jueces de la celebración.

Banderas pidiendo “igualdad”, un navío pirata con agua fluyendo en cascada y un colibrí gigante “volando” en la cumbre de un carro alegórico: así arrancaron los desfiles, este domingo con una alta dosis de exuberancia y crítica social.

La fiesta pagana pudo hacer llegar sus mensajes a una ciudad que hace tres años eligió como alcalde al exobispo evangélico Marcello Crivella y a un país que este año convirtió en presidente al exmilitar Jair Bolsonaro.

La vigente campeona, la blanca y azul Beija-Flor, trajo a la ‘avenida’ -una pasarela de 700 metros- la historia de sus 70 carnavales, con un show de trajes de lujo y carros mecanizados de varios metros de altura, uno de ellos coronado por un colibrí -símbolo del grupo- “volando” entre nubes móviles.

Beija-Flor venció el concurso en 2018, con un desfile que criticaba frontalmente la corrupción y un estribillo que parafraseaba el himno brasileño: “Oh patria amada, ¿por dónde andarás? Tus hijos ya no aguantan más”.

Este año, muchos desfiles traen un mensaje de tolerancia y de distanciamiento de la radicalización.

Otra agrupación, Salgueiro, consagró su “enredo” al dios del candomblé Xangó -patrón de la justicia- y cerró la procesión ondeando banderas con mensajes contra la corrupción, a favor del feminismo, de la igualdad, la libertad y la diversidad sexual.

Unidos do Viradouro, dirigida por el premiado Paulo Barros, presentó un enredo sobre la recuperación del universo y la sonrisa de la infancia para “virar” (transformar) las pasiones tristes del mundo.

En los carros alegóricos, sacados de los cuentos leídos por la noche por una abuela, podía verse un barco fantasma con una cascada de agua bañando criaturas del fondo del mar, sapos convertidos en príncipes o, en versión más moderna, un motoquero bajando por una rampa.

En total, catorce escuelas desfilarán durante la noche de este domingo y el lunes, en dos veladas que se extienden hasta el alba del día siguiente; anoche fue el turno de las dos mayores campeonas.

Una es Portela, que buscará su título 23 homenajeando a la cantante brasileña Clara Nunes, ícono musical de los años 70 y primera artista en defender públicamente las religiones afrobrasileñas. La tradicional escuela cuenta con un ala especial diseñada por el estilista francés Jean-Paul Gaultier.

La otra, Mangueira, que ganó su título 19 en 2016, entrará en la pista con un relato del “lado B” de la historia brasileña, exaltando héroes y heroínas negros, indios y pobres, relegados a un segundo plano en la narrativa tradicional.

Para Bárbara Lins, una actriz que el domingo participó en el desfile de Unidos do Viradouro, el carnaval está “potenciando una postura de resistencia” que siempre tuvo, pero que se había atemperado.

El carnaval “fue creado por el pueblo, con matrices africanas, y se fue volviendo una pieza de empresarios y políticos”, que gustaban mostrarse en exclusivos camarotes del Sambódromo.

“Pero ahora se está retomando el carnaval de la calle y el Sapucaí retoma una vocación política que ya tenía”, agrega.

Por tercer año consecutivo, los grupos de samba enfrentan restricciones presupuestarias: la subvención que reciben de la alcaldía se redujo de un millón a 500.000 reales (unos 132.000 dólares).

Fuera del estricto concurso del sambódromo, se celebra desde el viernes una fiesta más informal, regada de música y alcohol: la de los “blocos” callejeros, que arrastran multitudes disfrazadas en cortejos que toman diversos barrios.

Las autoridades esperan que siete millones de personas -incluido un millón y medio de turistas- participen en esta gigantesca fiesta al aire libre. /AFP

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