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Tejedoras de nuevos sueños

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Seis mujeres excombatientes de las Farc-Ep y un hombre le dan vida al proyecto productivo Fariana Confecciones.

Dina Luz Galvis, o Yamileth, como todavía le dicen algunas de sus compañeras del taller de confecciones, es una de los 13.193 excombatientes acreditados por el Gobierno Nacional, quien encontró en la costura un refugio. “Cuando uno se pone a coser se le quitan todas las preocupaciones, la mente se calma”, dice.

Aprendió a tejer cuando hacía parte de la guerrilla de las Farc, de manera empírica, simplemente mirando a las demás. Sus primeras creaciones fueron como ella dice “artes» para sí misma.

Con una aguja e hilos de colores bordaba su nombre en los uniformes para distinguirlos de los de las demás, les hacía pequeñas creaciones a sus suéteres (flores, corazones y estrellas) y le daba un toque especial a su cambuche.

Hoy la historia es otra. La costura, sin embargo, sigue acompañando sus días y se ha convertido en una alternativa productiva que ha vinculado también a otros excombatientes que buscan su proceso de reincorporación en la legalidad.

Dina perfeccionó su oficio en su paso por el grupo armado, y tras la reincorporación tuvo la oportunidad de estudiar por primera vez costura, con el apoyo del Sena, mediante un curso de patronaje y escalado de ropa exterior. Ella hace parte de las 4.442 personas vinculadas en el proceso de reincorporación a los 10.952 cupos que gestionó la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN) con el Sena.

Formación a la que también accedieron otras seis mujeres excombatientes, y dos miembros de la comunidad de Conejo, que es el corregimiento vecino al ETCR de Pondores, el lugar que ha sido su hogar transitorio en esta nueva etapa.

Una vez en Pondores, y gracias al liderazgo de Diosenel Criado, también excombatiente, Dina y sus compañeras costureras le dieron vida a Fariana Confecciones, un taller que busca convertirse en referente de reconciliación, y que espera atender la demanda de la región en esta área del mercado de la moda y la dotación de uniformes.

Precisamente en esta última línea es en la que han logrado sus primeros contratos: como el de 195 overoles elaborados para la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), 200 uniformes completos para la Fundación Manos Unidas por Amor, 40 overoles para el proyecto de granja integral de la Cooperativa Multiactiva para la Paz de Colombia (Coompazcol), y 38 camisetas, 19 chalecos y 19 gorras para Opción Legal.

“Hoy nos damos cuenta de que valió la pena tanto esfuerzo. Gracias al curso que hicimos con el Sena pudimos aprender a confeccionar prendas civiles como las que estamos haciendo ahora”, dice Dina.

Con el apoyo la Misión de Verificación de la ONU, a través de recursos provenientes del PNUD, y con la articulación de la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN) y la Oficina del Alto Comisionado para la Paz, Fariana Confecciones cuenta hoy con 22 máquinas especializadas que lo hacen un taller competitivo en el mercado, entre ellas: máquinas de coser de una aguja y dos agujas, fileteadoras industriales, máquinas recubridoras, cerradora de codo, máquina botonadora, una ojaladora, presilladora, un generador de vapor, una mesa de planchado y un conformador cilíndrico para planchado de cuellos, entre otros.

“COSER PARA HUIRLE A LA GUERRA”

Entre las fotografías de la época cuando Dina perteneció a la guerrilla de las Farc y adoptó el nombre de Yamileth, todavía conserva un retrato en el que está sentada sobre el cubrecama de colores que tejió durante meses.

“Mi tiempo se lo dedicaba a tener mi caleta bien organizada, el equipo bien empacado, y ya cuando tenía mis cosas limpiecitas, y había lavado y tendido todo en el sol, entonces me ponía a tejer, también cosía a mano. Hacía sombreros y cachuchas. Me gustaba, era mi devoción”, recuerda.

El taller de confecciones, en ese entonces era al aire libre. Bajo la sombra de los árboles ubicaban las cinco máquinas de coser, que dicen los acompañaron por más de 20 años. Montadas sobre tablones las cargaban en mulas o a veces a hombro durante los operativos, o cuando tenían que mudarse de campamento. En la madera se ven los rasgos de esos días en medio de la selva. Las viejas máquinas conviven con las nuevas en el moderno taller de Fariana Confecciones, como recuerdo de la historia por la que han tenido que pasar como costureras.

Hoy Dina, como sus otras compañeras, sueña alto. Su anhelo es algún día ver sus creaciones en una pasarela y hacer de este oficio, al que han dedicado la mayoría de su vida, un ingreso que les permita salir adelante y apoyar a sus familias.

“Nosotros pensamos en grande. Yo por lo menos voy a hacer un curso de diseñadora, y seguir adelante con esto porque sabemos que es un proyecto con el que no solamente nos ayudamos a nosotras, sino también a las comunidades aledañas”, concluyó.

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