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FERVOROSO DOMINGO DE RAMOS

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El obispo de la Diócesis de Santa Marta, monseñor Luis Adriano Piedrahíta Sandoval, cuando comenzaba la ceremonia de la procesión del Domingo de Ramos. / MONTINER ALVIS

Con palmas y ramos, los samarios conmemoraron el recibimiento de Cristo, mientras entraba a la ciudad de Jerusalén.

Con mucho fervor y alegría los samarios y visitantes celebraron ayer el primer día de la Semana Santa, la cual comienza como es tradición con la conmemoración del Domingo de Ramos.

Desde muy temprano y sin importar el calor que ya comienza a sentirse con mayor fuerza en la ciudad, los fieles católicos se dispusieron a hacer parte de la ceremonia que marca el inicio de la Semana Mayor, con palmas en sus manos asistieron a  la bendición de los ramos, participando con emoción de las procesiones y la ceremonia eucarística en las Parroquias que forman parte de la Diócesis samaria.

Como se había anunciado en la Catedral Basílica de Santa Marta, la procesión con los ramos comenzó a la hora acordada, 6:30 de la mañana en el Parque San Miguel, acto religioso que contó con el liderazgo del señor Obispo, monseñor Luis Adriano Piedrahíta Sandoval, y el acompañamiento del sacerdote Félix López Escorcia, entre otros colaboradores.

Con la imagen de Jesús montado en un burrito,  representando su entrada triunfal a Jerusalén, la procesión cumplió el recorrido desde el citado parque hasta llegar a la Catedral, donde una gran multitud de feligreses lo recibieron ondeando sus palmas y ramos y cantando con emoción «¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!». Fue un momento emocionante porque tanto los adultos, jóvenes y niños se ‘fundieron’ en una sola alegría.

Lo mismo sucedió en las ceremonias celebradas en las diferentes Parroquias de la capital del Magdalena, entre éstas la de San Francisco de Asís, en el Centro Histórico, que también hizo la procesión, pero partiendo del Parque Bolívar hasta llegar al templo, con una imagen de Jesús montado en un burrito.

Mientras que centenares de creyentes católicos hicieron lo propio en el Santuario de Fátima, cuya ceremonia fue presidida por su párroco, sacerdote José Alfredo Ordóñez; en La Eucaristía, por el padre Alexander Grecco, y en la de los Sagrados Corazones de Jesús y María, por el sacerdote Mario González.

Fue muy significativo ver en estas ceremonias a los niños y jóvenes participar con mucho entusiasmo, al igual que a personas de la tercera edad, que a pesar de las limitaciones para su movilización hicieron presencia en el recorrido de las procesiones del Domingo de Ramos liderada por sus Parroquias.

LA CEREMONIA

En el Domingo de Ramos celebramos la llegada de Jesús a Jerusalén para celebrar la Pascua. El Hijo de Dios les pidió a sus discípulos traer un burrito y lo montó.

Antes de entrar en Jerusalén, la gente tendía sus mantos por el camino y otros cortaban ramas de árboles alfombrando el paso, tal como acostumbraban saludar a los reyes.

Los que iban delante y detrás de Jesús gritaban: «¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!»

Jesús entró a Jerusalén, que era la ciudad más importante y la capital de su nación, y mucha gente, niños y adultos, lo acompañaron y recibieron como a un rey con palmas y ramos gritándole “Hosanna” que significa “Viva”. La gente de la ciudad preguntaba ¿quién es éste? y les respondían: “Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea”. Esta fue su entrada triunfal.

La muchedumbre que lo seguía estaba formada por hombres, mujeres y niños, cada uno con su nombre, su ocupación, sus cosas buenas y malas, y con el mismo interés de seguir a Jesús. Algunas de estas personas habían estado presentes en los milagros de Jesús y habían escuchado sus parábolas. Esto los llevó a alabarlo con palmas en las manos cuando entró en Jerusalén.

Fueron muchos los que siguieron a Cristo en este momento de triunfo, pero fueron pocos los que lo acompañaron en su pasión y muerte.

Mientras esto sucedía, los sacerdotes judíos buscaban pretextos para meterlo en la cárcel, pues les dio miedo al ver cómo la gente lo amaba cada vez más y como lo habían aclamado al entrar a Jerusalén.

¿Qué significado tiene esto en nuestras vidas?  Es una oportunidad para proclamar a Jesús como el rey y centro de nuestras vidas. Debemos parecernos a esa gente de Jerusalén que se entusiasmó por seguir a Cristo. Decir “que viva mi Cristo, que viva mi rey…” Es un día en el que le podemos decir a Cristo que nosotros también queremos seguirlo, aunque tengamos que sufrir o morir por Él. Que queremos que sea el rey de nuestra vida, de nuestra familia, de nuestra patria y del mundo entero. Queremos que sea nuestro amigo en todos los momentos de nuestra vida.

LA MISA

La Misa del Domingo de Ramos se inicia con la procesión de las palmas. Nosotros recibimos las palmas y decimos o cantamos “Bendito el que viene en el nombre del Señor”. El sacerdote bendice las palmas y dirige la procesión. Luego se comienza la Misa. Se lee el Evangelio de la Pasión de Cristo.

Al terminar la Misa, nos llevamos las palmas benditas a nuestro hogar. Se acostumbra colocarlas detrás de las puertas en forma de cruz. Esto nos debe recordar que Jesús es nuestro rey y que debemos siempre darle la bienvenida en nuestro hogar.

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