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En su libro, Mihaly Csikszentmihalyi, indaga el fenómeno de la felicidad, considerando las actividades que producen el disfrute y la forma en que se sienten las personas cuando se regocijan así mismas.

POR:
GONZALO
RESTREPO SÁNCHEZ

Muy poco se ha divulgado en nuestra región Caribe, el reciente fallecimiento de Paul Greengard a los 93 años de edad, uno de los neurocienciólogos más importantes de la historia, gracias a su hallazgo de cómo las células del cerebro se comunican entre sí, contribuyendo además en avances significativos sobre el tratamiento de una vasta gama de padecimientos neurológicos —y psiquiátricos—. Vale la pena recordar que ganó el Premio Nobel en el año 2000.

Pero tal vez lo que usted no sabe de este científico, es que en sus investigaciones, describió cómo las células reaccionan a la dopamina —un significativo “emisario” químico en el cerebro relacionado con el placer y la recompensa y, por tanto, nuestros sentimientos de alegría—. En otras palabras, descubrió cómo sentimos la alegría.

Sin necesidad de recurrir a poetas y filósofos, la felicidad siempre ha supuesto un mar de inquietudes sobre nuestro proceder. Giovanni Frazzetto en su libro “Cómo sentimos”, afirma:

“Mientras que la neurociencia explica las emociones mediante cifras y datos, señalando causas y resultados, nuestra manera de entender las emociones dependerá siempre de algo más que de la pura ciencia. Es posible ser al mismo tiempo científico y poeta cuando uno intenta comprenderse y comprender cómo siente”.

De manera que si bien existe cualquier cantidad de consejos para ser feliz (al menos intentarlo), valdría pena remitirse a Mihaly Csikszentmihalyi (2009) para hablar al respecto. En su libro, indaga el fenómeno de la felicidad, considerando las actividades que producen el disfrute y la forma en que se sienten las personas cuando se regocijan así mismas. En este último concepto podría estar la clave del asunto.

De todas formas amigo lector, lo que sí está claro que, para los pocos días que viviremos en este mundo,  es que bien vale la pena ser feliz. El libro de  Csikszentmihalyi plantea que  la batalla por la felicidad es una “cruzada” contra la entropía (tendencia natural a la pérdida de orden en un sistema) que desordena la conciencia.

El estado opuesto a esa entropía es el de la experiencia inmejorable —sostiene el autor—, que acontece cuando la información que llega a la conciencia, está acorde con las metas de la personalidad y entonces lo que él llama: la energía psíquica, logra fluir sin ningún arrojo.

Marco Aurelio sentenció: “Si te sientes dolido por las cosas externas, no son éstas las que te molestan, sino tu propio juicio acerca de ellas. Y está en tu poder el cambiar este juicio ahora mismo”.

De igual forma, “la experiencia óptima”, aquella que disfrutamos por ser un fin en sí misma, es un proceso que ocurre en cada persona y que no depende de lo que sucede en el mundo, sino de la forma en que ese individuo lo asimila, ultima el autor.

Cuando cualquiera es capaz de organizar su conciencia para maximizar las situaciones de “flujo”, su calidad de vida mejorará infaliblemente, ya que (incluso) los asuntos habituales del trabajo o el hogar, lograrán alcanzar un propósito y volverse fuentes de disfrute. No me gustaría terminar estas reflexiones sobre la felicidad sin evocar el apotegma de Mark Twain: La felicidad es como una mariposa, que si la intentas tomas, siempre está justo más allá de tu alcance, pero si te sentaras en silencio, podría posarse sobre ti. Sin ser un  neurocientífico, el escritor lo dice todo: percibirse así mismo sin temor.

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