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Vivir en tiempos de escasez: la sombra que regresa a Cuba

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La harina escasea, los huevos se cuentan antes de venderlos, el pollo se acaba rápidamente y el aceite está, prácticamente, agotado. “En Cuba no hemos dejado de estar en crisis”, lamenta la periodista María Matienzo desde La Habana. Cuando se le pregunta a esta mujer de cabello rizado y piel morena cómo es una tienda o un supermercado en su país, la nostalgia la invade.

Ella recuerda aquellos días de la década del 80 cuando iba a los Minimax –como se les llamaba a los supermercados– a comprar leche condensada y dulce de melocotón, “era todo lo que necesitaba”. Nació en 1979 y en ese entonces, cuando era una niña, como la tienda quedaba cerca de su casa pedía permiso para ir por su cuenta a hacer su mercado.

Aunque pasaba las otras estanterías de largo, sabía que también había arroz integral, carnes, distintos tipos de leche y cosechas provenientes de campos socialistas.

Pero esos fueron los primeros años de su infancia y después llegó la crisis del 90, en la que el PIB subió un 35 % en cuestión de tres años, se perdió el poder adquisitivo y, ante la escasez, los platos fuertes se guardaban para los más pequeños, los huevos se cocinaban en agua y apareció una epidemia de neuritis óptica, pérdida de la visión ocasionada por la mala alimentación.

Por esos tiempos de recesión, ver la situación actual la estremece. “Yo no voy al mercado buscando un antojo, qué voy a conseguir o qué no. Voy buscando una necesidad. No pienso en que quiero una confitura, un producto de tal marca o una mermelada, sino qué me sirve para comer en la semana” y agrega: “En Cuba no es una cuestión de qué encontramos o qué no. Ahora mismo no conseguimos nada”.

La falta de comida era un fantasma que sentían los ciudadanos de a pie hasta hace un mes, cuando tanto Raúl Castro, presidente del Partido Comunista, como Miguel Díaz Canel, mandatario, reconocieron la escasez. La situación empeorará: Castro vaticinó tiempos difíciles, aunque aseguró que no habrá otro “periodo especial” como el de los 90.

“Hoy es otro el panorama en cuanto a la diversificación de la economía, pero tenemos que estar preparados para la peor variante”, aceptó Castro el pasado 10 de abril, durante la proclamación de la nueva Constitución.

Suma de carencias

Todo comenzó por la harina. Desde octubre del año pasado se hacían grandes filas para comprar el polvo y en noviembre ya el pan escaseaba. Solo hasta diciembre, Iris Quiñones, ministra de la Industria Alimentaria, reconoció que no tenían producción de trigo y, por ende, de pan. Entonces, atribuyó la situación a la rotura de los molinos y la falta de liquidez.

Su explicación: “el país tuvo que disponer de recursos financieros que no estaban previstos en el plan para importar 30.000 toneladas de harina”, a causa de un supuesto incumplimiento de 70.000 toneladas del plan nacional.

Pero cuando no terminaban de abastecerse de trigo faltó el puerco para cocinar la cena de Navidad, el pollo comenzó a agotarse con rapidez y ya para 2019 el aceite vegetal se convirtió en un producto de lujo. Ahora el gobierno solo suministra dos botellas por persona para evitar la especulación debido a que la oferta no iguala la demanda de una isla de 11,4 millones de habitantes, que importa entre el 60 y el 70 % de los alimentos que consume, según datos suministrados por la Agencia Efe.

Julio Ferrer, un hombre que vive en el barrio El Cerro, de La Habana, afirmó que “cada vez faltan más los alimentos y los artículos de primera necesidad, como el jabón y los elementos de aseo. Se hacen largas filas para adquirirlos, es apremiante, y el suministro de gasolina cada vez se reduce más por la situación de Venezuela”.

Mercado negro, salvavidas

Jorge, quien pidió guardar su nombre real, tiene una panadería hace seis años. Su salario oscila entre los 250 y los 1.000 pesos cubanos, según lo que venda en el mes, pero ante la carencia de insumos para pastelería, los ingresos disminuyen porque no tiene muchos productos para ofrecer.

“La necesidad en Cuba te obliga a experimentar cosas. Desgraciadamente, todo o casi todo funciona con el mercado negro porque el Estado no da lo que necesitamos y no hay un mercado mayorista”.

Jorge es el relato de dos tipos de cubanos: el padre de familia que intenta mantener a su hijo al margen de la escasez y el privado que trabaja como emprendedor en una de las 230 actividades productivas que permite el Estado (cocineros, masajistas, instructor de deportes, tejedores, entre otros).

Y en ambas debe acudir al mercado ilegal. El azúcar, por ejemplo, lo adquiere a un menor precio en sitios no autorizados y cuando su hijo se enfermó consiguió en este sistema los medicamentos porque en las farmacias del Estado no había abastecimiento.

– ¿Usted cómo le explica a su hijo la escasez?

–Lo mantengo al margen porque hay cosas que los niños no deben saber. Cuando llegue su momento él se dará cuenta. Él no es ciego y va creciendo. Yo como adulto me hago responsable de las cosas de la casa y de él. Él, como niño, solo debe estudiar.

Como María, Jorge también vivió en los tiempos de la recesión y afirma que la situación actual de la isla le recuerda esos días en los que no había alimentos y tenía que preguntar de negocio en negocio en el mercado negro qué tenían de mercancía para poder conseguir qué comer.

Emprender, a pesar de todo

La economía de los cubanos se divide en dos: la de los que trabajan para el Estado y los que tienen negocios propios. Esteban Hernández es una de esas personas que se atrevió a emprender y con un grupo de amigos montó hace tres años un taller de producción de pintura. “Muchas veces las empresas no nos quieren vender insumos porque al parecer no hay suficiente existencia que alcance para la producción estatal”, cuenta.

Entonces, ante la falta de materiales y con los impedimentos legales para la importación de insumos, Hernández y sus colegas utilizan pintura reciclada a la que le aplican jabón líquido o aceite para producir nuevo material.

Su trabajo lo entiende como una labor social. “Ante la dificultad para la vivienda nos pusimos a la tarea de producir pintura porque el gobierno no tiene y la población carece de acceso a ella”.

Tal como lo reconoció Raúl Castro, la situación puede empeorar y a aquellos que vivieron el “periodo especial” de los 90 se les hiela la sangre cuando ven esta suma de factores que evidencian la escasez que regresó a la isla. Un fantasma contra el que luchan con lo que se consigue en el mercado negro y las remesas que envían sus familiares que migraron y que, esperan, no se convierta en un gran espectro de hambre y miseria

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La libreta de abastecimiento fue implementada en 1960 como respuesta a la política económica redistributiva implementada en Cuba a partir de 1959.

El Colombiano

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