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Madre e hijo estudian en el mismo colegio: son un amor forjado por el dolor

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Siendo una niña, Katherine* decidió, por amor, parir a su hijo Samuel*, producto del dolor más grande que ha sentido en su vida por culpa de la violencia y del abuso sexual de su padrastro. Hoy, cinco años después, esta joven madre asegura que de no haber sido por su hijo, nunca habría podido levantarse de las cenizas.

La historia

Desde que Katherine tenía 4 años fue víctima de su padrastro. Un hombre al que hoy describe como el horror de su vida.

“Muchos creían que le tenía respeto porque nunca decía nada en su contra. Pero más allá de eso, lo que sentía era miedo. Sus amenazas de hacerle daño a mi mamá o a mis hermanas me silenciaron”, contó la joven que vivió 8 años siendo víctima del abuso de este depredador.

“Ese señor me generaba pavor. Nunca tuve la fortaleza para decir lo que me hacía”, añadió.

Katherine vivía en una finca en el corregimiento La Victoria, del municipio de Sardinata y solo fue hasta que cumplió 12 años que todo salió a la luz.

“Todo explotó porque mi mamá se dio cuenta de que estaba embarazada. Ahí fue cuando le conté. Tuvimos que salir de la finca sin que él se diera cuenta y nos fuimos al pueblo (Sardinata). Mi mamá nunca lo confrontó, ella también le tenía miedo y por eso nos fuimos a escondidas”, contó la joven.

De Sardinata se vinieron a Cúcuta para recibir atención médica; aquí también iniciaron un proceso legal contra él.

“Tuvimos que fingir que no le habíamos dicho a nadie de mi embarazo y decirle a él que yo estaba muy mal, que no me daban esperanzas de vida; le dijimos que viniera a despedirse. No había otra manera de que pudieran agarrarlo porque ni el Ejército se metía hasta allá donde vivíamos por ser zona guerrillera. Él creyó lo que mi mamá le contó y se vino. Ahí fue cuando lo capturaron”, dijo Katherine.

Una semana después de nacer Samuel, el hijo de Katherine, capturaron a quien fuera su verdugo. Corría el año 2013. Al mes de nacido el bebé, tras una prueba de ADN, un fiscal presentó ante un juez la prueba que confirmaba el delito de acceso carnal abusivo con menor de 14 años, por lo que se le dictó medida de aseguramiento en centro carcelario, siendo condenado a 17 años.

Samuel, su salvación

Al sexto mes de embarazo, Katherine tuvo su primer control en el Hospital Universitario Erasmo Meoz.

“No sabía que se podía abortar. Un día la enfermera me dijo: ‘el Gobierno apoya el aborto en este caso. Se encarga de todos los gastos y puedes hacerlo, así tu familia no quiera y así estés en el mes de embarazo que sea’. No presté atención a sus palabras, pues solo pensaba en tenerlo, yo sí quería a mi bebé”, recalcó.

“A pesar de mi respuesta, la enfermera insistió. ‘Piénsalo, porque tu vida va a cambiar’ Y, sí, efectivamente mi vida cambió. Pero fue para bien, porque si yo hubiese decidido no tener a Samuel, no hubiese podido salir adelante, no hubiese podido con todo lo malo que me pasó, más el peso de haberle hecho eso. Él está aquí y es mi motor de vida; y aunque a veces me duele eso que viví y me afecta muchísimo, lo miro a él y recibo fuerzas, él es el mayor aliento que tengo para seguir luchando”.

Su lucha

Katherine cursa su último año de bachillerato en un colegio de La Parada. Vive junto a su mamá y dos hermanas en una población venezolana del estado Táchira. Todos los días cruza la frontera con Samuel, quien ya casi cumple 5 años, y a quien inscribió en el grado transición en el mismo colegio donde ella estudia.

“Para mi hijo no existe nada más que su mamá. Toda mi familia lo quiere y en el colegio me ayudan con él. Es duro, no lo niego. Nosotros no desayunamos, almorzamos en el colegio y a veces cenamos. La merienda siempre me la brindan en el colegio. Mi mamá trabaja y con los $40 mil que recibe semanalmente, salimos adelante”, contó Katherine.

(*) Nombres cambiados para proteger las identidades de las víctimas.

CÚCUTA (La Opinión).

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