HOY DIARIO DEL MAGDALENA
Líder en la región

Fríamente calculado

¿Qué se puede esperar de una persona que dice que el azúcar es una de las peores drogas y que es mucho más dañina que la marihuana y la cocaína? Todo y nada. Todo, porque es evidente que su demagogia da para todo, sin importarle si lo que afirma es cierto o no. Y nada, porque de alguien que piensa así, el país no debe esperar nada. Al menos nada bueno. De ahí las infortunadas declaraciones del senador Gustavo Petro.

Son infortunadas porque no es cierto que el azúcar sea una droga y que sea más dañina que la cocaína y la marihuana. Que yo sepa nadie ha tenido problemas psicoactivos por comer manjar blanco, pastel gloria, helado o pie de coco, ni ha salido a matar a alguien luego de ‘meterse’ un dulce. Es más, quizá lo que le falta al senador Gustavo Petro es consumir más azúcar, para ser un poco menos amargado, más alegre y menos resentido.

Pero más allá de la discusión en materia de salud, lo que Petro quiso fue mandarle un misil a la industria azucarera y a la erradicación de los cultivos de coca. El problema no son las 250.000 hectáreas de caña que según él son para producir “una de las peores drogas de la historia de la humanidad”. El problema son las 200.000 sembradas de coca, combustible por décadas de la violencia que azota al país y causante de la deforestación.

Seguramente al Senador, como a otros, les encanta que el país esté inundado en coca. No en vano las Farc -y ahora sus disidentes- y el ELN, y otras organizaciones criminales, subsisten gracias al narcotráfico. Realidad que no pareciera importarle al excandidato, pues es parte de aquellos militantes de izquierda que le apuestan a que a los gobiernos y al país les vaya mal, pues hacen política sobre el desasosiego y las ruinas de la nación.

Lo que no esperaba Petro, aunque no le importe, es la reacción que recibió en contra de sus declaraciones, no solo de parte de los azucareros y de la Gobernadora del Valle, sino, de voces respetadas en todo el país, que le llamaron la atención por la ligereza de sus afirmaciones; por falsas en materia de salud y sus implicaciones económicas y sociales. Me temo que en esta ocasión sus dotes de irresponsabilidad no calaron como esperaba.

Pero las palabras de Petro están fríamente calculadas. Buscan congraciarse con quienes están en la onda light y con los campesinos cocaleros, y le encanta la idea de enfrentarse a una industria percibida por algunos como la de un puñado de terratenientes, cuando lo cierto es que la mayoría de la tierra en caña, en el Valle, Cauca y Risaralda, pertenece a 2750 productores, y en la cadena de valor del sector se generan 265.000 empleos.

Es una jugada de demagogia perfecta. Una polémica similar a cuando dijo que había que sustituir el petróleo por aguacates. Son afirmaciones deliberadamente polémicas que, independiente de su sustento, son mediáticamente efectivas y caen bien en audiencias a las que poco les importa si es cierto o no lo que se dice, siempre y cuando responda a sus emociones básicas; ciudadanos que Petro ha ido endulzando para su causa política.

Afirmaciones como la del senador Gustavo Petro deben preocuparle a todo el país. No es un asunto solo de las regiones productoras de caña. Equiparar un producto legal con uno ilegal, cuestionando una de las actividades industriales más importantes del país, es delicado. Ayer fue contra el sector petrolero, hoy contra el azucarero. Mañana será contra aquel que le depare réditos políticos cualquiera que sea. Para Petro el fin justifica los medios; independiente de si es un fusil o unas afirmaciones torpes y demagógicas.

*ExMinistro de Estado

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