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‘Nuestro comportamiento tiene que volverse ecosostenible’

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Andrés Franco, director de la Sede Santa Marta de Utadeo y coordinador del Foco de Océanos y Recursos Hidrobiológicos de la Misión de Sabios.

La riqueza natural y la amabilidad de la gente. Estos son solo dos de los rasgos que más le gustan de Santa Marta a Andrés Franco Herrera, Director de Utadeo en la capital del Magdalena.

Este Biólogo Marino tadeísta, Doctor en Oceanografía, académico y expedicionario antártico comenzó su vida profesional como docente de esta sede, y ha estado vinculado a ella de manera casi ininterrumpida por más de 25 años.

Esa es una de las razones por las cuales Franco Herrera, quien también dirige el Departamento de Ciencias Biológicas y Ambientales de Utadeo, se considera un samario más, un costeño de corazón que ha dedicado buena parte de su vida académica a promover la formación de talentos en esta ciudad y el conocimiento y protección de sus ecosistemas.

A comienzos de este año fue nombrado coordinador del Foco Temático de Océanos y Recursos Hidrobiológicos de la Misión Internacional de Sabios 2019, conformado por ocho miembros de alto nivel. Hoy ya cuentan con un diagnóstico global del estado de estos ecosistemas y están en camino de afinar las recomendaciones que, como eje, formularán para fortalecer las políticas y acciones públicas sobre ellos.

En entrevista con HOY DIARIO DEL MAGDALENA, Andrés Franco habla sobre los retos de la Misión de Sabios en esta materia.

¿Por qué un foco temático de océanos y recursos hidrobiológicos, en la Misión de Sabios?

Por tres razones: la primera, porque el 44 % del territorio nacional corresponde a nuestros mares, el Caribe y el Pacífico; la segunda, porque Colombia es el séptimo país con mayor oferta hídrica en el mundo y cuenta con reservas muy altas de aguas freáticas y subterráneas, y la tercera porque dentro de esa riqueza hídrica hay una gran diversidad de plantas y animales, nuestra biota que es fundamental no sólo por los servicios que prestan a la sociedad, también porque hace parte del acervo cultural, social y económico de casi toda la población colombiana, cuyo desarrollo ha estado históricamente asociado a los recursos hídricos.

¿Cuáles son los objetivos principales de este foco temático?

Delinear estrategias que fortalezcan las políticas públicas, así como generar programas emblemáticos que sean apropiados por la sociedad; ambos apuntan a la conservación, el conocimiento y el uso responsable y sostenible de los recursos marinos, costeros, estuarinos y continentales del país.

Del diagnóstico hecho por este foco temático, ¿Qué lo alarma más?

Nos preocupan varios aspectos, pero el principal es la contaminación de nuestras fuentes de agua, y junto a eso la pérdida de biodiversidad que venimos experimentando; en segundo lugar está la educación, la forma como enseñamos a los niños desde los colegios a conocer, reconocer y apropiar los recursos hidrobiológicos, con la mira puesta en que se entienda que hacen parte del desarrollo social y económico del país. Una tercera preocupación es la necesidad de tener una legislación rigurosa pero más fluida en pro de nuestros recursos, y que debe estar unida a otro problema que tenemos: la interfase entre ciencia, políticos y políticas, que ha fracasado en el país y hace difícil que las legislaciones se entiendan y reflejen las necesidades de nuestra biodiversidad.

Con este panorama, ¿por cuánto tiempo más vamos a seguir siendo considerados uno de los países más biodiversos?

Es difícil dar una respuesta; para el caso del calentamiento global todos los escenarios planteados, incluso los más conservadores, indican que el incremento de la temperatura se va a ver reflejado en un aumento del nivel del mar y muy probablemente en cambios en las dinámicas costeras que impactarán aún más la erosión que ya estamos viviendo. Y hablo de escenarios al 2030, al 2050 y al 2100.

¿Qué impacto puede tener eso?

Con respecto al mar le doy un ejemplo: si seguimos con esta tasa de crecimiento de CO2, que tiene un impacto en la acidificación de los océanos, es probable que para el 2100 tengamos unas reducciones muy fuertes en ecosistemas tan valiosos como los arrecifes de coral, las praderas de pastos marinos o en los moluscos: todos ellos tienen un sustento de carbonato de calcio, unas estructuras que van a disolverse. Eso tiene un impacto en la biodiversidad y en los servicios ecosistémicos que prestan, muy grande.

¿Ríos y mares están afectados por igual?

La contaminación de los ríos está teniendo un fuerte impacto en la zona costera, porque aportan materia orgánica y residuos industriales y domésticos que se arrojan a sus cauces. Por eso es claro que la contaminación no es un problema regional sino nacional. Esto lo vivimos a diario en la desembocadura del río Magdalena, en Bocas de Ceniza, o en el río Atrato, en el Golfo de Urabá. A menor escala lo vemos en Santa Marta: en cada temporada invernal el río Manzanares bota hasta neveras a la bahía, e históricamente eso sucede también en la cuenca del río Gaira, que arroja sus aguas en la ensenada Gaira, en la bahía del Rodadero. Todo esto también es provocado por un turismo irresponsable, desbordado por la falta de control de la capacidad de carga de las playas.

¿Qué podemos hacer para detener este deterioro, como sociedad y en términos de regulación?

Para empezar, no hay duda de que la sociedad tiene que adoptar comportamientos ecosostenibles, lo que implica el no uso de plásticos, el reciclaje y el fomento de ciclos cerrados de reúso. La humanidad tiene que ir en esa dirección, recurrir a energías limpias, a medios de transporte amigables con el ambiente; en ciudades y países tropicales debe hacerse un mejor uso de la energía solar y eólica. Insisto en que debemos caminar hacia allá, pero con responsabilidad social. Eso exige que las medidas que se tomen para regular o prohibir tengan soluciones alternativas que estén en capacidad de atender la demanda de quienes, por ejemplo, tienen que usar plásticos para sus actividades diarias.

¿A quién o a qué ente le correspondería ser el dinamizador de estos cambios?

Esa dinamización debe darse de manera conjunta entre el Estado, la empresa privada y la academia. Esa famosa tríada de la que siempre hablamos, la triple hélice, es fundamental en estos procesos, incluso para estimular un cambio en la consciencia ambiental; se necesitan recursos para educar mejor a la gente, para avanzar tecnológicamente y ofrecer alternativas.

¿Propuestas de este estilo harán parte de las recomendaciones que van a formular desde el foco temático?

Sin duda. Uno de los alcances de nuestro foco temático es la financiación, algo que hemos llamado del Otoño a la Primavera en la financiación de la investigación o de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación. El país tiene que repotenciar ese ejercicio financiero académico intelectual entre la empresa privada, el Estado y la academia. El país no puede seguir teniendo inversiones tan bajas con respecto al PIB en Ambiente, que este año no llega más allá del 0,3 %. Tampoco podemos seguir teniendo inversiones del sector privado tan bajas ni tarifas e impuestos muy altos para la renovación tecnológica.

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