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Los nükak, cada vez más lejos de su tierra

No estaban tan equivocados los nükak makú cuando vieron a los primeros hombres “blancos” y pensaron que eran caníbales. Su relación obligada con ellos (nosotros), los tiene al borde de desaparecer y lejos, muy lejos de volver a su tierra, en la que caminaban, cazaban, pescaban y recolectaban en total armonía con la naturaleza.

Son el último pueblo nómada del continente, según una medida cautelar que busca su protección, y su “aparición” se remonta a los años 1965-1966, aunque el primer contacto oficial se da en 1988, cuando 43 de ellos llegan al corregimiento de Calamar, en el departamento del Guaviare. Desde entonces sufren de las enfermedades que para los “blancos” resultan habituales, pero que a ellos les cuesta la vida: gripe, neumonía, paludismo, parásitos intestinales y gastroenteritis los van diezmando.

A su tierra llega la colonización por las riberas de los ríos Guaviare e Inírida, que desde 1969 se estaba dando en el departamento de Guaviare movida por los múltiples desplazamientos de los campesinos desalojados de las mejores tierras del país.

La ocupación avanzó de forma descontrolada y solo hacia 1993 el Incora les titula a los indígenas 632.160 hectáreas. En 1997 amplía el resguardo con otras 322.320, en atención a las necesidades de los nómadas, pero los colonos no se van, siguen allí, llegan nuevos, crecen.

Después, la guerra. A principios de este siglo, los enfrentamientos entre los paramilitares y la guerrilla de las Farc los hace desplazarse. Van y vuelven, hasta que su tierra deja de ser suya, y se vuelve de todos (colonos, guerrilleros, paramilitares) menos suya.

La guerra llegó a sus resguardos y los indígenas que conocían como nadie las selvas del Guaviare se convirtieron en una amenaza para los guerrilleros que se escondían, ser delatados era un riesgo que no podían correr, por eso les ordenaron a los Nükak salir del resguardo, dijeron que habían instalado minas antipersonal (nadie sabe si lo hicieron o no) y encontrarlas en ese vasto territorio es una tarea prácticamente imposible de lograr sin información previa.

Pero, ¿qué hace un nómada sin tierra?, ¿sin tener dónde cazar, dónde pescar, dónde recolectar?, ¿sin poder enseñarle a sus hijos las bondades de la naturaleza, los riesgos, las cosas que hay que aprovechar de acuerdo al clima? “Su sabiduría ancestral se está acabando conforme van muriendo los más viejos, hace más de 20 años la mayoría de ellos no pisan la tierra en la que vivieron y murieron sus antepasados”, dice Kelly Peña, socióloga que por años ha trabajado y convivido con los nükak.

Lo que les quitó la guerra

Aunque tienen casi un millón de hectáreas a su nombre, la mayoría de los nükak viven en pequeños caseríos alrededor de su resguardo a la espera de que llegue el paquete de ayuda humanitaria que de vez en cuando entrega alguna entidad del Gobierno.

Para no ser completamente sedentarios van de caserío en caserío de los diferentes clanes y así sus cuerpos no olvidan caminar. Ya no pasan derramando semillas para volver meses después por la cosecha ni le prestan mucha atención al clima que antes los iba abasteciendo de alimento: ranas, gusanos, frutos, peces. “Caminan por caminar”, cuenta Peña.

Muchos de ellos son utilizados por colonos cocaleros que los obligan a trabajar como raspachines o en las cocinas donde se fabrica la cocaína dentro del reguardo, y parte de la paga es la misma droga a la que se vuelven adictos, explica Sally Andrea Mahecha, directora de Asuntos Étnicos de la Unidad de Restitución de Tierras.

La que hasta hace dos o tres décadas era una selva virgen hoy es el santuario de la ganadería. Dos fuentes conocedoras de la disputa de tierras en Guaviare, quienes pidieron reserva de su identidad porque aseguran que quien hable de los colonos por esas tierras recibe amenazas contra su vida, relatan cómo este territorio ha pasado de bonanza en bonanza, arrancando por la cauchera, a principios del siglo XX, luego la cocalera, que inició en 1979 y ahora la ganadera.

Los campesinos que llegan a colonizar desde los Llanos Orientales piensan en la ganadería, pero como llegan sin recursos arrancan su nueva vida con el cultivo de coca, lo que se da en la región. Cuando empiezan a generar excedentes compran una vaca (una res requiere un poco más de una hectárea), entonces el labriego empieza a talar bosque, cada res es menos bosque y así el colono se convierte en ganadero y va ocupando el departamento, el resguardo nükak, los parques naturales, extendiendo cada vez más la frontera agrícola.

Los nükak son victimas de diferentes tipos de violencia: homicidio, reclutamiento, desaparición forzada.

Pablo Cala, de la Fundación Hasta Encontrarlos, asegura que en la guerra de guerrillas fueron reclutados muchos nükak (como sucede con otras etnias): “Dos de ellos murieron en un enfrentamiento con el Ejército y sus cuerpos no fueron entregados. Otros dos, que el Ejército utilizó como informantes, fueron asesinados por las Farc. Cuatro más desaparecieron”.

En próximos meses la Fundación entregará un informe a la Comisión de la Verdad para dar cuenta de lo infructuosa que ha sido la búsqueda de sus seres queridos.

Medida cautelar

En diciembre del año pasado un juez de Villavicencio decretó medidas cautelares para la protección de los derechos territoriales del pueblo nükak, en las que, por petición de la Unidad de Restitución de Tierras, dictó 21 órdenes a las entidades del Estado, con plazos de hasta seis meses que vencieron el 12 de junio pasado.

“En la audiencia de seguimiento las entidades dieron cuenta de un pobre avance en el cumplimiento, por lo que no se ha cumplido con las expectativas, ni siquiera en términos humanitarios”, afirma Roci Caballero, de la organización Akubadaura, que viene trabajando con los nükak.

Sin embargo, Mahecha explica que la Unidad de Restitución recorre el territorio para identificar las afectaciones por el conflicto, pero el trabajo lo dificulta la presencia de las disidencias de los frentes 1° y 17 de las Farc, la presencia de minas antipersonal y que el interlocutor no tenga un gobierno establecido, “para las decisiones debemos hablar con el líder de cada clan y eso demora los procesos”.

Esa caracterización servirá de insumo para la demanda que la Unidad podría elevar ante los jueces de restitución para restablecer los derechos de los indígenas sobre su reguardo, pero hasta el momento no se ha podido determinar cuántos nükak lo habitan, quiénes ocupan sus tierras ni cuántos “blancos” hay allí con sus reses o su coca .

El Colombiano

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