HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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Desvaríos sobre la vejez

Así como colecciono historias de locos bajitos, decidí hacer lo mismo con mis colegas viejos.

Alguna vez, en la televisora, le preguntaron  a uno que tenía telarañas en su hoja de vida:

–         ¿Y usted a qué se dedica?

–         ¿Yo? Me dedico a ser viejito. Y encimó la más desdentada y feliz de sus sonrisas.

La nueva semántica pretende apiadarse de los viejos y les (nos) dicen “adultos  o ancianos mayores”. “Tercera edad” es otro eufemismo para no bajarnos la tal autoestima.

¿Cuándo empezamos a envejecer? Cuando empezamos a decir que ese mengano que tiene diez días menos que nosotros es un pollo.

Los pesimistas de primer semestre afirman que nacemos y le estamos poniendo la primera piedra a futuras canas.

Es hora de clonar a Saramago: “Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos”.

Claro que para los polacos “la vejez no le salió bien a Dios”.

Más que billete, a estas alturas del partido los catanos necesitamos el oficio que siempre desempeñamos. Lo decía un gringo platudo que se jubiló y regresó a su primer trabajo.

De mí diría que nunca disfruté más el oficio periodístico: eso de gastarse una semana para buscar un adjetivo, y un semestre para cambiar de lugar una coma, vale oro. La vanidad de que nos publiquen o no, pasó a un segundo plano.

No nos retiramos de los pecados capitales. Ellos se van retirando de nosotros.

Lo decía Katherine Hepburn, la bella y espléndida actriz: «He envejecido, he llegado a esa edad en que la torta de cumpleaños parece un desfile de antorchas».

Y Federico Fellini: “Un día me miré al espejo mientras me afeitaba y pensé: ‘¿De dónde ha salido este viejo?’. Entonces me di cuenta de que era yo, y todo lo que quería hacer era trabajar”.

Con la edad cambiamos de médicos, de lecturas, de menú, de complejos.

No importa que alguien nos pregunte en la claustrofobia del ascensor: ¿Y vos todavía estás vigente?

Sí, la vejez entra todos los días por el espejo. ¿Algún problema? Lo leí en el servicio de la BBC, de Londres: “Dime qué arrugas tienes y te diré quién eres. Este es el mensaje central de la lectura de arrugas, una práctica que a menudo es vista con escepticismo. Tal lectura forma parte de morfopsicología, que algunos describen como una pseudociencia”.

Mejor nos acostumbramos a que las empresas para las cuales trabajamos sigan palo arriba, sin nosotros. No hacemos falta. ¿Y?

”Cuando llegues, vejez, no te insolentes, aprende a respetar a los mayores”, ordena el paraguayo Horacio Guarany en una de sus creaciones.

Rico ir por la calle, anónimo cual suscriptor del directorio telefónico, con todo el tiempo para leer el paisaje urbano, despachar gratis en los kioscos los titulares de diarios y revistas. Allá el mundo si se acaba o no.

En la mesa de los jubilados “siempre habrá un sitio para alguien más”, reza el himno del gremio escrito por el poeta Rogelio Echavarría.

El estrés se va de vacaciones, se recuperan kilos, vuelve a servir ropa vieja. Hay tiempo de ver a Gary Cooper en “La hora señalada”, en glorioso blanco y negro.

¡Ya no hay necesidad de mentir! Si no es esto lo más próximo a la felicidad que me devuelvan la  plata.

Y como esta nota se volvió una casa de citas, voy con  otrica de la periodista española Rosa Montero: “El envejecimiento es la mejor prueba de que no te has muerto todavía”.

De mi cosecha agregaría que estoy güete  con mi envejecimiento lícito. Me gusta tanto la edad que voy acumulando, que madrugo para no perderme un segundo.

*Periodista

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