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El consejo del hombre más rico del mundo

POR:
GONZALO
RESTREPO
SÁNCHEZ

En el diario español “El País”, hay un artículo reciente e interesante sobre cómo conseguir ciertos objetivos en la vida. En apariencia nada difícil, pero el hombre es el hombre y siempre está posponiendo sus ideas y metas, porque quizá surgen otras que son prioritarias en su vida en todos los terrenos labores y personales.

Llegue el mes que llegue, siempre queremos hacer algo nuevo por nuestra vida, salud o aspectos económicos. Sin lugar a dudas,  retomamos nuestra lista de buenas intenciones: ir al gimnasio, matricularnos para nuestros estudios y también el disfrutar más tiempo con la familia. Ahora, con el paso de los meses, nos damos cuenta que los objetivos se van posponiendo bajo una y  mil excusas.

A lo mejor deberíamos prestar más atención en lo que hacen los individuos con éxito para alcanzar sus metas. Hay muchos ejemplos a seguir: por ejemplo el estadounidense Warren Buffett —uno de los más ricos del mundo—. Forbes calcula que tiene una fortuna aproximada de 80.000 millones de euros y se le considera como el financiero más eficaz del planeta, preparado para cambiar la economía con sus decisiones.

La coartada del éxito de Buffet está en “tener dos listas de objetivos”. Esta consta de tres pasos: el primero, “escribir una lista con nuestras 25 metas”. El magnate las coloca en el plano profesional, pero se pueden aplicar a todos los ámbitos de la vida. La clave —sostiene él— es el número: al menos 25. A muchas personas les  puede resultar complicado llegar a esa cantidad, sobre todo si se circunscribe al campo profesional, pero la lista asimismo es válida para etapas breves, como las 25 cosas que quiero hacer en una semana determinada.

En segunda instancia, hay que hacer sin lugar a dudas un examen de conciencia y seleccionar las cinco metas prioritarias para incluirlas en una lista A. Hay que tener mucho cuidado con el número de metas, y se han de elegir solo cinco y “rodearlas con un círculo”. Ni una más. En el tercer y último paso debemos analizar si se quiere, las 20 metas que no se han seleccionado e incluirlas en una lista B y olvidarse de ellas a toda costa. Esta es la parte más complicada, considera el señor Buffet.

Buffett fue asertivo en su observación: “la simplicidad es el éxito”. La lista B hay que saber sortearla totalmente. “Quita tiempo, energía y desvía la atención”.

En esta lista B se puede considera sin objeciones que surgen —sin rodeo alguno— las escrupulosas quimeras que es obligatorio examinar a tiempo y no darle ningún tipo de prioridad.

Y es que todos tenemos ilusiones y utopías, pensar en ellas siempre nos supone (ambicionemos o no) una distracción. Sobre todo ese tipo de elucubraciones y ambiciones sobre lo que queremos como un elemento nuevo en nuestras vidas —viajes, ropa, etc. —. En  realidad no se debe centrar todo el interés y toda la fuerza en ello, ya que implica gastar más energía de la cuenta en algo que no se va a efectuar.

De manera pues que el problema de la lista B, o de estas distracciones mentales, es que impiden centrarse en lo verdaderamente transcendental: en la lista A, la de nuestras prioridades. Es por eso que se debe “aprender a simplificar”. Hay que ser menos ansioso en el número de objetivos sin ton ni son —a la larga, ilusiones— y mucho más a la hora de lograr conseguir los de la lista A.

Si bien y es obvio, hay que tener aspiraciones en la vida. “Hay que ser menos ambiciosos en el número de objetivos y mucho más a la hora de lograr alcanzarlos”. Solo así conseguiremos las cinco prioridades que hemos trazado y, es la conclusión a la que llega, además de sus consejos, el magnate Buffet. De todas formas, me permito señalar a modo de conclusión que las metas tienen que reflejar una visión lógica de la vida que desea llevar.

El entramado central de la Teoría de las Metas, plantea como idea primordial que el individuo es percibido como un organismo intencional, dirigido por unos objetivos hacia una meta que opera de forma racional (Nicholls, 1984a). Según Maehr y Nicholls (1980) el primer paso para juzgar las conductas de logro de las personas, es explorar que el éxito y la frustración son estados psicológicos de la persona, asentados en el significado subjetivo o la interpretación de la certidumbre del brío necesario para su realización (en nuestro argot la verraquera).

De esta forma, las metas de logro de una persona, serán el dispositivo principal para calificar su competencia y decretar su percepción sobre la consecución del éxito o, caso contrario del fracaso —aunque este vocablo no me gusta—. Por lo tanto, el éxito o el fracaso ulterior del resultado de una acción, dependerán (o penderán) de la afirmación otorgada por la persona en relación a su fin.

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