HOY DIARIO DEL MAGDALENA
Líder en la región

La protesta social silenciosa

Sí, en verdad necesitamos una más intensa y profunda protesta social, que haga sentir el clamor popular contra los desmanes que aprovechan los reclamos justos y las injusticias evidentes para atentar contra los derechos de las personas inocentes, entorpecer las soluciones y condenar a las víctimas a sufrir nuevas victimizaciones.

Es la protesta de los ciudadanos pacíficos y más pobres, cuyos derechos son los primeros que resultan atropellados por agitadores que convierten las demostraciones de trabajadores y estudiantes en asonadas contra la inmensa mayoría de colombianos, que quieren trabajar en paz y también en paz disfrutar los resultados de ese trabajo.

La unanimidad del país está de acuerdo con que se atiendan las peticiones justas, que llevan años esperando un alivio. Pero nadie desea ni entiende que la manera de afrontar los problemas sea la agresión a pedradas contra quienes no son los responsables de los males que se critican, ni la explosión de papas bomba, que no tienen ninguna relación con los pretextos alegados.

Así no hay ninguna solución sino empeoramiento de la impunidad, que termina arropada entre el escándalo de los disturbios y los ataques inexplicables contra los ciudadanos a quienes, por ejemplo, les repugnan tanto o más que a los revoltosos los robos continuados de los dineros públicos, y de repente no pueden ir al trabajo, pierden el día caminando por cuenta de unos manifestantes que no quieren pagar las multas de tránsito, o quedan atrapados en oficinas asaltadas a   sangre y fuego. Son gente honesta que se gana la vida limpiamente, pero ni siquiera puede expresar su solidaridad con los estudiantes a quienes les saquean los fondos de su universidad o con la señora que resulta víctima de los cocteles incendiarios, mientras trata de retirar unos pesos del cajero automático.

Actos semejantes a los vividos la semana pasada conmocionan a la sociedad, cuya protesta unánime y silenciosa une a la ciudadanía por encima de cualquier diferencia de estrato económico, ocupación, oficio o afinidad política. Y obliga a preguntarse ¿Quiénes están interesados en instrumentalizar a los estudiantes? ¿Con qué fin los usan para encubrir el vandalismo y la violencia desestabilizadora?

Nadie puede estar de acuerdo, mientras camina horas enteras para  llegar al trabajo y después regresar sano y salvo a su vivienda, con la actitud de quienes queman el bus que debía transportarlo, o lo rompe a golpes con un extinguidor hecho para apagar incendios y no para provocarlos.

Los disturbios no se improvisan, como lo comprueba la marcha pacífica que comenzó a recorrer tranquilamente las calles bogotanas, para enfilarse después, sin saber por qué, hacia el Icetex, que de milagro se salvó de quedar en cenizas por cuenta de unos encapuchados que aparecieron de repente con palos, papas explosivas, cocteles molotov y, según dicen los noticieros, reforzados por cuatro venezolanos… Ojalá no se confirme la noticia, porque sería un indicio de la infiltración de agitadores en la corriente de gentes de bien que se vieron obligadas a abandonar su país.

Y todo esto en vísperas de elecciones, cuando la opinión es mas sensible y los ánimos están más exaltados, como si se buscara debilitar la democracia que tanto esfuerzo nos cuesta mantener.

*Periodista*Defensora de los DD.HH.

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