HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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Empleo fijo, asunto del pasado

Para hablar de empleo, principal preocupación de la mayoría de los colombianos, hay que empezar por entender cómo ha cambiado el mundo laboral y con él el mercado de trabajo. Lejos van quedando los tiempos en que la estabilidad en el trabajo de obreros y empleados era una realidad que ni se discutía, cuando los puestos en las fábricas en la práctica eran hereditarios y durante toda la vida laboral se permanecía vinculado, enganchado con la misma empresa. En el mundo rural de campesinos y jornaleros había también, aunque no tan fuertes, elementos de estabilidad laboral.

Ese mundo laboral y la legislación del trabajo nacieron al impulso de la industrialización iniciada en los años veinte del siglo pasado. Simultáneamente nació el movimiento sindical colombiano en el seno del incipiente mundo obrero urbano. Desde entonces se ha desarrollado una discusión que aún no termina, entre orientar las políticas, las gestiones y las luchas sociales hacia la defensa de las condiciones y derechos de los que tienen empleo o hacia la generación de empleo para los desempleados verdaderos marginados de la dinámica económica. Hay acuerdo en que el trabajo es un derecho de todo ciudadano; pero seguidamente los que ya tienen resuelta su situación y los empresarios que son los empleadores, ponen el grito en el cielo para decir que esos empleos no se pueden generar a costa de sus legítimos derechos.

Hoy el panorama y las posibilidades y características del empleo cambian por los avances tecnológicos en curso, ante los cuales las viejas formas de la contratación aparecen obsoletas e inadecuadas. La creciente mecanización hiere de muerte al trabajo no especializado a la par que le abre posibilidades y demandas al capacitado y especializado. Las viejas estructuras empresariales pierden espacio ante la competencia de las iniciativas individuales o de pequeños grupos; es la irrupción generalizada del famoso emprendimiento. Se abren las posibilidades y la necesidad de políticas de flexibilización laboral que valoren y paguen no la estabilidad laboral sino la cantidad de trabajo requerido para adelantar tareas específicas y no rutinarias, realizadas crecientemente por máquinas; para estas tareas que se irían marchitando progresivamente, seguiría vigente la actual legislación.

Hoy la economía y por consiguiente las empresas valoran más el talento humano que puede contratarse de manera flexible y por el tiempo requerido para tareas específicas, bien diferente al del obrero encadenado indefinidamente a realizar procesos productivos repetitivos. Va imponiéndose la contratación por períodos cortos o muy cortos, generalmente por horas, liberada de los horarios de trabajo y de las restricciones para el trabajo nocturno o dominical. La correspondiente carga prestacional será proporcional a la cantidad de trabajo efectivamente realizado/contratado, responsabilidad de los diferentes empleadores que cotizarán según el tiempo que trabaje el contratado. Con ello, los costos laborales se desprenden de su carga de costos fijos, limitándose a los variables que dependen de la cantidad de trabajo efectivamente contratado y realizado, que permite redefinir la formalidad/informalidad laboral que permitirá superar la disyuntiva de política pública entre la defensa de las condiciones de los empleados y la formalización de los hasta ahora marginados laborales.

Sobra decir que además es un escenario ?muy millenial?, favorable a la cultura de jóvenes que no están interesados en amarrar sus vidas a proyectos indefinidos; más que empleados aspiran a ser emprendedores en unos campos de actividad donde la creatividad y los proyectos a plazo fijo se van imponiendo; quieren liberarse de la esclavitud de los horarios para ser dueños de la organización de su tiempo. Podría ampliarse aún más la brecha entre los trabajadores no capacitados y los otros, concentrándose el desempleo en los que solo tienen para ofrecer su fuerza de trabajo básica. De ahí que complemento indispensable de los cambios tecnológicos y de empleo en curso, sean la educación y la capacitación, convertidas en condición necesaria para que surja una nueva economía que ofrezca oportunidades para muchos.

Es la formación y la capacitación que no ha logrado ponerse a tono con nuevas realidades que exigen desarrollar capacidades para razonar y actuar en términos de procesos y adaptarse a realidades cambiantes, que trasciendan la formación centrada en un solo oficio. No en vano, la matrícula en las universidades y en el SENA está cayendo, en buena medida por esa inadecuación entre lo que ofrecen y lo que los jóvenes y las nuevas realidades reclaman; caída altamente preocupante y que lleva a pensar que el país está lejos de generar la cantidad y la calidad de los empleos que los jóvenes y la realidad reclaman.

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