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La fe está puesta en la carpa blanca para Cauca

Mientras el defensor del Pueblo Carlos Alfonso Negret recorría los departamentos de Arauca, Vichada y Casanare el pasado 29 de octubre, en el norte del Cauca se gestaban las peores masacres de los últimos meses. Cada estación en un pueblo o vereda era para el funcionario estrellarse contra una realidad dolorosa: se iban sumando víctimas a la lista de una guerra entre narcotraficantes, que no da tregua.

En varias oportunidades pidió consejo a sus funcionarios sobre abandonar la misión humanitaria y viajar a Cauca, pero no lo hizo porque pensaba en las comunidades que lo esperaban.

La primera masacre
El 29 de octubre, Negret aterrizó en el aeropuerto de Arauca. Lo acompañaban funcionarios, un equipo de logística y algunos medios de comunicación, entre ellos EL COLOMBIANO. Cuando la comitiva llegó por tierra a Cravo Norte y las señales de los operadores celulares se activaron apareció la primera mala noticia.

“Mataron a cinco indígenas en el norte de Cauca, entre ellos a una gobernadora nasa”, anunció a la comitiva el defensor. Se trataba de Cristina Bautista, y de los comuneros Matías Montaño, José Norman Montano, Crescencio Peteche y Dora Rut Mesa Peteche.

Sin embargo, la Defensoría realizó las reuniones con líderes, habitantes y autoridades de ese municipio araucano que ha sido tantas veces asediado por la guerra.

La Carpa Blanca
La delegación pernoctó ahí y muy temprano tomó una lancha por los ríos Cravo, Casanare y Meta hasta llegar a Santa Bárbara de Agua Verde, en Vichada. Al llegar el defensor se encontró con la noticia de que el presidente Iván Duque se había desplazado a Cauca a atender la emergencia, que había aceptado y estaba dispuesto a colaborar con la puesta en marcha de la Carpa Blanca en el norte del Cauca, un proyecto que busca conectar a las comunidades indígenas con las Naciones Unidas, las autoridades regionales locales y el Ministerio Público en tiempo real.

Negret declaró entonces: “Nosotros hemos venido hablando de Carpa Blanca desde el 10 de agosto que hubo la masacre en Tierreros, la propuesta es de tipo humanitaria, aquí el Gobierno dijo que la aceptaba, ahora estamos esperando que las comunidades indígenas, afro y campesinos se pongan de acuerdo, porque tenemos que dialogar entre todos para evitar que hechos como estos sigan ocurriendo”.

Pero el presidente, además, de la Carpa Blanca prometió llevar a esa región otros 2.500 militares que conformarán la Fuerza de Despliegue Rápido N°4. A lo que el defensor contestó: “Es importante, porque hay que controlar el territorio del narcotráfico, pero la tropa sirve si llegamos con inversión social, si llegamos con mejoras en la vida de la comunidad porque si no, sería imposible lograr la paz”.

La misión humanitaria tomó de nuevo el río hasta la cabecera municipal de La Primavera, donde las reuniones se extendieron hasta bien entrada la noche.

La segunda masacre
El 31 de octubre en la mañana, la misión humanitaria salió hacia Santa Rosalía (Casanare). Una vez en ese municipio, Negret escuchó a los habitantes y más tarde retomó el recorrido hasta el corregimiento de Bocas del Pauto donde, en medio del luto por haber perdido a Alba Yanet Betancur, una madre de 23 años, de una enfermedad que no pudo ser atendida a tiempo a causa del mal estado de la vía que comunica a esa población con la cabecera de Trinidad, le hablaron de sus necesidades. En la noche, al llegar a Orocué (Casanare), llegó también la noticia: cinco personas más habían sido asesinadas en Cauca.

Al día siguiente los datos eran claros: se trataba de contratistas del Estado dedicados a la topografía, que fueron confundidos por las disidencia de las Farc con agentes de inteligencia militar. Entonces, a manos del defensor llegó una comunicación que ese grupo armado rotó por las calles de Tacueyó, un resguardo indígena del norte de Cauca y que pasó de celular en celular atemorizando.

Primero, aseguraban respetar la autonomía indígena, no estar de acuerdo con los cultivos de uso ilícito, pero al no haber nada económicamente sostenible para la región debían mantenerse y por último amenazaron con “empezar a hacer limpieza social de fumadores de vicio, expendedores de droga, violadores y ladrones”.

Una guerra entre narcos

En la mañana del viernes la comisión arrancó por carretera hasta Yopal, donde continuó escuchando a las comunidades. Hacia el mediodía del sábado el defensor se enteró que un escolta de la Unidad Nacional de Protección había sido secuestrado y asesinado en Cauca.

“Esta semana 14 colombianos cayeron en el Cauca, eso no tiene sentido, lo que hay ahí es el movimiento de varios grupos y especialmente de las disidencias de las Farc, dedicados a la economía ilegal del oro y el narcotráfico. Están matando a los ciudadanos por el control territorial”, dijo poco antes de regresar a Bogotá .

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