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La nueva generación de la protesta

“Llevamos varias semanas en unas jornadas de protesta social frente a las cuales, tengo que reconocerlo, no estábamos acostumbrados”.
De esta manera, explicó hace unos días el comandante de la Policía Metropolitana de Bogotá, Hoover Penilla, lo que han significado para la institución las manifestaciones que comenzaron con el paro nacional del pasado 21 de noviembre y que, con actividades diferentes, se han extendido por las últimas tres semanas.

Y en efecto, han sido protestas atípicas las que ha vivido el país. No solo porque se han prolongado en el tiempo mucho más de lo normal, como lo anotó Penilla, sino por sus características como el hecho de no contar con un único líder visible, el uso que le han dado a herramientas como los celulares y las redes sociales, la creatividad a la hora de manifestarse e incluso la forma como han sido cubiertas por el periodismo.

«Hay un aprendizaje interesante por parte de la sociedad y es que los jóvenes están en capacidad de recobrar liderazgos, de volver a movilizarse y tener protagonismo», señaló el ex rector de las universidades Distrital y Pedagógica, Francisco Cajiao.

Los jóvenes, y no solamente los que hacen parte del Comité nacional de paro, han sido los protagonistas de la protesta. Para quienes pudieran haber pensado que esta era una generación apática y centrada en sí misma, lo ocurrido en las últimas semanas les ha demostrado que no es así.

Por el liderazgo que han tenido en ellas, los jóvenes le han puesto su sello. Eso se ha notado en la relevancia que ha tenido la cultura dentro de las manifestaciones, incluyendo el concierto ‘Un canto x Colombia’ del pasado ocho diciembre, además de varios cacerolazos sinfónicos e incluso de tambores.

Un video que circula por redes sociales muestra el ejemplo que esto le está dando a los aún más jóvenes. Según el relato de una usuaria de Twitter, el parque de su conjunto residencial lleva tres años cerrado y en los últimos días, la administración envió una circular diciendo que los niños no podían jugar en los pasillos. La respuesta de ellos fue salir con carteles a protestar por el conjunto.

Pero en donde más se nota la presencia de los jóvenes es en el peso que ha tenido el uso  de las redes sociales, una herramienta que por varias razones se ha llegado a convertir en un dolor de cabeza para la Policía.

No solo porque a través de ella se han denunciado posibles abusos de la fuerza pública sino porque a los manifestantes les permite coordinarse de una manera muy rápida.

«Ha hecho la diferencia, porque muchos de los abusos, si no todos, han quedado reflejados en los videos que graba la gente. En otra época no se sabía qué era lo que realmente pasaba», manifiesta el docente del Centro de Investigaciones de la facultad de Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia, Jorge Iván Cuervo.

Sin embargo, esta misma herramienta ha contribuido a generar pánico y a propagar noticias falsas, como ocurrió en Cali y Bogotá, el 21 y 22 de noviembre, respectivamente, cuando una ola de pánico recorrió las dos ciudades con historias que resultaron ser falsas sobre vándalos que pretendían ingresar a los conjuntos residenciales.

«En todos los roles, hoy en día, las redes sociales juegan un papel importante, ya que permiten la convocatoria, distribuir información y saber qué está sucediendo. No obstante, también se presta para divulgar cosas inventadas, no solo para mentir, sino también para generar caos», dice por su parte Cajiao.

De la mano ha estado la forma como el periodismo ha cubierto las marchas. A la labor de los medios tradicionales, se ha sumado la de los alternativos e incluso la de ciudadanos que usan sus redes sociales personales para informar.

El pasado martes en la noche, después de que una joven fue retenida en un vehículo particular (que según se supo después pertenecía a la Policía) no solo circulaban ya los videos de lo que había ocurrido, sino que se conocían las placas del vehículo y que se trataba de un automóvil oficial.

El sábado, pocos minutos después de que dos manifestantes fueron detenidas en el aeropuerto, las redes sociales ya estaban rastreando su paradero y exigiendo a la policía su liberación.

Estar tan cerca de las protestas ha puesto a los periodistas en riesgo.

Según cifras de la Flip, entre el 21 de noviembre y el 7 de diciembre, se presentaron 22 detenciones arbitrarias de reporteros en  las principales ciudades del país, especialmente en Bogotá.

“Si bien ha habido casos en los que personas no identificadas o encapuchadas han agredido a periodistas, también hemos identificado que el mayor agresor contra los periodistas han sido integrantes de la Fuerza Pública, lo cual es algo sumamente preocupante, que deja ver la falta de preparación en términos de libertad de expresión para garantizar el cubrimiento de la prensa”, resaltó Jonathan Bock, director de la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip).

Por ahora, con la llegada de la navidad las manifestaciones parecen haberse disminuido, pero el fenómeno social que comenzó hace poco menos de un mes y que no solamente se registra en Colombia sino en otros países del continente, seguirá teniendo efectos, como ya los ha tenido, en la vida política del país.

Bogotá (Colprensa).

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