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El padre Georges Rizk coloca el crucifijo en la iglesia en la que celebrará la misa de Navidad, en Daraa, al sur de Siria. El templo, semidestruido por las bombas, ha sido renovado, pero la mayoría de los fieles ya no está.
«Más de 500 familias cristianas vivían en Daraa antes de que empezara la guerra», en 2011, explica el sacerdote a la AFP. Hoy, la mitad se ha ido, sobre todo los jóvenes, que se refugiaron en Damasco o si pudieron, aún más lejos. /AFP