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“El DANE no está haciendo bien su trabajo”

En estos momentos está radicada en la ciudad de Valledupar, donde la Universidad Nacional acaba de abrir una sede. Allí dirige la Escuela de post grados.

Mosquera es una de las primeras voces en Colombia que se han preocupado por la buena realización del censo, respecto a las comunidades étnicas, especialmente las afrodescendientes, ya que del buen conteo de las mismas depende la inclusión en los planes de desarrollo del Gobierno nacional.
El Dane debe resarcir

–¿Cuál es su impresión respecto al pasado censo?

–Estoy muy sorprendida con sus resultados, porque, pese a que el Dane cometió muchos errores técnicos, hubo un trabajo muy bien organizado por parte de universidades y algunas organizaciones que se movieron en barrios, cuadras y casas para que el resultado fuera el mejor. Sin embargo, no estoy conforme con la cifra que arrojó ese ejercicio. Lo que creo es que el Dane no sale de la idea de que todos los colombianos somos iguales y que no se necesita tener cifras diferenciadas para grupos de población con historias dentro de la Nación. Recuerdo muy malos momentos que pasé con algunos funcionarios, quienes, pese a que nos recibieron con una sonrisa, su actitud real era de “esto no sirve para nada, porque lo que hace es disociar la Nación”. Entonces, cuando tenemos funcionarios que creen que todos en el país hemos hecho aportes de la misma forma, el discurso intelectual puede decir una cosa, pero la práctica institucional es otra. El Dane nunca aceptó los ejercicios que propusieron las universidades para hacer preguntas bien hechas.

¿Qué considera que debe ahora hacer el Dane?

–Debe reconocer que tuvo errores de procedimiento, que no hizo su trabajo como debía, que debe asumir su responsabilidad política por desaparecer a más de un millón de afrodescendientes. Debe mirar técnicamente cómo se podría resarcir ese error y comprometerse a hacer estudios especializados de la relación entre deserción escolar y racismo. Sabemos que en muchas ciudades colombianas nuestros niños abandonan el sistema escolar porque no soportan el matoneo racial. Necesitamos más estudios específicos hechos por el Dane (no por las universidades) sobre mercado laboral, racismo y color de la piel. Necesitamos estudios para saber cuál es el color de la piel de la población carcelaria del país. Y necesitamos saber cuántos jóvenes negros son objeto de “limpieza social”, debido a su color de piel y por sus condiciones de vida en la principales ciudades colombianas.

–¿Por qué son importantes el censo y la pregunta étnica?

–El censo es una radiografía de cómo estamos, quiénes vivimos en este país, cuántos somos, cómo vivimos, cuáles son nuestros indicadores de calidad de vida, quiénes tenemos casa y quiénes no; quiénes tenemos acceso a acueducto, a escuelas, cuántas personas nacieron y murieron, etc. Esa información es importante, porque nos dice cuántos somos, pero también nos dice que no todos vivimos de la misma manera. Hay unos que vivimos con los máximos estándares de calidad de vida, otros que menos y otros que mucho menos. Esos datos le dicen al Estado dónde debe encaminar sus esfuerzos y dónde están los grupos que necesitan mayor focalización. Hay otros grupos que necesitan un tipo especial de atención, porque guardan unas particularidades y una historia diferente al resto. La distribución del presupuesto debe estar encaminada a contemplar esas particularidades.

–¿Qué implica que el censo no arroje una cifra correcta respecto a un grupo étnico?

–Implica que no habrá inversión particular para las áreas negras, en donde ya sabemos que hay problemas absolutamente diagnosticados. En el Pacífico, por ejemplo, los hombres y las mujeres viven mucho menos que los del área andina. Así las cosas, el sistema de salud puede hacerse el loco, si no tiene una información que le diga cuáles son los índices reales de mortalidad en una población afro. El problema de no tener cifras reales de población y diagnóstico consiste en que las instituciones muchas veces dicen: ‘Nosotros hemos recorrido esas zonas y sabemos que hay unos problemas, ¿pero dónde están las cifras? El Dane no nos está diciendo eso’. Eso significa que hay una disociación entre la situación de las poblaciones afros y lo que las instituciones deben hacer.

–Antes el Dane se excusaba diciendo que los afros tenían problemas de auto reconocimiento. ¿Eso todavía sucede?

–Los procesos de auto reconocimiento son muy complejos y dolorosos. Anteriormente, yo, de manera ligera, me preguntaba por qué la gente de la Región Caribe no se auto reconoce como negra. Pero después me puse a hacer trabajo de campo y encontré varias historias, entre las cuales destaco las de personas que nacieron con la piel un poco oscura y sus papás, al darse cuenta, abandonaban el hogar, dejando a la madre sola con los hijos. Otros crecen oyendo que en sus familias nunca antes hubo negros, mientras que otros deciden no auto reconocerse, porque toda su vida han oído expresiones denigrantes contra la etnia negra. Esas historias las hay en el Cesar, La Guajira y el Magdalena, etc.; y cuando uno las escucha, casi que disculpa a las personas que no quieren reconocerse, porque lo hacen para preservar su dignidad. Pero de otro lado, hay personas que sí están dispuestas a auto reconocerse como negras.

–¿Qué debería hacer el Dane en estos casos?

–Ya le hemos dicho que debe hacer campañas de auto reconocimiento positivo, porque lo que dicen las personas y sienten en carne propia también se puede revertir con una narrativa empoderante. Recordemos que la gente se opone al estereotipo negativo, pero la cultura negra tiene infinidad de cosas positivas, que, si se destacan en una campaña bien pensada, el autore conocimiento se dispara.

–¿La falta de auto reconocimiento también podría estar fundada en que algunas comunidades afros no se sienten bien representadas por sus líderes?

–Creo que esa es una percepción un poco ligera, pero si uno mira en detalle encuentra que esos líderes no se han vuelto millonarios a costillas del proceso afro. Lo que se puede decir es que esos procesos han mejorado las condiciones de vida de unas familias. Es decir, esos procesos producen una pequeñita movilidad social ascendente en unas familias; y el grueso de la población que, está en peores condiciones, no siente que esa pequeñita mejoría le llega igualmente a ella. Pero también es cierto que estos procesos no avanzan sin esas minorías que logran esa pequeña movilidad social.

–¿De cuáles avances podríamos hablar?

–Por ejemplo: ahora en Colombia hablamos mucho más, y con mejores argumentos, sobre el racismo, un fenómeno que está metido en el despojo de tierras, en la gentrificación barrial, en la generación desigual de ingresos.

Sabemos cómo el racismo actúa en el sistema escolar; y todo eso es producto de lo que han logrado las organizaciones étnico-raciales en los últimos años. Creo que ahí ha habido una ganancia para todo el pueblo negro, independientemente de si somos de sectores altos, medios o muy vulnerabilizados.

Cartagena (El Universal).

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