HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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Escena cotidiana en Colombia

Empezó el año con una escena cotidiana en Colombia desde hace rato: medios de comunicación denuncian que se están haciendo interceptaciones telefónicas de manera ilegal contra periodistas, miembros de partidos de oposición y contra algunos funcionarios de las altas cortes,  luego el Gobierno y los comandantes de la Fuerza Pública anuncian que investigarán, que tomarán las medidas más drásticas en caso de confirmarse y que habrá sanciones. Luego todo se olvida hasta que se repite la misma escena. Y en estas estamos desde los años 90.

Cuando un Estado o algunos de sus miembros deciden hurgar en la intimidad de sus ciudadanos está poniendo en riesgo el don más preciado de una democracia. La preocupación de la sociedad porque se respete el derecho a la información reservada que tienen los gobernados ha permitido el desarrollo de leyes como las de hábeas data, para que toda persona pueda saber quién tiene sus datos personales, para qué los usa y qué nivel de profundidad de la información puede llegar a tener quien obtiene esos datos.

En estos tiempos, en los que la vida se ha tornado más pública, por el uso de las redes sociales, por la forma en que robots analizan toda nuestra información en internet para luego usar eso como oportunidad para ofrecernos cosas, es la razón por la que cobra preponderancia el respeto de este derecho constitucional. Es necesario que podamos mantener niveles de intimidad sobre nuestras vidas y tenemos que seguir siendo los únicos titulares de nuestra información y poder saber quién la tiene y por qué.

Claro que las instituciones dedicadas a la inteligencia de los estados también buscan proteger a los ciudadanos de las amenazas que se puedan cernir sobre ellos, pero no por eso se puede autorizar que se realicen actividades ilegales como las de las interceptaciones telefónicas sin autorización judicial y, mucho menos, que esta información sea usada para emprender acciones criminales como la persecución y amedrentamiento de otras personas. Una cosa es investigar estructuras criminales y otra distinta, a contendores políticos.

Mientras siga habiendo impunidad en estos asuntos, se repetirán y en la medida en que algunos pretendan que el poder es una forma de imponer sus formas de gobernar pues nos estaremos alejando más de la importancia que tiene una sociedad para respetar los derechos civiles de los ciudadanos. La obsesión por saber en la Stasi, en la República Democrática Alemana, llevó a que se acumularan documentos en tal cantidad que si se pusieran uno seguido del otro ocuparían los 95 kilómetros que separan a Santa Marta de Barranquilla.  Hoy todavía miles de personas visitan las dependencias en donde funcionó este aparato para conocer qué tanta información se llegó a acumular sobre ellos y de dónde provenía. En Colombia ha habido dificultades incluso para que quienes fueron objeto de seguimiento del DAS puedan acceder a los expedientes que sobre ellos abrió ese desaparecido organismo.

Hoy, los métodos son más sofisticados, pero igual socavan la confianza de los ciudadanos en sus autoridades. Por esto es que a las denuncias deben dárseles la importancia que tienen y no puede seguirse simplemente anunciando investigaciones que no terminan en nada. La gravedad de que esto se repita sin consecuencia solo hace temer lo peor. Es hora de que el Gobierno, la Fiscalía y las Fuerzas Armadas se lo tomen en serio.

*Internacionalista.

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