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El alma nómada del barón de Massy, llegó a Santa Marta

POR:
LEIDY
HENRÍQUEZ GALVIS

“Era uno de mis ‘bucketlist’ (lista de deseos) antes de ir a pagar los pecados al otro mundo”, dijo Christian Louis, barón de Massy del principado de Mónaco, al preguntarle sobre el motivo de su travesía en carro por toda Suramérica, territorio del que agrega enseguida, ha visto “un gran cambio”.

A sus 71 años, es un hombre con espíritu aventurero y jovial que comparte con su hijo Antoine, de 22 años y quien lo ha acompañado en varios de sus viajes como este, que estacionó en Santa Marta durante tres días y ayer emprendió su salida nuevamente a Cartagena.

Christian Louis es miembro de la familia principesca monegasca, hijo de la princesa Antonieta, baronesa de Massy; sobrino carnal del príncipe Raniero III y primo del príncipe reinante Alberto II, a quien puede representar en eventos oficiales.

Al ser hijo de la princesa Antonieta, aún naciendo fuera del matrimonio, fue legitimado pues sus padres se casaron en 1951; asimismo, fue considerado el segundo en la línea de  sucesión, cuando Raniero era soltero, pero una reforma constitucional en 2002 incluyó a Christian en el puesto 11 en la línea de sucesión al trono.

Pero para él, esos títulos parecieran no ser de su importancia; ha estado alejado de la Corte por mucho tiempo y prefiere que se le vea sencillo, pasar desapercibido y disfrutar de la vida libremente, no atado a su condición de noble.

Tan es así que, se ha casado cuatro veces y con el mismo número de divorcios; la última de sus mujeres y madre de dos de sus hijos, Cécile Irène Gelabale, es de raza negra nacida en la antilla francesa de Guadalupe y con ella, abrió la puerta a los matrimonios mixtos en la aristocracia.

Actualmente, reside en Miami donde permanece gran parte del año y es agregado económico de la embajada de su pequeño país en Washington; desde su cargo, maneja las relaciones diplomáticas entre Mónaco y Latinoamérica.

En junio de 2019 inició su trayecto en Cartagena, hasta donde envió su automóvil en un container y poder disfrutar en cuatro ruedas, de las maravillas naturales y culturales que ofrece esta zona del planeta; ‘La Heroica’ poco a poco fue llevándolo hasta Tierra del Fuego y Salta, Argentina.

En esta última ciudad, duró cerca de 20 días varado por un daño en su vehículo y esperando la llegada de unos mecánicos que le traerían unos amortiguadores nuevos; pasó por Bolivia, donde quedó enamorado de las costumbres indígenas.

“Cuando vine joven (a Suramérica), hace 22 años, hice un viaje fantástico en moto desde Punta del Este, Uruguay, hasta Belem, norte de Brasil, 7.480 kilómetros. Dos años y medio planeándolo, no exagero”, contó.

Su relato continúa: “Tuve la suerte que, la noche antes de salir de Punta del Este, conocí a Boliche un joven brasilero que me decía que si me vine en moto desde Mónaco, que estaba loco (risas). Las hijas hoy en día son mis amigas, uno de ellos fue a verme a Montecarlo”.

Precisamente, se declara amante de las motocicletas, pero luego de un accidente en el que se rompió los codos decidió transitar en carro y seguir disfrutando de sus viajes; de hecho, andar sobre cuatro ruedas es un homenaje a su abuelo Antony Noghès, fundador del Gran Premio de Mónaco, uno de los más antiguos y prestigiosos de Fórmula 1, así como del Rally de Montecarlo.

De hecho, su Land Rover Discovery, parqueada a las afueras del Hotel Boutique Don Pepe –donde se hospedó en Santa Marta-, está decorado con autoadhesivos de los dos torneos automovilísticos, así como las banderas de los países que visita.

LLEGÓ A COLOMBIA…

El primer destino que lo regresó a Colombia fue Popayán, conoció después el parque San Agustín, en Huila, llegó a Cali y Bogotá; al llegar a Santa Marta, ciudad donde estuvo hace 10 años, recordó esa última visita y resaltó el crecimiento turístico.

“Vine con un amigo en su coche, estábamos en un apartamento de él, fuimos a una playa… no me acuerdo muy bien, pero ahora veo mucho turismo. Estuve en el Parque de los Novios”, dijo.

El barón cuenta que su hijo y él se han sorprendido por la simpatía de la gente colombiana, “hasta los policías y militares son queridos, las rutas maravillosas y las chicas no están feas… muy lindo país”.

“El segundo día que salimos estábamos andando en carretera y un policía tenía la pistola láser y le apunta a la ventana de mi coche; me dice ‘buen día, caballero, cómo anda el viaje’… yo le dije a mi hijo ‘este no es un policía, no puede ser tan amable’ (risas). En la vida se dice que no se puede generalizar, yo he visto en otros países donde la gente es totalmente hipócrita, pero viajar por Colombia tiene gente amable exageradamente; yo le decía a las personas que no estaba a acostumbrado a tener en ‘Gringolandia’ o Francia, a gente amable así”, sostuvo.

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