HOY DIARIO DEL MAGDALENA
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Relaciones con Estados Unidos

 

Existe gran perplejidad por el presente y futuro de América Latina y Estados Unidos. Ya están en marcha diversas iniciativas para encontrar -nada fácil- consensos que permitan una relación ojalá constructiva. Cuesta trabajo entender por qué ha sido tan difícil crear una gran alianza en todos los campos en el nivel interamericano, incluida, por supuesto, Canadá.

El programa Mejor Hablemos, que dirige Claudia Palacios, propició un debate entre académicos de México, Estados Unidos y Colombia sobre este tema. Ello a propósito de la reunión del ‘Grupo de Trabajo de Alto Nivel sobre Relaciones Interamericanas y Bipartidismo’, que presiden entre otros la exministra de Relaciones Exteriores Carolina Barco y el expresidente de la CAF, Enrique García.

Es evidente que los intereses que alimentan las buenas relaciones y las tensiones con los Estados Unidos son bien diferentes. Una cosa es la muy compleja relación con México y otra la que se puede establecer con Argentina o Chile. Brasil es un caso aparte, dada su propia concepción de su papel tanto en Suramérica como en el hemisferio y en el mundo. Y el caso venezolano desborda cualquier previsión, entre otras razones, porque Rusia ha pasado a jugar papel singular cuyo alcance tampoco es fácil de evaluar.

La situación de Colombia merece consideraciones casi excepcionales. Su prolongada y difícil frontera con Venezuela nos coloca en una situación que no tiene comparación con la de los otros países. Y la cuestión se hace mucho más enredada cuando el problema de los cultivos de coca y amapola y las exportaciones de cocaína, entre otras vías por Venezuela, vuelven a colocar las relaciones Colombia-Estados Unidos en el ámbito de la seguridad. No es precisamente lo mejor. Es que en febrero de 2016 el presidente Obama, ya lo he señalado varias veces, exaltó el éxito del Plan Colombia como el mayor de la política exterior de los Estados Unidos. Obama hizo un gesto estratégico dirigido a consolidar este notorio problema y para ello invitó a la Casa Blanca a Andrés Pastrana, Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, así como a los expresidentes Clinton y Bush. Era un intento por crear un consenso en torno del tema de la paz, íntimamente ligado al de la producción de drogas ilícitas. El papa Francisco, en su perspectiva, haría lo propio a instancias, según se dijo, del procurador Fernando Carrillo. Esa aureola se desvaneció y hoy, dicen los que conocen por dentro el tema, las relaciones bilaterales han quedado narcotizadas. Como si cuarenta años hubieran pasado en vano. Como si ese éxito que se proclamaba con pitos y tambores, jamás hubiera existido. Llegan cartas del Presidente de los Estados Unidos, se declaran Epidemias de Opiáceos, y luego, Epidemias de Salud íntimamente relacionadas con los cultivos de coca y la producción de cocaína y los de amapola y la producción de heroína.

Queda el legado de una experiencia de cooperación bipartidista en los Estados Unidos, se diría de un consenso para lidiar con este flagelo. Consenso en los Estados Unidos y disenso, notorio y grave, en Colombia. Pocos entienden que esa sea la situación.

Las alternativas de apelar a China, a Rusia, pocos mencionan la Unión Europea, están por demostrar su real eficacia. Pero sí, es una opción que hace décadas no existía. Repensemos.

Exiministro de Estado

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