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Yaneth Molina, la otra ‘sobreviviente’

Yaneth Molina era la controladora de vuelo aquella noche cuando ocurrió la tragedia. /AFP

 

Una traza que desaparece en un monitor, llamados que se multiplican sin respuesta y un avión que cae en medio de la noche con un equipo de fútbol brasileño dentro. Hace un año, Yaneth Molina supo antes que todos lo que ocurrió con el Chapecoense.

Sin embargo, esta colombiana de 47 años, tardó en ver las imágenes de una de las tragedias que más ha hecho llorar al fútbol fuera de la canchas. Molina estaba en la sala de radar del aeropuerto Rionegro, que sirve a la ciudad de Medellín, el 28 de noviembre de 2016.

Era la controladora del tránsito aéreo que esa noche intentó sin éxito guiar a buen destino el vuelo 2933 que traía al club Chapecoense a jugar su primera final internacional.

En principio ella no debía estar ahí, según explica en el libro «Yo también sobreviví», que escribió junto con su esposo Carlos Acosta, también controlador.

Molina, con 22 años de experiencia, cambió de turno porque quiso atender unos asuntos familiares. Esa noche el azar la obligó a ver cómo comenzaron a desvanecerse las vidas de 71 personas que murieron en el accidente del avión de la empresa boliviana LaMia, la mayoría del equipo brasileño.

«Lo último que pregunté (a la tripulación) fue altitud. Me dijeron: 9.000 pies. Le hice un nuevo llamado pero ya no me contestaron».

Las lágrimas casi se les desgajan de nuevo, pero Molina se repone. Ya no había más comunicación con el piloto, la traza también desaparecía definitivamente de la pantalla, otros aviones no informaban de ningún avistamiento, pero aún así los protocolos dicen que se debe esperar, que aún es apresurado para hablar de un accidente.

Vinieron más llamados sin respuesta desde la sala de radar. «No lo podía creer…lo único que hice fue suspirar y continuar manejando el resto de aeronaves, despejando el espacio aéreo pues ya tenía muchas en mi frecuencia, bajo mi responsabilidad».

Caótica, confusa, entrecortada, la noticia ya estaba en los labios del mundo. El avión con el equipo Chapecoense cayó de barriga sobre Cerro Gordo, en el municipio de La Ceja, a 20 kilómetros del aeropuerto donde debía aterrizar.

Sin caer en ataque de nervios, Molina debió seguir frente a los controles hasta terminar el turno a las seis de la mañana del 29 de noviembre.

«Ya en la madrugada vi la imagen en televisión, imagínate el dolor tan grande que sentí», remarca Molina.

Con las primeras imágenes también llegaron los detalles. El vuelo que ella intentó guiar era de un equipo de fútbol que no conocía. «Luego me entero quiénes eran, cuántos iban y empieza uno a escuchar todo eso… fue muy doloroso».

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