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“Anhelo ver regresar este tesoro a Colombia”: Pablo Gamboa

Muchas culturas en distintas partes del mundo utilizaron las ofrendas funerarias, por diferentes motivos, pero que con el paso de los años e incluso de los siglos, se han convertido en la evidencia, en los elementos claves de estudio para que en el presente se pueda conocer más de ese lejano pasado.

En 1890, en las montañas del Quindío fue descubierta una ofrenda, que por su estado, por su variedad y calidad artística, ha sido considerado una obra maestra de la orfebrería precolombina, por lo que fue llamado el Tesoro Quimbaya, considerado por los expertos como el emblema de la identidad y el patrimonio cultural colombiano.

Todo parecía maravilloso, pero dos años más tarde, el presidente de turno, Carlos Holguín, tuvo la idea, completamente inconstitucional, de obsequiar a España dicho tesoro, como si hubieran sido pocos los tesoros que fueron arrancados por la corona española desde su llegada a estas tierras.

Jamás volvió a Colombia, estuvo en riesgo de perderse en varias ocasiones y, ahora, si un colombiano quiere conocer, admirar y sentirse orgulloso de la riqueza de su cultura precolombina, debe viajar más de 9000 kilómetros hasta Madrid, al ser una de las exposiciones más importantes del Museo de América en dicha ciudad.

Es parte de la historia, junto a años de investigación, que presenta Pablo Gamboa Hinestrosa en el libro ‘La metamorfosis del oro: el tesoro de los Quimbayas’, que en 400 páginas le sigue la historia a esta apasionante y triste historia a la vez, desde su encuentro por parte de guaqueros a finales del siglo XIX, trazando los asuntos artísticos de su orfebrería, así como su gran valor histórico.

Una vida de entrega al estudio, a la academia, Pablo Gamboa ha sido maestro de artes plásticas, con estudios de antropología, Decano de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional, siendo un reconocido conferencista de arte precolombino en el Instituto de Historia del Arte de la Universidad de Heidelberg, pero en especial, años y años dedicado al famoso Tesoro Quimbaya.

El autor habló sobre su nuevo libro ‘La metamorfosis del oro’, así como si existe alguna posibilidad para que Colombia recupere dicho tesoro y se posibilite así su mejor estudio sobre dicha cultura indígena.

EL TESORO PERDIDO

– ¿Cómo nació en usted el deseo de escribir este libro sobre el Tesoro Quimbaya?

El tema del Tesoro de los Quimbayas, su orfebrería y su carácter artístico, así como su historia y vicisitudes ha estado en el centro de mis clases en el Instituto de Investigaciones Estéticas de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional desde los años ochenta. Ya había publicado un libro con su historia en el año 2002, El Tesoro de los Quimbayas. Ahora, en ‘Las metamorfosis del oro’ presento una historia y además un estudio desde el punto de vista estético de estas maravillosas obras hechas por artistas anónimos.

– Estando tan lejos de su origen, ¿qué tanto se conoce o se ha podido estudiar dicho tesoro y la cultura que representa?

El patrimonio precolombino es una voz del pasado que nos recuerda que nuestros orígenes se extienden en el tiempo. Ser conscientes de esto es valioso para la construcción de una verdadera y sólida identidad nacional.

Nuestra Historia no comienza con la Independencia ni con la llegada de los españoles. Es muy anterior. A través del arte precolombino, en la orfebrería, en la escultura o en la cerámica, podemos ver esa cultura e incorporarla a nuestro presente.

– ¿Qué nos queda de ese tesoro?

El anhelo ver regresar este tesoro a Colombia y ocupar su lugar de honor en el Museo del Oro, junto con las demás obras de la orfebrería precolombina. Es aquí donde encontrará su máximo valor de obra artística presente y, al mismo tiempo, donde podrá enseñarnos algo de ese remoto pasado.

– ¿Existe alguna esperanza de recuperar dicho tesoro?

Existe la figura que propone la Unesco del ‘préstamo indefinido’ para la cual se tendría que apelar a la buena voluntad de España. Es una opción muy razonable que ya ha sido usada y tiene antecedentes, caso del pájaro de piedra de Zimbawe, que estaba en un museo de Berlín (Alemania) y fue devuelto al país africano bajo esa modalidad.

Hoy se habla de los nuevos ‘derechos humanos’ y uno de ellos es el derecho a la construcción de una identidad a través del disfrute del propio patrimonio histórico, que la hace sólida y la enaltece. Por eso, para cualquier sociedad, la cercanía con las obras más importantes de su patrimonio es esencial.

– ¿Existe un duplicado del tesoro?

Hay un duplicado en el Museo de América (España), el cual se exhibía antes de que se sacara el original, que permaneció por mucho tiempo bajo custodia en los sótanos del Banco de España.

– ¿Un tesoro que estuvo en alto riesgo incluso en España, en medio de la Guerra Civil?

En la Guerra Civil el Tesoro Quimbaya fue llevado por el gobierno republicano a Valencia y Barcelona, pero al ver que iban a perder la guerra, lo llevaron a Ginebra y lo depositaron en el Palacio de las Naciones, junto con otras obras importantes del patrimonio español. El poeta Rafael Alberti fue uno de los que hizo esta gestión.

– ¿Qué tanto se ha logrado generar conciencia entre los colombianos del valor de este tipo de tesoros? Teniendo en cuenta que en el libro usted habla que las obras precolombinas llegaron a ser consideradas artesanías.

La valoración social del arte precolombino ha ido aumentando con el tiempo, pero aún es escasa. Y en el caso del Tesoro Quimbaya, el hecho de que no haya estado acá en Colombia durante más de un siglo ha dificultado aún más su conocimiento.

La experiencia post colonial, en cualquier país, tiende en un principio a darle más valor a lo ajeno. Valorar lo propio es un proceso largo que tiene que ver también con asumir plenamente una identidad. No olvide que tenemos apenas 200 años de vida republicana.

BOGOTÁ (Colprensa).

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