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“Lo tildaron de alcohólico y agresivo, justificando su muerte”: exesposa de Javier Ordóñez

«Ya, por favor, no más», se ve suplicar a Javier Ordóñez mientras dos policías lo presionan contra el suelo. La cámara se apaga y continúa un calvario incierto que termina con su muerte. Era un desconocido, pero hoy es el rostro de las protestas contra la violencia policial en Colombia.

Dejó huérfanos a dos niños de 11 y 15 años, una novia destrozada y sueños truncados.

«Lo que más me duele es la forma en que me lo mataron (…) sin piedad, esa tortura, me imagino lo que habrá sufrido», dice a la AFP Maura Dotti, novia de Javier durante los últimos cinco años.

Era ingeniero aeronáutico y estaba a punto de graduarse como abogado a la edad de 43. Pero su verdadero sustento era el comercio y la renta de un taxi propio.

Sus allegados coinciden en que tenía un sello personal: el carisma. Los «chistes» siempre en la punta de la lengua, tenía un «vozarrón» que se escuchaba desde lejos, era un hombre «de corazón muy noble», recuerda la «Mona», como le decía Javier a su pareja.

De abuelo italiano y madre de una hija de 14 años, Maura asegura que Javier era «excelente» padre y padrastro.

Tenía planeado terminar de estudiar Derecho y viajar al «exterior, para hacer una especialización (…) en Barcelona, donde está la mamá», cuenta la mujer.

Hoy, por cuenta de su suplicio, representa en Colombia lo que George Floyd, el hombre negro que murió a manos de un policía blanco, para muchos estadounidenses: el símbolo contra el abuso policial.

«Le dolía su país»

Cuando estaba con sus hijos «eran tres niños juntos», dice Angélica Garzón, psicóloga y exesposa de Javier. Tras diez años de matrimonio y cinco de divorcio, mantenían una relación «cordial».

Él «era capaz de sacarse el pan de la boca por ayudar a otra persona y no le gustaba la injustica», dice la madre de 37 años.

Aunque su muerte despertó un rechazo masivo en las calles, en redes sociales y algunos medios de comunicación también circulan «noticias falsas» para «desvirtuar la realidad», según Angélica.

Lo tildaron de revoltoso, alcohólico y agresivo.

«Claramente no lo conocían (…) es como justificar que los actos que se cometieron los merecía y ningún ser humano merece morir de esa manera», reprocha la mujer.

La familia se conmueve con las protestas, pero es enfática en repeler la violencia y los destrozos.

Desde que estallaron el miércoles han muerto 13 personas. La mayoría eran jóvenes que fueron alcanzados por los disparos que venían presuntamente de la policía, según la Alcaldía de Bogotá. También hubo cientos de uniformados y civiles heridos, junto con decenas de puestos de policía destruidos y daños en vehículos de servicio público.

Su familia insiste en que «Javier murió en un acto demasiado violento» y no quieren «más violencia».

«Si esto le hubiera pasado a otra persona estoy completamente segura que él no se hubiese quedado callado ante un acto tan reprochable», concede Angélica.

Porque aunque «siempre fue muy respetuoso» de la fuerza pública, incluso prestó servicio militar, era «crítico de los abusos hacia cualquier persona y de cualquier persona (…) Le dolía su país», añade.

Tortura y muerte

El miércoles, Javier fue detenido cuando salía a comprar licor y falleció tras ser llevado a una estación de Policía en circunstancias que son investigadas.

Un video que se hizo viral muestra cómo dos uniformados lo someten a varias descargas con un arma eléctrica y desoyen sus ruegos.

«Cuando se apaga la cámara y se lo llevan a la estación de Policía a él lo siguen golpeando dentro de la patrulla donde lo llevan y de ahí para allá lo siguen golpeando y al interior del CAI (puesto de mando) lo terminan de rematar», denuncia el abogado defensor, Vadith Gómez.

Esa noche, Maura estaba acompañando a su madre enferma.

«A la 1:45 a.m. (…) me llamó Juan David [un amigo] y me dijo ‘Maurita nos mataron a Javier, nos lo mataron los policías'», dice con tristeza.

«Me volví loca, me levanté, no sabía qué hacer, me fui para la clínica», recuerda.

Los médicos le dijeron que Javier había llegado muerto y con «golpes contundentes en la cabeza y el cuerpo».

La defensa pide justicia por los delitos de «tortura y homicidio agravado». Siete uniformados están siendo investigados.

Su exesposa Angélica sabe que los niños «no van a recuperar a su padre», pero confía en que esta «tragedia (…) no quede impune».

Cree que a Javier le gustaría ser recordado «como una persona que no murió en vano. Que su muerte sirvió por lo menos para que cambiaran muchas cosas (…) entre ellas el abuso de la autoridad», reflexiona su exmujer.

Fuente: AFP

 

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